Radiografía periodística de la Iglesia en España en los últimos 50 años

Tribuna cultural sobre un libro imprescindible del profesor Serrano Oceja

09 nov 2024 / 20:00 H.
Ver comentarios

Arranco estas notas, deslavazadas ellas y escritas en márgenes desembarazados, aludiendo al texto con el que, como dedicatoria, su autor, José Francisco Serrano Oceja, abre en las páginas de respeto su libro Iglesia y poder en España. Del Vaticano II a nuestros días ( Arzalia Ediciones, Madrid, 2024). “A don Eugenio Romero Pose (1947-2007), por lo que hizo posible. A Loli, la madre de mis hijos; cada lugar tiene su luz”. Densa dedicatoria con nombres propios. Van el del tempranamente fallecido obispo auxiliar de Madrid, Eugenio Romero Pose, destacado pariente del influyente obispo, también fallecido, Maximino Romero de Lema y del poeta Ángel Valente; va también el nombre de su esposa, Loli, periodista silenciosa que tanto sabe, guarda y calla de la vida de la Iglesia en Madrid en los últimos treinta años; y van mencionados sus hijos, vástagos nacidos como sementera en una rica besana de la fe en tiempos difíciles. Y acaba la dedicatoria y en referencia a todos ellos, diciendo que “cada lugar tiene su luz”. Yo me permito completar la dedicatoria con estos versos del novelista y poeta gaditano José Manuel Caballero Bonald: “Cada sombra en su sitio, cada luz a su tiempo”. Pues es precisamente esto lo que Serrano Oceja viene a hacer en este libro recién publicado; pone en él, cada sombra del periodo histórico abordado en su sitio adecuado, pero también en el relato ha acertado a poner cada luz de este periodo, a su tiempo. No elude reseñar las sombras, y pone acento en las luces, y, desde muchas de las luces, pueden entenderse las sombras descritas con rigor de periodista y con pasión de creyente que ama a la Iglesia con sus “manchas y arrugas”.

El autor y sus fuentes

Imagine el lector a un periodista nacido en la costa cántabra en ese año paradigmático de 1968, año bisagra en la historiografía europea, año marcado por el poliédrico movimiento juvenil que, aunque nacido en las aulas de la Sorbona, llegó en olas concéntricas, hasta todos los rincones del entonces pensamiento europeo con vocación universal. Imaginen a este periodista que, antes de serlo, trazaba su futuro profesional sin dar de lado su vocación cristiana, sino que, al contrario, deseaba vivirla en los predios de su profesión. Este cántabro, nacido en las mieles del “Mayo del 68” francés, cristiano de cuerpo entero y periodista de raza, vive hoy su vocación cristiana, a sus 56 años, hijo pues de aquella eclosión estudiantil parisina, en la diaconía de la información generalista a veces, y religiosa las más de ellas; y es que ya es hora de que, como viene sucediendo en algunas iglesias de América Latina, la diaconía, en su sentido etimológico, como servicio, debería ser asumida en su sentido sacramental, como una de las tareas propias, además de la Caridad, del ministerio ordenado del Diaconado Permanente. Pues bien, este perfil del que hablo es el que me sirve para hablar del autor del libro que reseño, pues cuanto en él se dice no podrá entenderse sin las escuetas y generales premisas biográficas antecedentes. Desde esta su “diaconía” creyente, Serrano Oceja ha puesto todas sus herramientas profesionales, herramientas propias de un buen periodista, al servicio del relato que, con su trama y urdimbre, va tejiendo en este su libro con titulo ambicioso, aunque con contenido meritorio.

Sus fuentes, muchas y variadas. Gran parte de ellas van indicadas con claridad en las últimas 13 páginas dedicadas a la enumeración bibliográfica y documental. De ellas bebe y, por respeto al lector, elude citarlas a pie de página en el texto, si bien habla de las más importantes en el curso del relato. Además de estas sugerentes fuentes, el autor tira de su experiencia profesional y eclesial tanto en los lares de la docencia como de la información a lo largo de las tres últimas décadas, un periodo rico e intenso en la vida de la Iglesia y de España, y vivida desde privilegiadas atalayas eclesiales y periodísticas. Paso a enumerar cinco grandes aciertos del libro, después de una lectura sosegada del mismo. Eludo aquí hacer resumen del mismo, es imposible hacerlo, pues seria largo y prolijo. Prefiero ofrecer lo que, para mí como lector, y lector perspicaz, son las cinco grandes claves desde las que hay que leer este libro.

Cinco claves de lectura del libro

1) Se trata de una crónica periodística. No es un libro de Historia de la Iglesia en España en los años comúnmente aceptados como de la Transición Democrática en España. Es verdad que toda crónica tiene como base principal el dato histórico, y éste contextualizado, cotejado, contrastado suficientemente para que no venga arropado por una patraña de bulos y “lugares comunes”. No hay dato histórico que el autor refiera que no vaya suficientemente contrastado. A veces, y es algo que se repite en el relato, hay testimonios personales que, fielmente recogidos por el autor, alumbran el dato histórico concreto. Y de estos hay muchos, y son muy enriquecedores. Como botón de muestra refiero a los que aporta sobre la figura del arzobispo Casimiro Morcillo, cuya figura se engrandece en este libro, y en parte gracias al conocimiento que de primera mano tiene el autor de sus notas y apuntes inéditas. Pero hay muchos más datos en este sentido.

(2) Si algo claro queda patente y bien documentado en el libro es que, gracias al Vaticano II y su gran obra reformadora de la Iglesia, en España, y de la mano del espíritu de conciliar, la Iglesia fue pionera en la transición democrática en España. Y lo fue a lo largo de la década posterior al Vaticano II y anterior a la muerte de Franco. Y no solo gracias a muchos de los obispos de entonces, sino también a la postura abierta de ellos para con movimientos eclesiales de entonces que sirvieron de plataforma conciliar en las diócesis españolas.

(3) Es el origen y primeros años de la Conferencia Episcopal Española, otra de las claves señeras del libro. Se habla en él de la parto génesis de este organismo nacido del Vaticano II, así como de sus primeros y balbuceantes pasos y de la postura colegial de sus miembros puesta a prueba en momentos difíciles como la Asamblea Conjunta de Obispos y sacerdotes, los inciertos años previos a la Constitución de 1978 o al intento de Golpe de Estado de 1981. Y, en este contexto, se habla de la geografía episcopal española durante los últimos años del pontificado de Pablo VI y los primeros de Juan Pablo II, no dejando en el tintero la labor de dos nuncios Dadaglio y Tagliaferri, aquel de Montini y éste de Wojtyla; y del giro en el mapa episcopal propiciado por los cardenales Tarancón y Suquía, así como de las poliédricas connotaciones que sirvieron de coordenadas para la cambiante cartografía episcopal española entre los años 1975 y 1985.

(4) De agradecer es la parte destacada que el autor dedica a la necesaria contextualización histórica de la época tratada, y que remite al siglo XIX y primera mitad del siglo XX, un contexto adecuado y necesario para entender la Iglesia en España en las postrimerías del siglo XX. En el relato histórico el autor subraya todos aquellos acentos que, a modo de raíles de tren, llegaron y conformaron el imaginario colectivo de la Iglesia en la Transición.

(5)Y, por último, destaco algunos capítulos sueltos y necesarios como son los dedicados a la secularización, los gobiernos socialistas, el terrorismo y unas notas finales sobre la actualidad de la Iglesia de España en la España de hoy.

Coda final

Para acabar estas deslavazadas notas no quiero eludir un asunto presente en el libro de forma transversal. Es el que se refiere al “poder” de la Iglesia en estos años, algo delicado que el autor resuelve desde una premisa: “Al escribir sobre el poder en la Iglesia hay que pensar no solo en el que ejerce esta en la sociedad, cada vez mas menguante, sino en las fuerzas de poder dentro de la Iglesia, teniendo en cuenta que va mucho más allá del poder institucional”, pues no es este un libro que hable de obispos y de su poder, sino que, al hilo de los obispos, y dado el carácter teológico, eclesial y conciliador del servicio episcopal, se viene a hablar de toda la riqueza que encierra la Iglesia en la asamblea de sus fieles, sean consagrados o laicos. La figura del obispo, en tanto que garante de la unidad y comunión eclesial, es contemplada en estas páginas, desde la riqueza y diversidad de las iglesias que pastorean, a veces con sombras, pero muchas otras veces con grandes luces. En este sentido recojo las palabras con las que el autor cierra el libro: “Solo falta que la Iglesia no pierda su capacidad de elocuencia que, a estas alturas de la historia, no viene de sus privilegios ni de su capacitad prescriptiva, sino de su testimonio de coherencia entre lo que predica y practica”.

Y, para acabar, hablo de la utilidad del libro hoy, en medio de las nuevas ventoleras amnésicas que azotan este país y a las que la Iglesia no es ajena. En la España actual, la España que vive, sufre y trabaja en la segunda década del nuevo milenio, marcada por esa estrambótica “Nueva Normalidad” que, a trancas y barrancas, y siempre por decreto, se impuso en los páramos de una España desolada por los efectos poliédricos de la pandemia del Coronavirus, repito, en ese paisaje que en el paisaje de la España que se abrió después de la batalla, tomaron las riendas aquellos que, con soflamas apocalípticas, sembraron semillas de odio y revisionismo en los ya entonces quietos y pacificados páramos de España reconciliada en la Transición Democrática. Y tal sementera fecundó en las postrimerías de la crisis de los “brotes verdes” del presidente Zapatero, y llegó a lomos de sus leyes revisionistas de la “memoria histórica “, devaluadas por el político leonés en el nuevo constructo que fue denominado “Memoria Democrática”. Y fue entonces, cuando desde los márgenes de una España destrozada por la crisis, desde donde, como hongos, aparecieron en estos lares esa extraña nueva clase política que, nacida del amnésico revisionismo del “15-M” en Madrid, sentados sus reales sobre un pueblo zarandeado pero feliz y reconciliado, viene gobernando sin más proyecto que el desmantelamiento de aquella Transición en la que vivía España y en la que la Iglesia colaboró activamente. Es en razón de esa aviesa intencionalidad llevada ahora al cuerpo legislativo, cuando la Iglesia ha de buscar caminos en los que renovar su fiel compromiso para con el Señor en estas tierras marcadas por la fe, el amor, pero, sobre todo, por la esperanza. De esos caminos, aunque en otra época no lejana, la Iglesia, como queda demostrado en este libro, sabe mucho.

Diario JAÉN


Cultura