Prisión social para mujeres

Crítica cultural sobre “Las hermanas de Manolete”, obra de Gabriel Olivares presentada el 16 de noviembre en el Festival de Teatro de Cazorla

20 nov 2024 / 19:08 H.
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Mirar al pasado para inspirar obras dramáticas se viene haciendo desde los albores que hacen del teatro mismo un arte. Si en ese mirar al pasado damos voz a personajes que socialmente fueron silenciados amparándose en la supremacía del género masculino, puede originarse una creación que es en sí un grito, una queja, una reivindicación de los seres que conforman la historia silenciada. En el caso que nos ocupa, aunque estemos ante líneas argumentales sujetas por la ficción, no faltamos a la estructura interna de lo que pudo ser una ofensiva realidad. Un retazo social de la época negra del franquismo pone de manifiesto el ínfimo valor de la mujer en ciertos regímenes políticos como las dictaduras, sin hablar del daño histórico ejercido sobre ellas en todas las civilizaciones del mundo. Los ingredientes son los adecuados: la historia de un héroe sobrepuesta a una intrahistoria de personajes humillados por la grandeza masculina. Lo que es lo mismo, un dios en una dictadura y el silencio de aquellas almas femeninas que dieron valor a su realidad. Porque Las hermanas de Manolete habla de ellas, de las silenciadas mujeres que formaron parte, en su estructura más oculta, de una historia de grandeza, arte y muerte. Posiblemente esta ficción no se acerque como símil a la realidad que desconocemos de las leyendas, pero nadie puede negar que en los detalles de dicha ficción se refleja perfecta y ofensivamente la oculta verdad social de los personajes que son parte de las mismas. Esta composición teatral habla de las mujeres calladas, de los prejuicios que se siembran en los intereses del silencio y la humillación, de la inclinación social por el hombre, el hijo, el amante, el hermano. Encontramos en este texto teatral un grito contra la injusta medida de los seres humanos ceñida a la razón de sexo. Un grito acertado y audible en esta sociedad nuestra que pretende desterrar la desigualdad mujer-hombre, quedando aún mucho trabajo por hacer. Una vez más, es en el teatro donde encontramos la herramienta perfecta para una exposición de conciencia, desgarro y lamento social, exponiendo las miserias de lo que fue y puede que todavía esté siendo socialmente la realidad de la mujer. Es en el teatro donde se exponen las desigualdades, donde se da voz y se liberan los gritos, el dolor de los sometidos. El teatro es más útil, si cabe, en estos supuestos, por eso Las hermanas de Manolete debe considerarse un buen teatro, un ejercicio dramático de calidad que acierta en el tema de su texto, en las actrices que dan vida a sus personajes, así como en su dirección escénica y técnica. En esto del teatro, después de miles de años de dar vida a los escenarios, está casi todo inventado. En no pocas ocasiones se requiere originalidad y frescura para contar los dramas, para acompañar el texto inerte con la vida que le dan actores o actrices de diferentes registros. De esto puede presumir Las hermanas de Manolete, de originalidad, dinamismo y frescura en el modo de concebir la manera de contar el drama de mujeres que fueron silenciadas hasta que el dolor y la humillación fueron uno.

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