Palabras mayúsculas: Iberia, Jaén, Jándula y David Uclés

Arcángel Bedmar diserta sobre su encuentro con el escritor ubetense y la maestría de “La península de las casas vacías”

18 ene 2025 / 21:31 H.
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Este pasado verano, conversando con una amiga en Cádiz, le comenté que había leído el libro de un amigo común, historiador y profesor universitario, y había quedado gratamente sorprendido por lo bien que escribía. Me respondió que esa habilidad se debía a que él no solo leía libros de Historia, sino también de Literatura. Como ejemplo me habló de una novela, “La península de las casas vacías, y me enseñó su portada a través de la pantalla de su teléfono móvil. Al verla, con rapidez identifiqué una pintura de Rafael Zabaleta. Entonces ella me dijo que el autor, David Uclés, era de un pueblo de Jaén, al igual que yo.

Como es obvio, me picó la curiosidad, apunté el título, y en el mes de octubre por fin encontré tiempo para comenzar su lectura. Reconozco que saqué prestada la novela de la Biblioteca Pública Municipal de Lucena, la localidad cordobesa donde resido. El impacto que me causó resultó tan brutal que cuando sobrepasé las cien páginas decidí ir a la librería a comprarla, para que fuera mía. Y nada más acabar de leerla, tuve que reiniciarla otra vez, pues temía haberme perdido algo de lo que en ella se contaba. Soy historiador y estoy acostumbrado a leer libros de Historia o relacionados con ella, sobre todo de la Segunda República y la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. Así que, de inmediato, observé que con “La península de las casas vacías me hallaba ante una obra original, sobresaliente y rompedora por incontables motivos. El principal, que alguien se atreviera a narrar un hecho tan doloroso y sangrante como la historia de una familia campesina durante la Guerra Civil desde la perspectiva del realismo mágico, un enfoque literario que a priori puede resultar inocente, frívolo o banal. Además, resulta paradójico que un libro que se centra en las “batallitas de los abuelos”, esas que según algunos no interesan a nadie, se puede convertir en un paradigma de la modernidad y en un fenómeno literario con decenas de miles de ejemplares vendidos hasta alcanzar, por ahora, la duodécima edición.

El éxito de la obra es muy entendible si tenemos en cuenta su estructura perfecta y casi dibujada. Tan perfecta que puede permitirse el lujo de cambiar el epílogo por el prólogo con absoluta naturalidad, y advertir en este que los cuarenta miembros de la familia Ardolento, que protagonizan la novela, van a perecer. Lo bueno para el lector es que antes de morir sabremos de sus vidas y andanzas por nuestra patria, Iberia, gracias a una imaginación desbordante, que parece venir de otro planeta, y a un vocabulario que nace limpio y transparente de una mente privilegiada, propia de un artista del Renacimiento. La vertiente literaria de la novela se complementa con la geográfica y la histórica a través de viajes con o sin rumbo, y de decenas de citas y augurios que sitúan al lector en el tiempo y el espacio igual que si hubiera vivido y dormido en ellos.

Como jiennenses, debemos sentirnos orgullosos de que David Uclés sea un paisano que defiende con las palabras su patria chica, y que haya convertido a Jándula, o Quesada, en un nombre universal. También es de agradecer que refleje y difunda nuestro paraíso interior, con sus paisajes y costumbres, igual o mejor que cualquier campaña publicitaria. Todo ello resulta posible porque David Uclés, además de un escritor con mayúsculas, es el mejor estandarte de una cultura espiritual y terrenal, la jiennense, que solo él sabe describir con la profundidad de una mancha de aceite de oliva.

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