Nieves Párraga a su esposo Manuel Urbano
El pasado 8 de febrero, en el Aula de Cultura de la Diputación, se presentaba el libro homenaje a mi esposo, Manuel Urbano Pérez Ortega, presidido por el presidente del ente provincial, al que agradezco enormemente su presencia y su amistad, tantas veces demostrada, y la asistencia de numerosas personas venidas de Granada y otros puntos de Jaén, testimoniando así el afecto que sentían por él.
En aquel momento, la emoción no me permitió expresar públicamente mi gratitud y reconocimiento, aunque sí saludé personalmente a la mayoría de tan buenos amigos. Por ello, he querido hacerlo a través de Diario JAÉN, un periódico tan familiar y querido para Manolo.
Ya el propio título del libro, Fruto del tiempo con nosotros, recoge las intenciones del contenido, las mismas con el que se fraguó unos años antes cuando en febrero de 2013 un grupo de amigos le rindieron un homenaje, en el que poco podíamos imaginar que sería el último.
Aquel acto se celebró en Alcalá la Real. Él asistió sin sospechar que estaba dedicado a su persona, ya que contó con muchos “cómplices”. De allí surgió este libro que por fin ya ha visto la luz gracias a la Diputación y al IEG, poniéndose de manifiesto nuevamente la cantidad y calidad de amigos que tuvo; porque el aprecio y cariño es algo que se siembra y se recoge y que a pesar de las ausencias se mantiene, conservando los buenos recuerdos cuando el dolor se mitiga.
En estos momentos me gustaría tener la oratoria y la “chispa” que él tenía para dirigirme a todos y poder usar la palabra justa, que no es otra que gracias, gracias con mayúsculas por él y por mí, por haber encontrado a lo largo de su vida tantos buenos amigos, escritores, poetas y pintores que demuestran que fueron sus amigos. Manolo fue una persona excepcional. Detrás de esa fachada de dureza estaba un hombre con un gran corazón, leal, trabajador e investigador incansable; siempre tendió su mano a quien le solicitó información, colaboración o consejo.
Quiero confesar que en estos casi tres años de ausencia he seguido aprendiendo cosas de él, he conocido cómo lo respetaban y lo querían sus amigos, los que estuvieron presentes y los que no pudieron asistir, al igual que otros que no han participado en el libro. He leído sus obras, sus notas y eso me ha hecho a la vez tenerlo presente. Me ha hecho recapacitar sobre el valor del tiempo, de la amistad y del amor.
No quiero ruborizarme, pero en los años que estuvimos juntos muchas cosas cambiaron en nuestras vidas y no solo en el exterior. Recuerdo que muchos me decían que Manolo parecía otra persona, había rejuvenecido y fue así porque fuimos felices. Al preparar esta intervención me vino a la mente una canción de Mari Trini, que dice: “Por qué a mí, se me ha caído una estrella en mi jardín, ahora no sé qué hacer contigo”. Pues bien, mirando hacia atrás una y otra vez me pregunto: ¿Por qué a mí?
Quiero recordar y compartir con todos dos de esos días felices en ese jardín imaginario; uno de ellos, el del 21 de septiembre de 2003, en Los Villares, donde me pidió matrimonio, así como suena, donde decidimos crear juntos un nuevo proyecto de vida y plantar cara a nuevas situaciones. Después, otra fecha emblemática, la del 31 de octubre de 2004, día de nuestro enlace. A estos seguirían muchos más y también aquellos más duros y difíciles con su enfermedad.
Pero no quiero ponerme triste, porque él estaría contento y orgulloso de ver que un nuevo libro, y de la calidad de este, sale a la calle, a las librerías y que es fruto de la iniciativa y el cariño de sus amigos y que ha contado, sobre todo, con el respaldo de su Casa, la Diputación, porque la ha tenido como su casa, ha trabajado en ella y para ella, ha querido que contara con una gran pinacoteca y que fuera sobre todo un referente cultural como así lo es.
Gracias de nuevo a todos en su nombre y en el mío, por haberme hecho partícipe del cariño y el respeto que le muestran y por hacer posible que otros conozcan también al gran hombre que fue mi marido.