Miguel Sánchez y su nuevo libro de El Centenillo: “Me he roto los ojos para examinar los escritos”

El autor publica una obra sobre el secuestro del director de las minas en 1874

13 ago 2025 / 08:00 H.
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LA ENTREVISTA

La última novela de Miguel Sánchez Bustos, que publicó unos meses atrás, aborda un secuestro de lo más llamativo en El Centenillo. Hoy, el autor presenta allí su tercer trabajo sobre este municipio. El libro vio la luz tras un meticuloso trabajo de investigación, casi policial, de los hechos que tuvieron lugar en el secuestro de Arturo Haselden, director de la Sociedad Especial Minera del Río Grande, a quien unos bandidos secuestraron hace más de siglo y medio. El autor continúa así una temática que se abrió en 2012 con su primer libro, “En tierra de minas”, como recopilatorio de vivencias populares en el siglo pasado. Esta edición supone un respiro para los descendientes de Haselden. Gracias a los documentos que atesoraron por años, Sánchez pudo ponerse manos a la obra. Un libro que explica una de otras tantas historias que sucedieron aquí, y con la que el escritor vuelve a poner en valor al municipio que le vio crecer.

—¿Qué puede decir del nuevo libro que presenta?

—Es una novela histórica, puesto que se basa en hechos reales. La trama central aborda el secuestro del director de las minas de El Centenillo en 1874. Fue secuestrado por unos bandidos y pidieron a la familia un rescate para su liberación. El libro cuenta con los documentos más importantes del caso, que llegaron a mis manos gracias a un amigo mío que tenía contacto con los descendientes de Arturo Haselden.

—¿Cómo los ha recopilado?

—Este amigo, Álex Casas, ya obtuvo algunos de los archivos del caso, puesto que la familia le remitió fotografías, en formato digital, de estos papeles. Sin embargo, faltaban muchos textos y otros estaban borrosos por la calidad del teléfono. Por ello, muchos no se podían transcribir, añadiendo el agravante del inglés, idioma en que estaban redactados. Es cierto que, en el pueblo, se sabían algunos datos del boca a boca. No obstante, yo no podía trabajar con eso, y decidí volver a recopilarlos. Expliqué a los familiares el proyecto y lo que pretendía hacer con estos archivos que se generaron en el caso. Por ejemplo, los telegramas de las autoridades informando del secuestro o la propia carta que los bandidos remitieron a la familia. A ellos les encantó la idea, porque nadie hasta ese momento había querido levantar los detalles del caso. Digitalizaron muchos documentos y los trajeron hasta aquí el año pasado y, entonces, yo ya pude investigar con ellos. No quiero adelantar muchos detalles, pero cuando la gente los lea quedarán pasmados, porque son datos desconocidos para muchos.

—La novela dibuja también datos del pueblo.

— El Centenillo era prácticamente un poblado por aquel entonces. Prácticamente no había vivienda: estaban los trabajadores y pocas personas más. Habían descubierto unas minas de tiempos íberos y romanos y estaban en el inicio de todo. Se dedicaban a la preparación de las extracciones, donde se consiguió unos buenos filones ricos en plomo y algo de plata. Después, esta familia inglesa empezó a contratar a gente porque se descubrieron más pozos y filones. A finales del siglo XIX levantaron y construyeron el pueblo. En su momento, era de los más modernos, hasta las casas tenían desagüe. Sobre los años veinte contaba con hospital, cines, economato, campo de fútbol e incluso la enseñanza era obligatoria; todo eso fue gracias a los pioneros mineros, la familia Haselden.

—¿Qué otras cosas llegó a albergar El Centenillo?

—El casino era muy famoso, puesto que había biblioteca y tenía otra parte para el ocio. Entonces, era el eje de la diversión en el pueblo y se celebraban muchos bailes. Pese a ello, ahora desgraciadamente se encuentran en ruinas. Yo alguna vez pensé en reconstruirlo, porque se sitúa en el centro y seguro que con algún restaurante o similar podría sacarle un buen partido.

—¿Qué cambios pueden notarse en este lugar con la novela?

—Deberían haberse sacado unas leyes que protegieran la arquitectura y los edificios singulares. Hubo una época que la remodelación de las viviendas no se hizo respetando la construcción primitiva. De hecho, cuando los descendientes visitaron el pueblo, decían que las calles les hacían recordar a cualquier lugar minero de Gales. Los ingleses que vivieron aquí tuvieron su propia comunidad, donde trataban de imitar las costumbres que había en su tierra. Desde luego, este lugar tiene una historia peculiar.

—El Centenillo tiene historias para escribir varios libros.

—Totalmente. De hecho, es el tercer libro con esta temática. Ya publiqué, en el 2012, “El Centenillo: en tierra de minas”, una recopilación de pequeñas historias de los vecinos del pueblo durante la década de los cincuenta, en el pasado siglo. También publiqué, en el 2021, junto a Casas, una recopilación de más de 500 páginas con fotografías y demás archivos de este pueblo, del que me declaro enamorado. Aquella publicación se llamó “Recordando aquel Centenillo en imágenes”. De todos los libros que he escrito, que son seis, ha sido el que más me ha costado. Me he roto los ojos, por decirlo así, para examinar los escritos. La investigación ha sido ardua; he transcrito muchos documentos para facilitar la experiencia del lector. Incluso he estado fuera de la provincia tratando de sacar más información de los implicados en el secuestro. Pero había una pega, los textos se referían a los secuestradores por sus motes así que, en ocasiones, era difícil seguirles el rastro.

—¿Con qué libro se queda de estas tres publicaciones?

—Es como si le preguntas a un padre con cinco hijos a cuál quiere más. Pero, sin dudarlo, escogería este, por lo interesante y lo emocionante que ha sido el proceso de investigación. Y también lo beneficioso y divulgativo que va a resultar para quien lo lea.

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