La vida, el dolor y la dulzura

Crítica cultural sobre “La casa más pequeña”, obra de Rosa Díaz presentada el 13 de noviembre en el Festival de Teatro de Cazorla

19 nov 2024 / 18:17 H.
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Hay vidas destinadas a tener larga la tristeza, como una herida abierta que va quedando en silencio, no para ignorar el dolor, sino para soportar la hipocresía de la propia vida que a unos da y a muchos quita. No caben razonamientos, el bienestar y la tragedia se mueven por el mundo como una onda delicada que llega a cualquier rincón del espacio humano con muy dispares consecuencias. La vida se está convirtiendo en un trauma contrario a la evolución y la dramaturgia es un elemento esencial en el arte para contar todas las verdades. Esto lo sabe Yarleku Teatro. Lo sabe y lo hace de una manera extraordinariamente delicada, con todo el drama y con toda la dulzura que un montaje para público infantil merece. Un público infantil que debemos entender, no como una limitación que empobrece el valor del trabajo escénico, más al contrario poniendo en valor la exigencia de las edades tempranas para recibir historias de calado capaces, en la más pura intención del arte de la representación, de tambalear las emociones. La casa más pequeña es eso, una deliciosa historia contada con tanto acierto teatral que se muestra capaz de remover la tranquilidad de corazones infantiles y adultos. Cuenta la historia de una niña, Bettina, desplazada por la guerra hacia un campo de refugiados. Una maleta casi vacía y un pequeño manzano en tiesto de plástico son sus únicas pertenencias. Las otras, las emocionales, le permiten mantener temporalmente viva su inocente esperanza. En su nuevo barrio, esperando encontrarse pronto con los padres que quedaron atrás y deseando volver a la casa que ya nunca será su hogar, conoce a Norma. Será a su lado donde descubra que la vida que fue ya no es sino una parte de su equipaje, que irá difuminándose en la niebla de su memoria. Gracias a su nueva amistad, los horrores de las pesadillas se disiparán poco a poco y aprenderá que una mano cercana se agarra con fuerza para sobrevivir en la jaula que es su nueva casa. Aunque solo en los abrazos de la amistad encontrará algo parecido a un hogar.

En este profundo argumento se levanta La casa más pequeña y lo hace con el coraje que merece saber que todos los corazones palpitan cerca de los escenarios. Crece así una profunda atracción entre la muestra teatral y el público. No se necesita nada más que una historia inalterable en el tiempo, una dirección dramática certera en contar para despertar las emociones, espíritus jóvenes que desean entender las historias de sus mayores, y almas adultas que todavía esperan que alguien les cuente historias como si fuesen niños. Esta es la maravillosa comunión que ha logrado Yarleku Teatro presentándonos a los habitantes heridos de La casa más pequeña.

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