La conquista de Apache

Un lugar desde donde se divisa a la mole señorial del Banderillas que se convierte en el guardián perenne del altiplano con su altura

19 dic 2020 / 00:18 H.
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Quiere el destino, a veces curioso, otras sorprendente, que se den acontecimientos irrepetibles, una fusión de espacios con gentes extraordinarias, convertida en un cocktail que ha de saborearse despacio, pequeños sorbos pues se tiene plena conciencia que su fórmula es casi única, habrá muchos más pero no como el que tienes entre los dedos. En esta ocasión, han querido alinearse las lunas para hacernos partícipes de una ocasión única, la simbiosis de dos de los elementos más “sui géneris” y especiales de la provincia de Jaén, los Campos de Hernán Pelea, un altiplano kárstico allá cerca de las estrellas, en plena Sierra de Segura, a más de 1.600 metros de altura, y el grupo Apache, emblemas y embajadores ambos de nuestra tierra en todo el planeta. Decía no hace mucho Antonio Molinero, más que un músico, el ‘alma mater’ del grupo, en una entrevista a este rotativo que al salir de la pandemia no sabría si estarían tocando en la Tierra o en Marte, y quién iba a decirle que justo cerca del firmamento marciano se oirían las notas, los sones, las voces de unos músicos geniales, para mí los que mejor versionan a Pink Floyd en todo el mundo. Los Campos son el lugar desde el cual mejor se divisa el firmamento, casi con toda seguridad, de toda España, fiel prueba de ello es que la zona que cuenta con certificado de Destino Starlight, punto de encuentro de amantes de las estrellas venidos de cualquier rincón, europeo e incluso allende los mares, no es raro ver por allí a finlandeses o nativos de Nueza Zelanda.

Nada más dejar atrás Don Domingo, una más de las recónditas y dispersas aldeas del municipio de Santiago Pontones, el paisaje cambia, invita al viajero a observar todo de otra manera, con otra óptica, el bosque ahora se convierte en una especie de espejo, la caliza bajo los rayos solares nos invita a surcar lo que parece una laguna, un color plata que todo lo invade. No cuesta imaginar a un grupo de buitres, puede que incluso algún quebrantahuesos, abundantes en aquellos cielos, divisar la imagen de una caravana, de la troupe “india” camino a un territorio casi inhóspito, aparentemente agreste y desolado, una superficie caliza que se extiende hasta donde la vista alcanza y donde, curiosamente, se alcanza una especie de calma interior entre la bravura del paisaje. Un lugar desde donde se divisa a la mole señorial del Banderillas que con casi sus 2.000 metros se convierte en el guardián perenne del altiplano, además de ser el pico más alto de la Sierra de Segura.

Debió resultar espectacular reparar en el rostro de Luismi, para mí uno de los “locos” más necesarios del panorama musical español, pañuelo a la cabeza, observando todo con un gesto muy expresivo, de mera estupefacción. Y con este escenario para ellos solos, con un patio de butacas vacío pero que se extiende kilómetros ante sus ojos, la iluminación perfecta de un sol que por allí luce diferente, planta Apache sus bártulos, aquí es fácil montar todo porque desde la sencillez se puede conseguir lo excepcional, justo lo que ocurrió, la íntima y sensual fusión de unos músicos y un paisaje, el clímax provocado por la mezcla uniforme del buen rock y el sonido del viento.

Los ciervos que normalmente rondan las nogueras de Paco Robles cambiaron su hábito de emplearse con la cáscara de sus troncos, los buitres dejaron las corrientes de aire buscando divisar una presa muerta y planearon aposentándose en un roquedal; todos detectaron a lo lejos unos ‘personajes’ diferentes, unos que jamás antes habían divisado, algo inidentificable para ellos; eran los Apache, pero eran también los Queen, Police, AC-DC, Rolling Stones y Pink Floyd en la voz y en las manos de esta tribu maravillosa.

Puede que haya sido el más íntimo de los conciertos realizados por el grupo; sin margen de error posible se puede decir que la sala es la más grande que jamás hayan pisado, y no cabe duda, era un deber, una obligación, el grabarlo para que se convierta en el más visto de todos los tiempos en su ya más que dilatada carrera.

Estos músicos lo valen, el escenario lo merece. De la excepcionalidad de este acontecimiento da buena cuenta Diario JAÉN, promotor incansable de proyectos que ponen en valor esta tierra y sus gentes. Aun así, sirvan estas letras, el vídeo, para poner mi pequeña pica en Flandes, si los Pink Floyd nos regalaron The Wall el grupo Apache nos ha regalado algo digno de ver, escuchar y casi sentir, The Plateau, Hernán Pelea. Y aunque no sería de recibo poner una placa, hay que salvaguardar la belleza, la armonía y el equilibrio de aquellos páramos, no estaría de más que hubiese una con un texto para la posteridad: “En este sitio cabalgaron los de la tribu Apache”. Quizá no fue fácil llegar, la mayor parte de las maravillas naturales requieren de cierto esfuerzo físico por nuestra parte. Las rutas que vertebran la Sierra de Segura, una vez abandonado el asfalto, invitan a la paciencia y al tránsito tranquilo, con todo lo que realmente se tuvo que hacer, difícil fue volver.

Hoy, cuando estén leyendo estas líneas, los Campos de Hernán Pelea habrán abandonado su grisáceo y plateado color para vestirse de un blanco brillante, en aquel rincón donde Apache dejó sus huellas ahora la nieve lo cubre casi todo. Aun así, es posible que al llegar la primavera quede el recuerdo de lo que fue algo excepcional, un concierto que el domingo podemos disfrutar desde el salón de nuestra casa, desde nuestro mismo móvil.

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