“El político solo quiere el poder, caiga quien caiga”

El docente, periodista y escritor vuelva a la carga con una obra de rabiosa actualidad, “El hombre que mató a Vladimir Putin”

05 jun 2022 / 20:30 H.
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Con el poso de experiencia que da la madurez, el asturiano Celso García, más conocido por su seudónimo Celso Peyroux, analiza la actualidad. Se moja con cuestiones españolas y también internacionales.

¿Cuál es su vínculo con Jaén?

Mi vinculación con Jaén empieza en 1973. Pasaba la Semana Santa y algunas navidades en la sierra de Cazorla, donde mi suegro, Luis Sainz Sanguino —uno de los más importantes ingeniero de montes que trabajó de la zona— tenía una casa forestal. Fueron los momentos más bonitos de mi vida. Conocí la laguna de Valdeazores, dedicada para Franco cuando venía. Una noche, con un cuñado también travieso, nos metimos a la luz de la luna y sacamos varios kilos de peces cada uno. Me enamoré del paisaje y del paisanaje, del pueblo andaluz, de la gente de Jaén, sencilla, llana. En aquella época todavía había cierta miseria. Una vez coincidí con un cabrero, sin licencia ni nada, que iba a pescar al río Guadalquivir. La regalé las botas de agua, la cesta y todo lo de pescador. y luego le hice el poema recogido en Los clamores del viento. Traté mucho a los guardas forestales. Bajábamos a Cazorla, en una tasca estaba la fotografía de mi suegro cuando era joven y jugaba con el Cazorla. Quedé enamorado de los olivos y también conocí Úbeda y Baeza. Parte de mi poesía rural nace en la sierra y en Jaén. Así estuve hasta 1983. Dejé de venir al jubilarse mi suegro. En Jaén tengo un gran amigo, Juan Espejo, quien escribió el prólogo de mi libro Haití, mon amour. Este verano quiero ir a la sierra de Segura y participar en recitales poéticos, aunque el sitio concreto está todavía por determinar.

¿En qué proyectos trabaja?

Ahora mismo, preparo un poemario titulado Mi corazón bailando en las espigas, con influencias andaluzas, que saldrá este año o a principios de 2023. También estará disponible pronto, en Asturias y en el ámbito nacional, la novela El brazo siniestro de Dios. En tercer lugar ultimo un ensayo sobre Clarín, El espacio rural en La Regenta.

Ha causado impacto su último libro, El hombre que mató a Vladimir Putin, ¿cómo surgió?

El 21 de marzo, Día de la Poesía, mientras viajaba en tren desde Oviedo hasta Albacete. Armado con un cuaderno y un bolígrafo BIC, pensé “voy a matarlo”. Empecé a escribir y después de ocho o nueve horas de trayecto tenía casi treinta páginas, a las que luego di su forma. Cuando llegué a Los Llanos ya había muerto.

¿Cómo ve el conflicto?

Las cosas no se hicieron bien entre Reagan y Gorbachov, que no dejaron los cabos bien atados. La OTAN quería invadir lo que era el Pacto de Varsovia y de aquellos polvos vienen estos lodos. Se expandió demasiado y el tío este, que está loco, lo que hizo invadir Ucrania para que todo se lo quedara Rusia. Putin no es criminal de guerra, sino un genocida.

¿De qué manera muere el presidente ruso en su trabajo?

Para matarlo las potencias se plantearon varios dilemas. En Japón, conocí a una persona que había sido de una familia de samuráis, uno de los grandes arqueros. Liquidó a Putin cuando salía por el Volga, misión en la que se confundió con otros pescadores. La NASA había preparado un dron, que se comunicaba con su barca. Después de recibir el aviso, arma el arco y lo mata. Luego se da un salto a 2045, primer centenario de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki. Coincido con él años después. Esa es la trama. Es todo ficción menos el pacto entre OTAN y Pacto de Varsovia para repartirse y primeros bombardeos de las tropas rusas sobre Ucrania.

¿Qué salida ve al conflicto?

Sigo todos los días la televisión francesa. Habla de que Putin tiene una enfermedad. Soy un gran pacifista. De eso he ejercido en Haití y el Sáhara. Sin embargo, hay que terminar con esta injusticia. Solo veo como salidas que Putin sufra un magnicidio o que haya un pacto en el que Ucrania pierda el Dombás y recupere Crimea. Es lo que yo propondría. Hay que exigirles a los rusos que paguen los daños ocasionados en el territorio ucraniano, que lo hago con petróleo y con su gas.

¿Cómo ve el horizonte?

La guerra de desgaste seguirá, como mínimo, todo el año, pero con el invierno los rusos va a tener problemas. Y que no se metan con Finlandia o Suecia, porque puede haber una muy gorda. Uno de los problemas es el de las llaves de las bombas atómicas, si no hay una persona sensata, como Gorbachov. Hay que defender el respeto, la tolerancia, la autocrítica y la paz perpetua. La guerra tiene que acabar. Albert Einstein hizo grandes cosas, pero nos dejó la bomba atómica. Sin embargo, el día en que caiga en manos de un loco... se acabará la humanidad.

Hablando del Sáhara, ¿qué le parece el cambio del Gobierno español en relación con el asunto?

Lo lamento profundamente. Conocí en varias ocasiones el Sáhara. Fui emigrante y comprendo a esa gente, unos pobres desgraciados que viven de prestado en el desierto de Argelia, mientras nos aprovechamos de los fosfatos y la pesca. Ha sido una gran decepción. Habría que llegar a un acuerdo a este conflicto.

Aunque independiente, usted está cercano al socialismo, ¿cómo ve la España de Pedro Sánchez?

Como la veo ahora mismo, yo no hubiera pactado con Bildu, ERC y Podemos. Pedro Sánchez tendría que buscar otras fórmulas. Es un gran político, que estaba arrinconado y recorrió toda España. Es un hombre listo, con un par de “pelotas”. Habla inglés y es un pacifista. Pero, repito, sobran Bildu, ERC y Podemos.

¿Hay salida para los conflictos territoriales en este país?

Volvamos a integrar a Cataluña en España. Hace falta buscar arreglo. Tengo la garganta que ya no puedo con ella en mi defensa de la paz perpetua. Todavía puede haber solución. Sería bueno que Sánchez gane las elecciones y forme un pacto incluso con Feijoo. También tengo que decir que el político, en general, no quiere nada más que el poder, caiga quien caiga. No fallan los partidos, está claro que falla el ser humano.

¿Sería bueno que el bable fuera lengua oficial en Asturias?

Buena pregunta, porque yo hablo el bable occidental. Tengo dos libros publicados en él. No quiero que desaparezca mi asturiano, el asturleonés, que se habla en buena parte de la montaña leonesa. Que sea oficial resultará más complicado. Estamos perdiendo el asturiano del occidente y el del este. Entre todos quieren hacer un batiburillo, que no comparto. Deseo que en el colegio de mis nietas no desaparezca, que haya un porcentaje en esa lengua materna.

¿Qué visión tiene de Haití?

Llegué allí a través de Mensajeros de la Paz, del padre Ángel. Vi la miseria después del devastador terremoto, que causó unos 200.000 muertos. He visto morirse un niño en los brazos de su madre por disentería. He visitado un hospital psiquiátrico, que era una cárcel. He comprobado que le abrían la cabeza a una persona por un cabrito. Sobrevuelas la isla de La Española y ves perfectamente la línea divisoria entre los dos países. República Dominicana es fértil, pero en Haití se observa la deforestación. Hacen carbón de leña. La culpa de todo la tuvo Francia.

¿Cuál es el futuro de la humanidad, según su perspectiva?

El hombre capaz de las cosas más hermosa y de lo más desgraciado. Observo el futuro de la humanidad, con cierto pesimismo. Hasta hace treinta o cuarenta años he tenido la conciencia de que el ser humano cambiaría. No obstante, con lo ocurrido últimamente, el hambre en el mundo, el egoísmo... En La vida es sueño, de Calderón de la Barca, se dice: “Y cuando el rostro volvió halló la respuesta viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó”. Tiramos la comida y viene siempre detrás gente muerta de hambre a escarbar con una azada. Ahora mismo no tengo mucha fe, estoy decepcionado con la sociedad de hoy. No ha cambiado ni siquiera ante lo que plantean pensadores como Stéphane Hessel, el autor de ¡Indignaos!, que se publicó hace más de una década.

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