El incomprensible éxito de lo intrincado

06 ene 2016 / 10:35 H.

Después de El tiempo entre costuras, llegó Luz Gabás. Con sus Palmeras en la nieve conquistó a los lectores de la novela de María Dueñas —esencialmente, mujeres— y, en una secuencia similar, lo que nació para el papel saltó a la pantalla —esta vez, grande— para ser interpretado por la misma actriz (Adriana Ugarte) y hacerse de oro con salas de cine a rebosar de espectadores. En las dos semanas que lleva en cartel, el drama que rescata para el séptimo arte Fernando González Molina ha colonizado, nunca mejor dicho, la taquilla. La fecha elegida para su estreno, en plenas navidades, y el magnetismo de una historia convertida en best seller en un país en el que la lectura no es precisamente su fuerte abonaban el terreno del éxito, pero, por si había dudas de que no fuera así, la presencia de Mario Casas como protagonista masculino las disipó todas, definitivamente.

El galán del cine español de hoy se mete en el papel de un joven empleado en la finca de unos colonos, en el Fernando Poo del siglo pasado, para acercar a los espectadores a la dominación que España ejerció sobre la actual Guinea Ecuatorial y a la lucha de su población autóctona por la independencia. En una trama tan enrevesada como la novela de Gabás, con saltos del presente al pasado y viceversa que complican la comprensión de la historia, el director de Tres metros sobre el cielo (2010) y Tengo ganas de ti (2012) teje una película de metraje excesivo, en la que los flash backs del libro tiene diferentes efectos sobre las historias del presente y del pasado. La intensidad, verosimilitud y empatía que provoca el drama que comparten —y que unió en la vida personal— Casas y Berta Vázquez en la Guinea Española se difumina prácticamente en la que protagoniza Adriana Ugarte, en su viaje al ayer.

Las actuaciones de los personajes del presente incurren en el artificio. Son sobreactuadas y las lágrimas se asemejan a las del cocodrilo del famoso dicho. Pese a que Casas salva el tipo, en las casi tres horas que dura Palmeras en la nieve, lo más interesante son el carisma interpretativo que demuestra Macarena García y que González Molina aprovecha bien, la música que firma Lucas Vidal y corona Pablo Alborán y, sobre todo, la puerta que abre la película al pasado colonial español en África; al yugo y a la explotación que supuso, pero también a la pasión de cientos de españoles por una tierra de la que se vieron forzados a marcharse. Quizá, ahora venga lo mejor.