El Ballet Nacional arrebata el suspiro de los corazones

La plaza de toros se viste de gala para vivir una noche donde brilla el espectáculo

25 may 2019 / 12:34 H.

Los seguidores del Festival Internacional de Música y Danza “Ciudad de Úbeda” se dieron cita anoche en el coso de San Nicasio para disfrutar de uno de los espectáculos más esperados de los que forman parte de la programación de este festival. Una actuación a cargo del Ballet Nacional de España, bajo la severa dirección de Antonio Najarro.

El espectáculo dio comienzo a las diez de la noche en la plaza de toros, donde el público esperaba ansioso para disfrutar de un programa compuesto por los cuatro estilos de la danza española, como la Escuela Bolera, la danza estilizada, el folclore o el flamenco. Con esta programación, el Ballet Nacional de España pretende rendir homenaje a Antonio Ruiz Soler, pues el conjunto puso en escena, durante su actuación, la segunda representación de un estreno del Ballet Nacional de Danza, bajo el título “Eterna Iberia”, una coreografía que ha repuesto sobre una música que fue encargada por el propio Ruiz Soler al maestro Moreno Buendía, en el 63, para la creación de su ballet “Eterna Castilla”, estrenada en el Festival de Música y Danza de Granada.

Así, la velada arrancó con “Eritaña”, una de las piezas más emblemáticas de Antonio Ruiz Soler, acompañada por la música del célebre compositor y pianista español Isaac Albéniz, quien compuso Iberia al final de su vida, entre 1905 y 1909. Eritaña forma parte del Cuaderno número 4 y se estrenó el 9 de febrero de 1909, en París, tres meses antes de su fallecimiento. Su fuente de inspiración son las sevillanas y su nombre procede de la famosa venta que estuvo junto al Parque de María Luisa, en Sevilla.

Con “Eritaña”, el respetable se deleitó con unas sevillanas boleras y de su forma de ejecución durante el siglo XIX —auténtico apoteosis de la danza—. Seguidamente, el escenario se lleno con “Zapateado” y con la música de Pablo Sarasate, partitura del compositor navarro que es una delicia —fue estrenada en 1946 por Antonio en el teatro de Bellas Artes de Méjico y por el Ballet Nacional de España, en el teatro Lope de Vega de Sevilla, en 1986—. Anoche, el público pudo disfrutarlo interpretado por uno de los primeros bailarines del Ballet Nacional de España, Mariano Bernal. La tercera pieza de la primera parte del espectáculo fue “Eterna Iberia”, que aúna, bajo un mismo prisma, la mirada actual de los orígenes del ser humano con formas dancísticas actuales. Así, “Eterna Iberia” fluye a través de cinco movimientos como son la burlesca, la farruca, la danza festiva, el amor doliente de Ronda, y la danza con brío, representados todos ellos por números grupales y acompañados por la música de Manuel Moreno-Buendía.

Pero, sin duda, el plato fuerte de la velada fue “El sombrero de tres picos”, que este año conmemora el centenario de su estreno, pues se puso en escena por primera vez en el teatro Alhambra de Londres a cargo de la compañía de los Ballets Rusos de Serguei Diaghilev, con coreografías de Massine, música de Manuel de Falla y decorados de Pablo Ruiz Picasso. Una obra que narra las peripecias de “El Corregidor y la Molinera”, según la obra literaria de Pedro Antonio de Alarcón.

La original fue adaptada para teatro por Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga hicieron lo propio con la novela de Pedro Antonio de Alarcón, de 1874, para el teatro basada en una leyenda popular. Martínez Sierra y Lejárraga, en 1915, colaboraron con el músico gaditano en “El amor brujo”, gitanería para Pastora Imperio que Antonia Mercé “La Argentina” estrenó ya como ballet en 1925. Falla compuso “El sombrero de tres picos”, según las indicaciones de Massine, adaptando las escenas a su idea coreográfica, como cuando Tchaikovsky escribió sus famosos ballets siguiendo las necesidades del coreógrafo Marius Petipa. Por lo tanto, es el coreógrafo quien pide al músico la estructura, matices y ritmo que desea en la partitura, cosa nada frecuente, pues habitualmente la composición está ya creada y posteriormente se realiza la coreografía. La creación de Massine, de 1919, no deja de ser una “fantasía” sobre la danza española —ya que, aunque el coreógrafo y bailarín ruso trató de empaparse de “lo español”— y aunque aprendió algunos pasos y formas de la expresión dancística española, no era un artista con formación completa de danza española y, por lo tanto, muchos movimientos un tanto forzados y poco “españoles”.