Bendita normalidad la de Julio

    16 sep 2019 / 16:37 H.

    Reunir a casi medio millar de personas en la presentación de un libro no es frecuente ni fácil, menos en Jaén. Más, si el libro en cuestión rinde homenaje no a un artista, a un político o a algún intelectual de renombre, sino a un simple cura. Uno de esos sacerdotes sin “don” ni sotana. Uno de esos tipos corrientes, en apariencia sin nada especial, que muchas veces, la mayoría, pasan desapercibidos para todos nosotros, pese a esconder infinidad de tesoros.

    De Julio Millán Medina se ha hablado y escrito mucho estos días previos a la presentación de su libro. No seré, pues, yo quien venga a descubrir nada nuevo ni de su vida ni de su obra. De hecho, poco puedo contar y bien que me pesa, porque Julio es una de esas personas a las que te hubiera gustado conocer más a fondo o, al menos, con la que habrías querido mantener una conversación, sobre todo, en esas ocasiones en las que la vida se te pone cuesta arriba.

    Quizá sea ese uno de sus pequeños milagros, el tener la capacidad de hacerse cercano, próximo, y conectar con el otro aunque el otro sea a veces un perfecto desconocido. “Querer y dejarse querer”. A todos. Por todos. Como si siempre fuera fácil seguir el consejo dado por el Padre Ángel, otro de esos tipos corrientes y benditos por cuya vida nunca nos cansaremos de agradecer y también presente el viernes en el auditorio Guadalquivir de Jaén. Y junto a la cercanía, el compromiso. Un compromiso real, plasmado en obras concretas llevadas a cabo en Jordania, Ecuador, El Salvador, Perú o Haití, pero también en los pasillos de un hospital o de la cárcel o en una pequeña parroquia de la Sierra de Segura. Da igual. Cuando el compromiso surge de una fuerte convicción no importa ni el dónde ni el cómo, sólo el quién.

    Julio Millán Medina, en definitiva, pone rostro a tantas miles de personas, religiosas o no, que con sus vidas “normales y corrientes” reconstruyen este loco mundo bajo la innegable premisa de que toda persona es digna por el simple hecho de ser eso, persona, y que como tal debe vivir y ser reconocida. Llámennos utópicos, pero todavía hay quienes creemos que la batalla no está perdida y que otro mundo es posible, como siempre dice el Padre Ángel García.

    Gracias, Julio, por seguir manteniendo viva nuestra esperanza y perdón si no siempre somos capaces de seguir tu ejemplo. No te quepa la menor duda de que seguiremos intentándolo.