Antonio Miguel Roa López: “Necesitaba sacar mi tristeza y transformarla en esperanza”

El autor expone ahora su última colección en la Sala Gaspar Becerra de Baeza

21 ago 2022 / 17:09 H.
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Antonio Miguel Roa López (Torreperogil), a caballo entre lo autodidacta y lo meramente formativo, cursó estudios sobre procedimientos escultóricos, función del arte sobre las ciencias sociales, introducción en la antropología cultural andaluza y arte contemporáneo en la Escuela de Arte de Úbeda. Ahora expone sus trabajos realizados durante el confinamiento en la Sala Gaspar Becerra de Baeza, una colección con la que el autor quiso pintar de colores el grisáceo con el que la crisis sanitaria impregnó el lienzo de la vida cotidiana.

—El nombre de la exposición sugiere la intención de dar color a un lienzo en el que todo es gris, en este caso, por culpa de la crisis sanitaria...

—Sí, pero viene motivado también porque durante la pandemia estábamos encerrados y teníamos mucha tristeza. Yo, desde mi estudio, pintaba, le daba color a mis obras y, cada dos o tres días, las publicaba en Facebook para animar a la gente a pasar esos momentos de tristeza.

—¿La pandemia lo ha vuelto todo gris?

—Sí, y en el arte todavía permanece. Ha sido un sector muy afectado por la pandemia, creo que el arte debe salir del hoyo todavía, y cuando hablo de arte lo considero todo: música, literatura... Todo ello sigue dañado por la pandemia y tiene que recuperarse poco a poco, por eso pongo el color, para que podamos animarnos todos los artistas y veamos que existe un horizonte que está lleno de luz y de colores.

—¿La mala situación del arte la desencadenó la crisis del coronavirus o eso ya venía de antes?

—Venía de lejos. Recuerdo, hace quince años, cuando exponía en Madrid y había muchas más galerías de las que hay ahora. El arte está un poco dañado desde hace algunos años y la pandemia lo ha herido totalmente. Ahora se empieza a recuperar. El arte se encuentra en rehabilitación, por así decirlo.

—Su recuperación es también responsabilidad de todos, ¿no?

—Creo que la gente debería ser más sensible... Deberíamos volver a visitar exposiciones artísticas, regresar a las presentaciones de libros, volver a escuchar un concierto. El arte es el alimento del alma.

—Aparte del color, ¿qué otros elementos protagonizan las obras?

—No solamente hay lienzos normales, sino que también he presentado de grandes dimensiones, piezas que he tenido en el estudio durante la pandemia y, poco a poco, las he ido trabajando. También hay algunos bocetos de esta serie, bocetos que solemos hacer los artistas antes de acometer la obra final. Como anécdota, durante el confinamiento me quedé sin lienzos y me puse a pintar en paletas, en abanicos... Necesitaba sacar la tristeza que tenía y convertirla en color.

—En color, que es alegría.

—Alegría y también esperanza, y esa luz que en esos momentos necesitábamos. Pensé que poniendo color a mi obra, se iba a solucionar el problema, que esa era la misión de mi obra, que la gente se sintiera de otra forma.

—¿Por qué tienen tanta importancia la figura de las meninas? Recuerdan a las de Velázquez...

—La menina siempre la he llevado dentro porque, desde que era pequeño, me gusta observar el cuadro de las meninas. Posteriormente estudié a Velázquez, que para mí es el Dios de la pintura [...] Rescaté a la infanta Margarita, que la pinto con un solo ojo o deformada, y siempre en los campos de Jaén, me gusta ubicarla ahí. La reina Sofía me preguntó una vez que por qué la pintaba con un solo ojo, yo le contesté que las mujeres, con un ojo, ven lo mismo que el hombre con dos. Ellas son más intuitivas, quizás más sensibles, e incluso a veces no necesitan ni ojos.

—¿Es la primera vez que expone El color en tiempo de pandemia?

—Es ya la tercera vez que expongo en Baeza debido a las grandes dimensiones de los cuadros que suelo presentar y a otros detalles.

—¿Qué aceptación tiene la exposición entre quienes la visitan?

—Lleva abierta casi un mes y estará hasta el 28 de agosto, que es cuando se clausurará. La acogida ha sido muy buena porque ha coincidido con la feria. La muestra se inauguró a finales de julio, pero se mantendrá hasta finales de este mes. Como la feria de día se celebra muy cerca de la galería, la idea era ofrecerle a la gente un toque de color.

—A lo largo de su trayectoria, ¿ha sufrido de falta de inspiración?

—No. Empecé a pintar con seis años y mi primera exposición individual fue con ocho. Desde entonces, he hecho 140 exposiciones individuales por España y Europa. Necesito pintar, ponerme delante de un lienzo para dejar ahí depositado todo lo que he aprendido. Nunca me ha faltado inspiración.

—Es muy difícil ser profeta en la tierra de uno, ¿se siente respaldado en la provincia de Jaén?

—En la provincia habré montado treinta o cuarenta exposiciones individuales. No me siento profeta en mi tierra. La prensa me ha tratado muy bien, así como los ayuntamientos, que se han interesado siempre en exponer mi obra. Lamentablemente, uno es profeta cuando ya no está. El arte me sirve para vivir, para que mi alma respire, porque me acompaña a diario. Cuando muera, ya no me interesará nada, solo que la obra que deje en vida pueda ayudar a la gente.

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