Resiliencia o la fuerza creativa

27 abr 2020 / 12:01 H.

Todo será distinto a como era antes. Es el estribillo del relato global desde hace casi dos meses. Todas las miradas están puestas en paisaje después de la batalla contra la covid-19. De los escombros, habrá quienes hablen de “Restauración”, una vuelta a lo que había antes; y los habrá quienes hablen de “Renacimiento”, un volver a empezar. Dos formas de vivir esta crisis, como derrota o como desafío. Acudo al padre de la Filosofía de la Historia de la Modernidad, Johann Gottfried Herder (1744-1803) para quien “la razón de todo cuanto sucede es siempre una razón posterior; pues los procesos casuales son previsibles, pero los creadores no lo son (...) Los procesos históricos no transcurren linealmente, sino que se realizan a través de rupturas y ajustes; y no hay que asustarse por ello, pues así son las formas volcánicas en las que irrumpe lo nuevo”. Se trataría de entender la crisis actual como un momento más creativo que casual, ya que no era previsible.

En las dos primeras décadas del milenio se han vivido tres momentos con tales características: el atentado a las Torres Gemelas, la quiebra de Lehman Brothers y el más devastador, la desconcertante pandemia de la covid-19 que nos invade hoy. Han sido tres momentos críticos que llegaron, imprevisiblemente, destrozando la poliédrica cartografía diseñada a caballo entre los dos siglos, dejando en la cuneta, sin recursos ni horizontes, de forma especial, a las clases más desfavorecidas, agrandando la brecha Norte-Sur y, por miedo y seguridad, fortaleciendo la economía, el poder, la influencia y el control de la nueva elite que compone el G-7, los países que, desde su sala de máquinas, rindiendo culto al Big Data, amos y dueños del planeta “citan, paran, templan, cargan y matan” cuando quieren, como saben y porque pueden. Los expertos dicen que, desde la II Guerra Mundial, no se vivía una situación igual. Ahora, casi un siglo después, el mundo tiene que reinventarse y trazar una nueva cartografía. Cada generación necesita inventar sus palabras y sus preocupaciones para mantener intacto propio futuro.

Orwell de 1984 a 2020

En 1949, George Orwell, publicó “1984”, novela cuya urdimbre era el contenido escalofriante y la trama, el tiempo. El relato era respuesta a tres inquietudes de cara al futuro: la relación técnica-naturaleza humana; posibilidades de una manipulación técnica de la naturaleza humana; e influencia de la técnica sobre la política. Leída hoy, siete décadas después, queda claro que la realidad supera siempre a la ficción. La novela gira alrededor de una idea-eje. Mediante la técnica, el hombre siempre puede hacer más de lo que debe hacer, llegando a violar las fronteras de su deber; sin embargo, la humanidad progresa sin perder la conciencia de su interna libertad. El peligro, según el filósofo Martin Heidegger, queda conjurado por dos luminosos versos de Hölderlin: “Pero donde está el peligro, allí nace lo que salva”.

Laín Entralgo, en 1970, al final del prólogo de una nueva edición española de la novela, escribía: “Vistas las cosas como veintiún años, ¿cuál podría ser el contenido de una novela titulada ‘2020’?” Esa propuesta de novela que, con el título “2020”, el año actual, hacía el prestigioso médico, ensayista y filósofo español, y que debía ceñirse al género, idea matriz y estructura de la novela orwelliana, pudiera hoy escribirse desde dos claves. La dura realidad y la propuesta de un proceso personal y común que le haga frente desde el desafío, no desde la derrota.


Realidad y proyecto

La realidad está clara. La pandemia nos ha obligado al confinamiento, la medida más eficaz y solidaria para ganar la batalla al virus. Nos ha puesto sobre la mesa y ante nuestros ojos el mapa de la pobreza extrema, la soledad profunda de los ancianos, la intemperie de los sin techo, la vergonzosa desigualdad, la insidiosa fractura del Estado de Bienestar, la ruindad de una parte de la clase política, la voracidad de los amos del dinero, el fracaso del modelo territorial, la frustración del sistema educativo, la mentira bien pagada de los profesionales de la información, la pobre creatividad de la sociedad del espectáculo, la ineficaz política económica de la sopa boba, la debilidad del tejido industrial subvencionado, o, entre otras realidades más, la dependencia servil de los países pobres. También, por otra parte, la realidad nos ha enseñado su lado bueno. Esta pandemia nos ha parado los pies, nos ha hecho replantearnos las prioridades de la vida. Ha sacado a flote lo mejor de nosotros y nos ha abierto las ventanas a un mundo anónimo, solidario, entregado y comprometido.

El eje de esa novela sería la propuesta de cómo hacer frente a la crisis, poniendo en valor las fuerzas que habitan en nuestro interior. Habrá quienes se derrumben, como habrá quienes ofrezcan resistencia, armados con el significado psicológico de la palabra resiliencia (desde que fuera usada por vez primera, en 1626, por Francis Bacon aludiendo a la cualidad de resistencia en materiales técnicos, se ha aplicado a los campos de la ingeniería, psicología, sociología, ecología, tecnología, arte o arquitectura). La resiliencia es necesaria para afrontar esta crisis mediante un proceso en el que se combinan factores de naturaleza diversa que, actuando juntos, logren movilizar los recursos de los individuos, las familias y los grupos capacitándolos no solo para resistir los traumas, sino también para encontrar respuestas positivas y flexibles de adaptación, crecimiento y reconstrucción; propuestas concretas que ayuden a diseñar el futuro de forma positiva. Es un proceso que activa la resistencia y el crecimiento. Resistir, no para dominar, sino para no perderse uno mismo y construir con los demás un proyecto personal y común sólido, realista y abierto. Y que cada individuo y grupo pueda hacerlo con los ingredientes de la resiliencia: sana empatía, firme autoestima, abierta autonomía, nítida asertividad, entusiasta optimismo, moderada flexibilidad y gran tolerancia. El resiliente vive los problemas como oportunidades para aprender; tiene capacidad de adaptación, se rodea de personas con actitud positiva, no busca controlar situaciones, sino emociones; hace propósitos y proyectos concretos y realistas, busca ayuda y no deja de sonreír en la adversidad.

En la actual crisis global, la resiliencia a nivel global sirve para hacer frente a los nuevos desafíos globales. Y lo hace con proyectos sólidos, solidarios, incluyentes, concretos, arduos, realistas y asertivos; en los ámbitos de la economía, política, cultura, ecología o antropología; consolidando las libertades y creando organismos internacionales integradores, equilibrados y justos. El resiliente camina con la cabeza, no con los pies, y en el proceso, madura y crece. Hay que vivir esta crisis desde el desafío, no desde la derrota.