Mensajes con flor y versos
Jiennenses entregan su ofrenda al Nazareno en la antesala de su salida de madrugada
A marrados a sus flores, con el corazón encogido y la mirada clavada en el sufrimiento de Jesús. Amanece un radiante Jueves Santo y el camarín abre sus puertas al pueblo jiennense que acude, con respeto y devoción, a entregar su ofrenda. Esos claveles que formarán un monte rojo y que perfumarán al Nazareno durante su estación de penitencia. Se forma una cola que sale hasta la Carrera de Jesús y desde la que se palpa la emoción. En el templo, como si una fuerza superior atrapara a cada individuo, se concentran cientos de historias. Promesas, ruegos, agradecimientos, peticiones. Comunicación mística que solo entienden los que aman a la talla. Ante el trono, esperanzados, atormentados, ilusionados, felices o abatidos, los visitantes dejan sus ramos con su mensaje. Entre los asistentes se encuentran mayores que siguen la tradición de años atrás, familiares de jiennenses que vienen de otras ciudades españolas a pasar sus vacaciones y no faltan a su cita con el Abuelo, o bebés cuyos padres llevan en brazos por primera vez en su vida para conocer al Señor más venerado.
A la belleza floral se unió la artística. Así, los jiennenses Antonio Ramos, Antonio Rodríguez y María del Carmen Rueda recitaron unos versos ante las imágenes titulares, Nuestro Padre Jesús y la Virgen de los Dolores, acompañados por los músicos y cofrades Francisco José Aguilar y José María Mesbailer, que interpretaron algunos temas de Pasión. Asimismo, el cantaor José Gersol emocionó a los asistentes con unas saetas, que arrancaron las lágrimas a más de uno. Durante la mañana, la cofradía con su hermano mayor a la cabeza, Francisco Gutiérrez, realizó la primera ofrenda. A continuación, el alcalde, Javier Márquez, también participó en la entrega de claveles, en una tradición que inició su antecesor José Enrique Fernández de Moya. “Esta ofrenda quiere decir que Jesús ya está anunciando su salida”, dice Gutiérrez, quien también valoró la interpretación de la marcha del Nazareno con la guitarra. “Cuando se toca delante del Señor adquiere su grandeza y belleza”.
Si, ser los labios del silencio, fuera
tan solo desgarrar de un grito el viento:
Él no daría, al sol, su último aliento
sin regar con su sangre una cadera;
Ni al descorchar la flor, la primavera,
de un cáliz bebería el sentimiento,
al ver a su ángel libre del tormento
de crecer junto al tiempo en la madera.
Si ser Jesús fuera cumplir lo escrito;
un notario daría fe, al mundo,
de que el morir, con su muerte, ha prescrito.
En Jaén, a Jesús en su Poder
le apodan “el Abuelo”: un Dios profundo
que, al caminar, parece envejecer.
Antonio Ramos Olmo
Madrugada serena
de mirada quieta,
por tus caminos te alumbran
farolas y velas.
¿Quién se acerca de lejos
con caminar triste y lento?,
la más bella de entre las flores
ella es, ¡mi Virgen de los Dolores!
Presencia eres de hermosura
cual rocío del alba,
atardeceres cálidos
y poemas nacidos
en sentimientos de palabras.
¿Qué ven mis ojos
que a mí tanto me duele..?,
cuatro espadas
de agua salada
que se clavan
en lo más profundo
de mis entrañas.
¡Qué señora tan dolorosa!
¡Qué cara más inmaculada!
que ella siendo virgen
concibió al rey de nuestras almas.
El ruiseñor con su canto
de amanecida se acerca a ti
para calmar tu llanto,
lágrimas posadas en tez sin carmín.
Del cielo triste y frío
las estrellas bajan
para darle calor a tus manos
y también a tu dulce cara.
¡Rosas, claveles, nardos
perfumad el sendero!
para que con vuestro aroma,
ser el camino más aliviadero.
Costaleros llevádmela despacio
merced su desconsuelo
abrigad su cansancio.
Pues delante marcha su hijo,
cargado con el madero va
por nuestros pecados
le van a crucificar.
Ella que no tuvo nada,
nos da lo que más ama
porque el amor de una madre
ni las mayores riquezas lo iguala.
Madre dolorosa de mirada baja,
guiada por la pena
de quien lleva
tan honda carga.
María del
Carmen Rueda
Llega el Abuelo al Cantón,
de clamor, abarrotado
y, el fervor y la emoción,
riegan las calles, de llanto.
Soy débil y pecador,
fatuo,
encubro mis flaquezas;
¿merecerá mi vileza,
el favor de tu perdón?
Mi laringe, se libera,
del nudo,
que la bloquea;
lloro y rezo, mi oración;
miro a sus ojos, con fuerza
y, me alivia la conciencia,
el Ungido Redentor
¡Cuánto dolor, Madre mía,
en la escena del encuentro;
tu Hijo, aguanta su Cruz
tallada con burla y reto;
¡le han coronado de espinas;
blande, una caña, por cetro!
¡Que Jesús,
tu Rey maltrecho,
su suplicio, sin piedad,
y su alma, sin aliento,
te rompen el corazón,
con un certero puñal,
que se ensaña
con tu pecho!
¡Te lo pido, capataz!
déjale sitio a mi alma
y, colócale un costal;
que, la infame atrocidad,
que, a María, golpead en la cara,
parece que es más fugaz,
si la mecemos con garra.
Sus manos,
cansadas, tiemblan;
le escupen en las caídas;
le azotan con ira y fuerza;
su protesta, es compasión,
abriendo su corazón,
a quién, a Él, se lo cierra.
Se ha fajado en el escarnio,
que infinito Amor, tolera;
pero, solo desespera,
se derrumba y suda sangre,
cuando, mirando a su Madre,
todo su dolor le llega.
Plan divino, en la sentencia;
salvación por el Calvario;
impasible a la condena,
por la cruz de mi fracaso,
de su Cruz,
hacia el cadalso,
ni rehúye, ni reniega.
Antonio Carlos
Rodríguez Armenteros