Blanca pureza para celebrar el regreso de Cristo a la vida

El Resucitado y la Virgen del Amor Hermoso suscitan expectación

02 abr 2018 / 08:50 H.

Pétalos amarillos, blancos y rosas cubrieron el paso de la Virgen del Amor Hermoso, lo que demostró, como cada año, la arraigada devoción que los linarenses profesan a una cofradía que derrocha alegría con la imagen de Jesús Resucitado a la cabeza de un desfile con miles de personas en la calle. Además, las condiciones meteorológicas acompañaron la última jornada de la Semana Santa, que los devotos despidieron con añoranza y con la vista puesta en la próxima edición.

Levitando, con los pies a pocos centímetros del suelo, el Cristo de la Resurrección recorrió las calles de Linares desde la parroquia de Santa Bárbara, seguido por su Madre, Nuestra Señora del Amor Hermoso, una de las imágenes a las que se le guarda un cariño especial entre los cofrades de la ciudad. En este sentido, a su paso por el Parque de Bomberos, como es habitual, el Amor Hermoso recibió una enorme nube de pétalos, que coparon el cielo y el techo de palio de colores y se conjugaron con el azul de su manto, que a simple vista parecía una extensión más del mismo firmamento. Esto, sumado a los vítores, los aplausos, los gritos expresión de júbilo, los piropos y el mecer de sus varales, ardua labor de la cuadrilla de costaleros, creó un ambiente mágico que sirvió para decir adiós a la Semana Santa. Se trata de una de las procesiones de la Pasión que tiene mayor seguimiento entre los linarenses con más devoción y fe.

FERVOR SALESIANO. A su paso por la calle Calderón, el trono del Cristo paró ante el colegio San Agustín, donde se le dedicaron palabras cargadas de emoción ante el hito que celebra el Domingo de Resurrección, que no es otro que la vuelta a la vida tras su flagelación y posterior muerte en una cruz de “fría y serena” madera, como dijo el profesor del centro salesiano Juan Pablo Arévalo, que apeló a la gran esperanza para los ciudadanos que confiere que Jesús reviva. El docente pidió que “los pecados fueran borrados”. “Linares recibió al Señor con los brazos abiertos y una mirada repleta de esperanza. “Su resurrección es nuestro aliento y su presencia entre nosotros nuestra fuerza para seguir en pie, no caer y continuar adelante con la felicidad de sentirnos muy queridos”, espetó Arévalo ante los centenares de fieles que ocupaban los alrededores del centro escolar.

Definitivamente, se trató de un Domingo de Resurrección que quedará para el recuerdo, en el que el sol y el calor acompañaron a una celebración histórica que despidiós la Semana Santa hasta el año que viene, cuando regresará con ganas.