Una empresa familiar que recoge una sabiduría milenaria y ha sabido, generación tras generación, adaptarse al siglo XXI

PREMIO a la tradición familiar

17 jul 2018 / 08:13 H.

Hace mucho tiempo, en el municipio de Ibros, un joven comenzó a recolectar y usar plantas medicinales para aprovechar sus propiedades. Esto se convirtió en una tradición que fue pasando de padres a hijos y terminó dando lugar a la empresa jiennense que hoy es conocida como “Plantacar”.

Mateo Carrasco Carrasco lleva años trabajando con el objetivo de que aquella pequeña empresa familiar pasase a ser una compañía conocida en los ámbitos español e internacional.

Sin embargo, él deja claro que los cimientos de esa empresa no fueron suyos, sino que vienen de mucho más atrás en el tiempo.

“Los comienzos no fueron míos, sino de mis antepasados, porque es una empresa familiar que viene mi padre, de su padre, del padre de su padre y que es milenaria. Es una empresa que lleva toda la vida, que no empezó ayer. Nosotros la hemos modernizado más, introduciéndola en el mercado nacional e internacional, pero la empresa la fundaron mis antepasados”, confiesa Carrasco.

La mayoría de plantas con las que se forman sus productos provienen de la provincia de Jaén, más concretamente de sierras como la de Cazorla, salvo aquellas que no pueden cultivarse aquí y vienen de fuera. De esta manera buscan que la mayoría del género sea de Jaén para poder tratarlo ellos desde el primer momento.

En lo que respecta al crecimiento y expansión de la empresa, Carrasco quiere recordar que fue su padre el primero que salió fuera del pueblo con el objetivo de dar a conocer lo que habían aprendido en ese tiempo.

“Mi padre ya salía fuera con una bicicleta y se desplazaba cada vez más lejos según pudiera. A veces iba sin vehículo y se acoplaba en el de otros amigos. Después nosotros hemos ido haciendo ferias, exposiciones, para darnos a conocer todavía más”, explica a este periódico.

El crecimiento de la empresa también ha hecho crecer su número de trabajadores, ascendiendo a 17 empleados, que ya no forman parte de la familia. Algo que fue necesario cuando se crearon tiendas en Úbeda, Linares, Castellón y, por supuesto, Ibros.

“La empresa ha cambiado pero porque anteriormente no tenían estos medios, nosotros hemos podido adquirirlos, hemos aprendido a crecer y conocer mejor el producto”, afirma.

Carrasco asegura que siempre quiso hacer este trabajo porque es lo que más disfruta gracias a que todavía puede ser una empresa familiar.

“La tradición sigue porque tengo un hijo que tiene 30 años y que también forma parte de todo esto y le gusta mucho. Eso es lo bonito que tiene esta empresa. Que ha ido pasando de padres a hijos”, confiesa.