Jiennenses del Año 2022: Fanny Rubio, una revolucionaria cultural

Galardonada en el ámbito en el que se mueve desde que era una niña, es una embajadora de las letras, una intelectual de todos los tiempos y una escritora que siempre está de moda

08 may 2023 / 09:18 H.
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Su nombre incomodaba en el reducido espacio de las portadas de los libros y abrevió lo que pudo con esas cinco letras que, con el paso del tiempo, se convirtieron en internacionales. Francisca Rubio Gámez (Linares, 1949) es la verdad que se esconde detrás de la otra verdad, la que escribe en verso y en prosa Fanny Rubio, una embajadora de la cultura y la intelectualidad de la que sus paisanos tienen sobrados motivos para estar orgullosos.

Premio Jiennense del Año 2022 en Cultura, la autora de textos críticos, narrativos, poéticos, periodísticos y ensayísticos tiene una bibliografía imposible de resumir en cuatro páginas. “La mujer total”, como la llegó a definir Francisco Umbral, destaca en todas la facetas profesionales de una trayectoria en la que tocó y toca todos los palos, la docencia, la investigación, la poesía, la novela y la militancia activa de un ideario necesario para la creación de la conciencia crítica incluso cuando la vida está en riesgo.

Todo comenzó en una época en la que sobrevivían los sietemesinos y, sin embargo, morían quienes nacían con un mes más. A la vista está que rompió moldes nada más salir del vientre de su madre. Fue un 15 de octubre y su familia esperó tres días a registrarla oficialmente, por si las moscas. Su primera escuela fue la tienda de ultramarinos cercana al Paseo de Linarejos que tenían sus padres, una casa de puertas abiertas al barrio en la que, en la trastienda, había un Diccionario de la Lengua Española y una libreta con los apuntes de los clientes. Ni un libro más. Valencia marcó su infancia, un recorrido de dos años inolvidable en el que descubrió la guitarra, el mar, la huerta... y la lectura. Sus abuelos maternos, procedentes de Linares y de Lupión, tenían una pena de destierro y aprendió con ellos lo impensable, aunque hay dos ideas que nunca olvidará: la formación continua como filosofía de trabajo y la conciencia clara que de que las mujeres tenían que hacer las mismas cosas que los hombres. De regreso a la Ciudad de las Minas, Fanny Rubio, con un máster de música popular en el cuerpo, ingresó en el colegio de las Josefinas de su tierra junto con su hermana, cinco años menor que ella.

En el instituto llegó su primer encuentro con el oficio de la pluma. Recuerda el nombre y los apellidos de profesores que influyeron en lo que llegó después, desde el de Francés hasta el de Matemáticas, porque la alumna tenía cabeza para todo. Destacable fue en esa etapa su acercamiento a Manuel Lozano Garrido, conocido por todos como el beato Lolo, con una biblioteca tan rica como su escritura, de la que se empapó todo lo que pudo y más. “Cuando puse un pie en Granada ya tenía un libro publicado, “Primeros poemas’”, recuerda. Lo intentó con la costura, también con la cocina, que es lo que imperaba en el momento, pero todos sabían que lo suyo era las letras. Se licenció en Filología Hispánica, se doctoró en Filología Románica y elaboró una tesis doctoral sobre la poesía española de posguerra tan interesante como única. “Escribir es un trabajo sacrificado, no se interrumpe nunca, cuesta recuperar el hilo al regreso de cualquier actividad, al volver el sacrificio es mayor, pero tenía claro esa dedicación de oficio casi religiosa”, dice.

Su elección de destino tiene la recompensa de la reconciliación con sus propios libros, que asegura que le regañan, incluso, si se porta mal con ellos. Amiga de las cuadrillas y el trabajo en equipo, hay obras corales dirigidas por esta escritora de alma minera que siempre tiene un ojo puesto en la tierra del pan amasado y el aceite recién molturado. Se estrenó en la docencia en la ciudad marroquí de Fez, donde llegó de la mano de su entonces marido, Bernabé López, y empezó un periplo por un mundo cultural en el que todo está todavía por explorar. Después fue la Uned y, por último, la Universidad Complutense, donde hoy es catedrática emérita.

Entre el comienzo y el final de la docencia, hay una amplia amalgama de experiencias y vivencias de las que no se pueden olvidar, como aquella primera vez que, en sustitución de Emilio Orozco en Granada, como becaria de investigación, le temblaba la voz hablando de la poesía de San Juan de la Cruz, porque Fanny Rubio desplegó pronto su interés por figuras de la mística hispánica que le posibilitaron adentrarse en el papel de la mujer en la Edad Moderna. Hasta estudiantes de Medicina tenía en sus magistrales clases.

La pasión por la formación continua heredada de su abuelo siguió en unos años en los que conoció a los grandes de la literatura, desde Dámaso Alonso a Umberto Eco, desde Octavio Paz hasta Caballero Bonald, desde Francisco Umbral hasta Juan Genovés... “Un escritor respira en la novela, en el ensayo y la poesía”, responde a la pregunta de “¿Con qué género se siente más cómoda?”. Como un genetista en busca del gen, también le encanta la investigación. Son recomendables sus libros tan ricos como diversos y, aunque cada uno es especial, es digno de destacar que “El dios dormido” tiene como telón de fondo la historia del duelo por la muerte de su hermana que va ya por cuatro ediciones y, además, mejoradas. El único problema de esta grande entre las grandes de la cultura es la soledad de la literatura. Lo demás es todo coser y cantar, porque de cante también sabe la protagonista de esta historia, en concreto, de tarantas.

Madre de Clara y abuela de Diego, Alma y Hugo, regresa a su tierra, esa que tanto le duele, siempre que el tiempo y el trabajo le permiten el necesario respiro para no perder la distancia y el roce que hace el cariño. No es que sea la mujer perfecta, pero no hay otra que domine como ella el buen uso de la palabra impresa en esas curas de humanidad que quedarán impresas para siempre.

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César Antonio Molina: “Representa a la mujer en la cultura”

César Antonio Molina es un escritor de reconocido prestigio que fue ministro de Cultura en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Amigo de Fanny Rubio, fue una tesis doctoral la que unió sus vidas. Habla maravillas de ella: “Es una gran mujer que encarna ella misma el feminismo antes de las feministas. Yo la conocí en la Universidad, porque había hecho su tesis doctoral sobre las revistas poéticas españolas de la posguerra y yo estaba haciendo una tesis sobre la historia de la prensa literaria española, de la que ella formó parte del tribunal que la juzgó”. Ahí fue el comienzo de una relación que se remonta casi cincuenta años atrás. “Siempre he tenido una gran admiración hacia ella, porque es una gran profesora, una gran ensayista, una gran poeta y una gran narradora”, subraya César Antonio Molina. Asegura que esa obra suya, “El dios dormido”, es para él una de las grandes novelas de las últimas décadas. “Es una persona que sin los aspavientos que hoy tiene todo este grupo de mujeres que parece que son ellas las que han existido en la historia de la humanidad, Fanny Rubio había hecho una labor extraordinaria en favor del papel de la mujer en nuestro mundo cultural. Es una persona que se ha dedicado al estudio, al trabajo, cosas que en este país son difíciles de reconocer, porque se reconocen a gentes con infinitos menos méritos que ella y, sin embargo, a una persona como esta escritora, que debería tener los más altos reconocimientos, se les esquiva”, resume el escritor. Asevera que el reconocimiento de Jiennense del Año en el apartado de Cultura es un “premio muy merecido. Y añade: “Tiene mérito porque triunfar en la propia tierra es lo más difícil y, sin menoscabo de ese galardón que ya de por sí es importante, se le debe ya reconocer en el ámbito nacional”. Ni una palabra más que añadir.

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Encarnación Ruiz Bonilla: “Es una mujer muy cercana”

Fue compañera de Fanny Rubio en el colegio Las Josefinas de Linares y, por eso del apellido, sus pupitres, esos de madera antiguos, estaban prácticamente juntos. Siempre mantuvieron la amistad intacta, incluso con el paso de los años y las maletas que hay que hacer de ese ir y venir obligado por un trabajo variado como el que tuvo la premiada con el Jiennense del Año. Encarnación Ruiz Bonilla, Encarnita para las amigas, habla maravillas de la escritora: “Ha destacado siempre por su oratoria, se expresaba divinamente desde muy pequeña y, mientras todos nos parábamos para pasar la hoja y leer, ella no se paraba, leía inmediatamente”. Añade: “Es una mujer inteligente, cariñosa y muy cercana, unas dotes de las que puede presumir desde que era muy pequeña”.

Encarnita dice que Fanny Rubio nació así, tal y como es hoy. Insiste: “Éramos compañeras de pupitre, hemos mantenido la relación y sigue igual de humana. Tengo empatía, la quiero de verdad, precisamente porque como es ella. Es una trabajadora incansable, mientras las demás nos hemos jubilado y nos dedicamos a nuestras acciones, ella trabaja intensamente, ha sido profesora hasta los setenta años y continúa con las conferencias, investigando, leyendo y ampliando sus libros. Hay pocas personas en el mundo que trabajen día y noche como ella”. Encarnación Ruiz estudió Filosofía y Letras e impartió clases, durante cuarenta años, en el colegio La Presentación de Linares. No pierde de vista a su amiga, habla con ella siempre que puede y les encanta reír juntas.

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Carmen Bermúdez: “Escribí de su poesía”

Carmen Bermúdez es otra institución en el mundo de la cultura y, desde joven, siguió de cerca cada paso que dio Fanny Rubio. “Recuerdo que hizo su primera poesía muy joven cuando todavía vivía Linares, me la mandó para que la leyera y le dediqué una página entera en las páginas de Diario JAÉN”, rememora. Era su primer “librito” de poesía. Después, entablaron una relación que hoy perdura y, aunque la distancia puso trabas, lo cierto es que hay vivencias que nunca se pueden olvidar. “Conoció a su novio, que era sobrino de Federico García Lorca, vino a Jaén a hacer el servicio militar y ella vino a mi casa bastantes días y desde entonces me está muy agradecida”, relata Carmen Bermúdez. Eso fue al comienzo de una trayectoria que después las llevó a ambas a Madrid, donde coincidieron en muchas actividades culturales, en jurados literarios, en certámenes... Añade: “ Cuando pasó lo de Tejero, me llamó diciendo que se iba a refugiar en mi casa, yo le dije que sí, pero no hubo que llegar a ese extremo”.




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