En tierra de frontera

Con un rico entorno natural, su cultura guarda influencias levantinas, manchegas y granadinas

27 mar 2016 / 10:35 H.

Dicen los lugareños que el nombre le viene a Siles de los numerosos silos que pueden verse en el cerro de San Sebastián. La cuestión es que la noble villa de Siles atesora este título ya desde el siglo XIV, luego confirmado por el rey Felipe II durante su reinado. Entre su importante patrimonio cultural cabe destacar el Torreón del Cubo, la Casa de la Tercia, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción o la ermita de San Roque, con un casco antiguo de empinadas calles y caprichosos recovecos que recuerdan su pasado medieval.

Tierra de frontera, ha recibido a lo largo de su historia gran influencia de las zonas levantina, manchega y granadina, circunstancia que marca su particular idiosincrasia, además de su rico folklore popular. Pero los pueblos son sus habitantes y, en Siles, las mujeres tienen verdadero mando en plaza. La asociación Sierra del Agua, con casi un cuarto de siglo de vida, es una de las pioneras de la provincia, y de las más activas. Su presidenta, Regina Fernández Martínez, destaca que este 8 de marzo ha sido especial, por el homenaje que rindieron a las abuelas, con una exposición fotográfica sobre ellas y con enseres de su día a día que se pudo visitar en el salón de usos múltiples y que ahora se recopilará en un libro editado con el apoyo de La Caixa. Ignacia Martínez, su socia de más edad, que recibió hace poco un homenaje, es de las que más tiran del carro.

A la vista, el encuentro comarcal del domingo 3 de abril en La Puerta, o su comida de convivencia el 10 de abril, además de otras muchas actividades. Son casi 140 socias, muchas de ellas savia joven, con todo el futuro por delante.

Especialmente curiosa es la gastronomía, en la que a todo se le llama ajo: ajoatao, ajopringue, ajoharina... Además de su típico hornazo para la fiesta de San Marcos el 25 de abril o la popular “caldera de san Roque”. Porque, si hay que buscar una buena excusa para acercarse hasta allí, ese es el día 16 de agosto, fecha en la que todos los años, en la ermita de ese santo, se sacrifica un toro que después se guisa en una monumental caldereta que, como ancestral rito, degustan todos los sileños. Y los visitantes, por supuesto, que siempre son acogidos como si de un vecino más se tratase.