Huella visigoda y una fiesta singular

Una peculiar celebración del siglo XVII que recuerda el peculiar carnaval de septiembre

20 mar 2016 / 10:20 H.

Llego a Rus en lo que se tarda en nombrarla: ¡qué maravilla de autovía nene! ¡ni que se hubieran tirado una eternidad para hacerla! Comienzo mi deambular por este lugar de La Loma de cuyo nombre no me puedo olvidar por el Paseo del Emigrante, antes conocido por el “paseo del tentadero”, en memoria de aquellos tiempos en los que para conocer a la pareja no había que enviar un guasap con la foto poniendo morritos.

Sigo mi paseo, el emperador Septimio Severo me saluda mientras llega a mis oídos el relajante sonido de los chorros del agua que vierte la bella fuente de la Plaza de Triana. A mi derecha, según se sube una cuestecilla, se impone el torreón de lo que fuera un castillo. Más adelante, ante la majestuosa Iglesia de la Asunción, un chaval juega al frontón en uno de sus muros, la pleistesion con la mejor definición conocida. Alcanzo el Ayuntamiento y mientras observo sus dos leones de piedra, se me vienen a la cabeza los del Congreso, convertidos ya en dos pobres perdices mareadas.

De vuelta, me paro en la biblioteca municipal y charlo con la responsable sobre el grupo de teatro “El Celemín” al que pertenece y de la última obra que interpretaron a los pies del oratorio visigodo de Valdecanales al que habría que echarle cuenta de vez en cuando para no perder tan fabuloso patrimonio.

Al salir me encuentro a Lucía que me invita a conocer la Asociación de voluntarias “Nazarei”, formada por mujeres a las que los días se les hacen cortos para llenarlos de actividades. Me cuenta Emilia, que la Asociación nace en 2006 y que a lo largo de estos años han organizado cursos para hacer jabón con aceites de oliva, de estética, gimnasia, manualidades y sobre todo, colaboran para conservar las tradiciones ruseñas, en especial, la Fiesta de Mozos, la más singular de todas las de Rus. Paqui me cuenta que decoran carrozas, diseñan caretas y disfraces que es un no parar.

Esta peculiar efeméride se remonta al siglo XVII, cuando las comarcas de Baeza y Úbeda sufrieron la peste “bubónica” que afectó a los mozos ruseños. Ante esto, y mientras se inventaba la Seguridad Social, imploraron al Santísimo sacándolo en procesión y desde aquel momento cesaron los contagios. Así fue cómo nació esta especie de carnaval en septiembre.