Los exquisitos sabores de una cocina fruto del mestizaje cultural

La esencia española de tres siglos se funde con la rica gastronomía asiática

15 may 2016 / 11:02 H.

Para el filipino, comer es un auténtico placer. No importa la hora del día; de hecho, muchos restaurantes y puestos de venta de comida tienen licencia las 24 horas. Aunque hay tres comidas principales —desayuno, almuerzo y cena— es habitual picar entre horas o tomar pequeños aperitivos, por lo que se tiene la sensación de que siempre están comiendo. Si va a Filipinas, tenga en cuenta que una de las mejores formas de agasajar al invitado es compartir mesa y mantel; todo les parecerá poco y, aunque asegure que ya está saciado, no dejarán de animarlo a probar nuevos platos y seguir comiendo. Los periodistas de Diario JAÉN lo comprobaron cuando fueron invitados a almorzar en casa del alcalde.

La cocina filipina es fruto del mestizaje cultural indisolublemente ligado a su propia historia. Los más de trescientos años de historia como colonia española también han dejado su huella en numerosos platos. Algunos sabores resultan verdaderamente familiares, como el guisado o el asado. Por otro lado, la influencia del sureste asiático es indudable, por lo que la cocina filipina supone todo un mestizaje culinario.

El principal aspecto característico es la omnipresencia del arroz. Es su pan, por lo que está presente en todas las comidas como acompañamiento —incluso en los restaurantes de comida rápida, como el Jollibee, una franquicia filipina extendida por todo el país—. Aunque se consume pan y hay panaderías, este se utiliza más para picar entre horas. Es muy conocido el “pan de sal”, bollos curiosamente dulces, a pesar del nombre, y de una textura muy esponjosa.

Los cubiertos que utilizan habitualmente son el tenedor y la cuchara, por lo que deberá servirse de ellos para partir la carne o el pescado. No suelen acompañar la comida con bebidas alcohólicas, por lo que agua y refrescos son los principales acompañamientos. En cuanto a cervezas, como no podía ser de otro modo, reina la marca San Miguel, fundada en Manila en el año 1890.

Comer en el Jaén filipino es realmente barato y, en general, en todo el país. Hay muchos puestos callejeros equipados con mesas y sillas en los que disfrutar de exquisitos sabores por apenas un puñado de pesos, siempre que se sea capaz de dejar a un lado “prejuicios gastronómicos”. Por ejemplo, un almuerzo para cuatro personas, con bebidas incluidas puede costar unos 450 pesos, lo que representa aproximadamente 9 euros.

Una amplia variedad para la degustación
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Carnes, verduras, pescados y pastas conforman una oferta con sabores conocidos y un ligero sabor picante, muy del gusto filipino. Para el postre, el típico halo-halo filipino, con helado, frutas, leche, hielo y flan, entre otros productos dulces.