El feto de pato cocido es todo un manjar en las Filipinas

El balut se degusta tanto en mercados como en restaurantes de alta cocina

15 may 2016 / 11:02 H.

Lo que se come tiene un importante peso cultural. En nuestro Jaén disfrutamos con un buen vaso de caracoles, no nos resulta extraño comer criadillas fritas o una rica sesada. Podrá gustarnos más o menos, pero forma parte de nuestra cultura, no nos llevamos las manos a la cabeza. Sin embargo, en otros países pueden mirarnos con cara de asco cuando los degustamos. Usando el símil gastronómico, si le damos la vuelta a la tortilla, hay costumbres gastronómicas que nos pueden sorprender, que nos levanten el estómago o que incluso nos puedan parecer aberrantes. Pero, lo dicho, todo es estrictamente cultural.

Uno de los platos más apreciados por los filipinos es el balut. Explicado de forma concisa, es un embrión de pato o de gallina, madurado durante 18 días, que después es cocido. En el municipio de Jaén en Filipinas, concretamente en el barangay de Pamacpacan, hay una granja dedicada a la producción de los balut —balot en tagalo—. Esta está centrada en la producción de huevos de pato. Según los trabajadores, los huevos son cubiertos de arroz en unas dependencias de la granja con alta temperatura. Esto permite que el embrión se desarrolle como si estuviera siendo incubado por la madre. Llegado el día 18 son sacados del arroz y cocidos con sus propios fluidos. Entonces, los baluts ya están listos para ser vendidos.

Se suelen comer como aperitivo o integrados en otros platos, como el adobo, o fritos en tortilla. El precio varía si se compra en un mercado público o se come en un restaurante de alta cocina, donde también es muy valorado. En el primer caso se puede adquirir por entre 30 y 40 pesos, 60 y 80 céntimos de euro, respectivamente. Para degustarlo se rompe ligeramente la cáscara y se absorbe el líquido interno. Posteriormente, se retira por completo y se come el embrión y el contenido del interior. Según gustos, se le echa unos granos de sal o se adereza con gotas de vinagre o salsa picante. Definen su sabor como una mezcla de carne y huevo, con ligero sabor amargo al final. Nutricionalmente supone una rica aportación de proteínas y, desde un punto de vista más próximo a la sabiduría popular, se le atribuyen propiedades afrodisíacas y ser un buen tónico. Sea como fuere, en Filipinas lo consumen personas de todas las edades y se vende por doquier.