Cuando lo pequeño es grande
Entre los ríos Guadalquivir y Guadalimar viven torreños luchadores y unidos
Puede parecer un gran tópico, pero en el caso de Torreblascopedro es realmente cierto. Son pocos habitantes, pero muy bien avenidos. Una sociedad civil vertebrada que es capaz de unirse cuando lo requieren las circunstancias cual Fuenteovejuna. A la memoria viene su reciente lucha para lograr un puente digno con el que salvar un vado que cada vez que caen cuatro gotas se inunda. Y todo porque las administraciones no se ponían de acuerdo sobre la responsabilidad de esa intervención. Al final, su tesón tuvo sus frutos y la Diputación asumió la solución, aunque la titularidad todavía queda un poco en el aire. Ese es su gran tesoro, su capacidad de superar unidos los problemas, pero no el único, desde luego.
Situado en la comarca de La Loma, su población según el INE es de 2.835 personas, y comprende las dos entidades locales Torreblascopedro y Campillo del Río. Como tantas sorpresas que se descubren haciendo camino, resulta curioso que este municipio se conozca entre sus habitantes y entre los vecinos de ciudades cercanas como “La Torre” cuando, además, resulta que no hay torre alguna allí. De ahí el gentilicio de torreño, eso sí.
Marca su diseño urbanístico y el relieve suave de su término municipal la peculiaridad de encontrarse enclavado entre dos ríos, el Guadalquivir y el Guadalimar. Especial mención merece el Centro de Arte Contemporáneo Francisco Fernández, importante foco cultural de los torreños. El día 1 de mayo se celebran las fiestas en honor de San José, conocidas antiguamente como “las fiestas de los hombres”. También, las de Santiago y de Santa Ana, en julio; y las del Emigrante, en Campillo del Río, en agosto. Pero, si se habla de gastronomía, no hay que dejar de probar las tortas de bizcocho y unas magdalenas ricas de verdad, hechas en el obrador del pueblo.
La pedanía de Campillo del Río se encuentra a unos ocho kilómetros del núcleo urbano en sí y cuenta con la mayor producción de espárrago blanco de la provincia, además de ser un enclave pionero en la producción de energía solar.
Merece la pena acercarse y descubrir el encanto autóctono de estos pequeños pueblos. Tanto como para regresar a ellos después de una larga vida de trabajo fuera de la provincia y reencontrarse con ese lugar de la infancia en el que merece la pena disfrutar de lleno de una más que merecida jubilación.