Otoño del patriarca de los cantautores

Paco Ibáñez canta esta noche en el Teatro Infanta Leonor, en el marco del Festival, a partir de las nueve
Paco Ibáñez, en el Gran Teatro de Cáceres. De fondo su mítica foto saludando en el Olympia de París, en 1969. / Archivo Europa Press.
Miguel Ortega

Francisco Ibáñez Gorostidi es Paco Ibáñez, cantautor nacido en Valencia hace 87 años. Es hijo de valenciano y vasca. Como su canción, que musicaliza desde sus inicios poemas de autores españoles y suramericanos, clásicos y modernos, sigue en pie. Este viernes, a las nueve de la noche ofrece un concierto en el Teatro Infanta Leonor, enmarcado en el Festival de otoño de Jaén. Fue en aquella televisión española en blanco y negro del año 1967 donde cantó Andaluces de Jaén, el poema musicado de Miguel Hernández, el himno popular de esta provincia y un símbolo reivindicativo. Vínculo, además, que le une para siempre a Jaén, sus olivos y su destino. De hecho ha visitado con cierta frecuencia la provincia.

En las notas biográficas que pueden consultarse en internet se asegura que comenzó a estudiar guitarra en 1952 y que en París asistió a los cursos de Scola Cantorum; luego los amplió con el gran linarense Andrés Segovia. Tal era su tono, que la Dirección General de Seguridad le prohibió cantar en España. Volvió tras la muerte de Franco. Lo que no pudo impedir esa Dirección General fue un concierto que es memoria colectiva de una generación entera, el que ofreció en el Olympia de París, el 2 de diciembre de 1969, y del que se grabó un doble Lp. Ha musicado y cantado a Quevedo, Góngora, Lorca, Hernández, Alberti, Celaya, Goitisolo León Felipe, Blas de Otero. Brassens o Neruda, entre otros.

Entre la ingente producción de clásicos y modernos supo elegir, lo hizo con intención y con convicción, y esos poemas cantados con el único sonido de su guitarra siguen vigentes. Escuchen si no, de nuevo, Andaluces de Jaén, o repasen algunas letras. De Francisco de Quevedo: ¿Quién hace al ciego galán y al prudente sin consejo?/¿Quién al avariento viejo le sirve d río Jordán?/¿Quién hace de piedras pan, sin ser el Dios verdadero?/El dinero. De Rafael Alberti: Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre/se escucha que transita solamente la rabia,/que en los tuétanos tiembla despabilado el odio/ y en las médulas arde continua la venganza,/las palabras entonces no sirven: son palabras.

Y esta definitiva, de Gabriel Celaya: Nosotros somos quien somos./¡Basta de Historia y de cuentos!/ ¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos./Ni vivimos del pasado,/ni damos cuerda al recuerdo./Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos./¡A la calle! que ya es hora/de pasearnos a cuerpo/y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

Hasta sesudos universitarios han realizado trabajos fin de grado sobre el patriarca de los cantautores, para subrayar —lo dice también su web oficial— la trascendencia de su obra, o de sus hitos, como el del Olympia de París para una España que cuando empezó transitaba por el túnel del franquismo y a la que ayudó a a acelerar el tren hacia la democracia.