Más indagaciones sobre el vertido de lejía al paso de la Virgen del Rosario
Sigue siendo tema de conversación de muchas tertulias y charlas, en la capital. Se habla y mucho del polémico incidente acaecido en la noche del domingo en los alrededores de la Catedral.
Hacia las 21:15 horas del 2 de octubre, el paso de la Virgen del Rosario —que volvía a procesionar por las calles tres años después debido a la pandemia de la covid— sufrió un vertido de lejía por parte de una persona residente en la zona, desde un balcón. Concretamente, este incidente ocurrió cerca de la esquina en la que confluyen las calles Francisco Coello (Llana) y Espiga. Fueron sólamente unos segundos, los suficientes para que las decenas de personas que se encontraban alrededor se alterasen ante la sorpresa que supuso ver esa lluvia de lejía y percibir u olor característico, en un entorno que se caracteriza por la estrechez de sus calles. El cortejo procesional, además, se encontraba en el tramo final del recorrido hasta su templo, el Convento de las Hermanas Carmelitas, lugar del que inicia su desfile procesional la hermandad de La Estrella.
Después de que una patrulla de la Policía Local se personara en el lugar de los hechos, la cofradía de la Virgen del Rosario evaluó durante la jornada de ayer los posibles daños causados por el vertido, al mismo tiempo que estudia interponer una denuncia para que el cuerpo municipal comience una investigación que permite hallar al posible autor de este suceso, aunque ya se están ahciendo las primeras pesquisas. Más allá de la repercusión generada, no hubo que lamentar daños ni en la talla de la Virgen del Rosario ni en el manto. Sin embargo, los mayores perjudicados fueron los capataces del paso, que vieron cómo sus trajes tenían numerosas manchas de lejía, al igual que las camisetas de los costaleros que estaban en ese momento fuera del trono, u otras prendas de personas que se encontraban allí.
“Mi traje, comprado expresamente para la procesión, tuve que tirarlo”
El capataz del paso de la Virgen del Rosario, Agustín Úbeda, se percató del vertido de lejía mientras dirigía los pasos de los costaleros que portaban a la Virgen del Rosario: “Nosotros teníamos que estar pendientes del paso, pero la gente comenzó a arremolinarse y estaban avisando de que lo que estaba cayendo del cielo era lejía”. Tal y como reconoce, ese vertido fue instantáneo y tras este hecho, Úbeda decidió parar el paso para comprobar los posibles daños causados: “Parece que, gracias a Dios, a la Virgen y al paso no le han pasado nada, pero si hubo trajes manchados, la ropa de la gente que había también con manchas de lejía”. En este sentido, el capataz de la Virgen del Rosario añade: “Mi traje, que me lo compré expresamente para la procesión, tiene numerosas manchas y lo he tenido que tirar. Lo mismo pasa con el de mi hijo, que también estaba en el cuerpo de capataces, por tanto unos 400 euros tirados a la basura”. Por último, Úbeda señala que solo fue un “susto”, pero suficiente, tal y como atestigua, para empañar un día histórico: “Todo estaba transcurriendo de maravilla, la temperatura era buena, muchísimas gente nos acompañaba por las calles y la recogida siempre es un momento familiar, por eso había también numerosas niños. Siempre tenemos que convivir con este tipo de personas”.