Cien tejas para la casa de Foro
Cuando Diario JAÉN publicó el 7 de marzo de 1944 que El Tranco embalsaba ya agua, hasta 25 millones de metros cúbicos, Antonio Arroyo Serrano no había nacido. La primera fase de las obras del pantano, terminada, tuvo un coste de 14 millones de pesetas. Tranqueño hasta las trancas, vio la luz diez años después. Catalina y Antonio le criaron, con sus cuatro hermanos, en la casa familiar, que fue del bisabuelo Telesforo: La casa de Foro, bautizada así por la economía sostenible del lenguaje apocopado que usa el paisanaje para marcar hitos en el relato de sus vidas. A su madre no le dijeron que dio a luz un periodista en tierra de pastores, pineros y agricultores. A la sierra y al Tranco, tampoco. Antonio Arroyo lo acreditó a sus padres con estudios y título en Barcelona y acaba de refrendarlo a sus paisanos con el primer libro que escribe: Vidas y costumbres borradas.
Hay periodistas que ejercen de largo el oficio y no tienen tiempo para escribir un libro. Arroyo es uno de ellos y se encomendó la tarea ya jubilado. La letra ha tomado el relevo a la voz tras décadas de periodismo radiofónico, después de cortos estadíos en periódicos. Tenía que rematar el periplo de su presentación donde corresponde, en el poblado de El Tranco, a 20 de julio de 2024, en el salón de actos del embarcadero, al lado del muelle donde atraca el barco solar, junto al muro del pantano. Una pequeña ágora semicircular donde se reúne el vecindario, repleta. “Es un honor que se escriba del Parque y de sus gentes”, dijo el alcalde de Hornos para destacar la cualidad moral de quien cumple con su deber personal y comunitario. “Es una obra bien escrita y muy documentada”, añadió Mario Navarro Muñoz, conductor del acto en su condición de autoridad anfitriona. Le presentó Lope Morales, otro serrano incombustible de Segura, prologuista del libro, funcionario de la Junta y presidente de la Federación Taurina de Jaén: “Aquí están reflejados los valores de austeridad y honradez con los que los serranos se han enfrentado a la vida en la Sierra”. Y sobre el autor decía: “Antonio es un referente. Nació entre montañas y siempre quiso ver lo que había tras las montañas. Nunca ha dejado de estar aquí”.
Rufino Gomera es de Beas de Segura, hijo predilecto del municipio y presidente de la Casa de Jaén en Córdoba, donde reside el periodista. “Conocí a Antonio en Córdoba. Teníamos allí una especie de ‘movida serrana’ y en 2004 fundamos la Casa de Jaén. Queríamos también reivindicar la Sierra y eso es lo que hace Antonio con su libro”, relataba en su turno de palabra, para sustanciar después la historia de despoblación y desamparo que narra Arroyo a caballo del abandono y la desidia de las administraciones. “Tiene también un gran bagaje antropológico”, apreció del libro. El trabajo de edición de textos y de preimpresión lo ha hecho otro amigo del autor, Tomás Gallego, profesor jubilado: “No soy de aquí pero vine a casarme con una vecina de Cortijos Nuevos y tengo predilección por El Tranco. Después de 50 años casado aquí, con el libro he aprendido su historia. Gracias Antonio”.
Cerró turnos el periodista como exige la profesión. Primero lo importante, breve y al grano: “Con una central hidroeléctrica a unos pasos, no teníamos luz en las casas. Yo tuve que estudiar alumbrado por un candil”. Su trabajo no es una novela ni un ensayo. Más bien es el sayo hilvanado, cosido, de un relato periodístico de quienes perdieron su tierra, usos y costumbres, asfixiados o a la fuerza, por la declaración del territorio como Coto Nacional durante el franquismo. Drama colectivo que tampoco supo solucionar, ya en democracia, la declaración de Parque Natural. En la primera parte se ocupa de la historia del territorio y sus moradores. En la segunda, del drama y sus desencadenantes que condujeron a la desploblación y la pérdida de una forma de vida ancestral. En la tercera, la memoria de las palabras con una amplia propuesta de términos autóctonos a modo de diccionario del lugar.
Arroyo agradecía finalmente a amigos y vecinos la compañía; a sus hijos y nietos; a su esposa, Lici, y a dos amigos del ramo, el presidente de DIARIO JAÉN, S. A., Eleuterio Muñoz, y el director del periódico, Juan Espejo. “Nadie se ha ocupado de la Sierra en los últimos años como vosotros”, ponderaba. “Gracias a ti por este libro que nos regalas, hecho de vivencias, recuerdos y emociones. Estamos aquí porque te apreciamos y porque queremos a esta tierra, como a las otras que forman nuestra provincia. No te quepa duda de que el periódico seguirá al lado de Jaén y los jienneneses, vivan donde vivan”, le correspondió el editor de la cabecera provincial.
Fuera, testigos del encuentro, la imponente cresta del Quijerón, el muro del pantano con el Guadalquivir remansado y pinos laricios en la ribera. Este paraje, estandarte del poblado, ilustra la portada del libro, reproducción de un magnífico cuadro de Santiago Sandoval, otro tranqueño, empleado jubilado de la hidroeléctrica. Ubiquen la casa familiar, la del abuelo Foro, al amparo del Quijerón, a pie de carretera, frente al paredón del pantano y de la central hidroeléctrica. Allí paran Antonio y los suyos cuando vienen desde Córdoba. Cuida de ella. Cien tejas que ha subido a la techumbre tras el invierno, para repararla, dan fe de ello. Seguirá en pie, por Antonio no va a quedar.