Una propuesta saludable

21 abr 2020 / 12:14 H.

Soy de los que piensan que este encierro marcará un antes y un después. Rutinas, prioridades, gastos y algunas conductas, han sido ninguneadas y relegadas al abandono ¿quién nos lo iba a decir? En lo de comer, es decir, el buscarnos las habichuelas para no entrar en fase famélica, también. Los primeros quinces días, según me cuentan mis allegados, se entró en una fase de descontrol alimenticio, como cuando entras al bufet libre del hotel, sin caer en la cuenta de la poca o ninguna actividad física que tendríamos. Luego ya, los provistos de dos dedos de frente, han levantado el pie del acelerador, ideando una dieta calórica más razonable. Así, hasta controlar de alguna forma y no caer en el aprieto de no reconocernos ante los dígitos de la báscula. Ante esto siempre nos quedará el socorrido chándal, dócil y tolerante.

Guisar es un don, sin embargo, para los que carecen de él, si se muestra el interés necesario, se pueden llegar a alcanzar cotas muy meritorias. La cocina y la repostería son contrarias a la hora de proceder. Mientras que la repostería requiere la exactitud de un reloj suizo, la cocina, en general, es lo contrario, aquí no hay medidas, ni cálculos, sino pizca de esto o de aquello. Los tiempos son imaginarios, frente a la pastelería que son calculados. Pese a lo cual, las dos disciplinas albergan un denominador común, el esmero.

Como no quiero ser un aguafiestas, propongo idear hoy una receta, darnos un homenaje a base de verduras, nada ostentoso, según se mire. Se trata de un “pisto”, plato popular de la cocina española más genuina, de origen manchego según los entendidos. Esta receta tiene un ingrediente ineludible, el tiempo, lo que a la mayoría nos sobra. Ni que decir tiene, que las verduras que vayamos a utilizar, deben de exhibir la lozanía de una muchacha de dieciocho años, así que huir de piezas marchitas y fofas. Otro factor, tanto o más importante que el tiempo, es el aceite de oliva virgen extra. Ahora, tenemos el privilegio de poder elegir entre las distintas variedades de aceites que la provincia nos ofrece, optaría por un picual. Sabemos el carácter que ampara a esta variedad, aceite con personalidad, sabor intenso y ligero amargor. Ideal para dotar a nuestro guiso de cuerpo y equilibrar la sutiliza de las verduras.

Si vamos a disponer de ayuda, lo aconsejable es cortar las verduras en tiempo real, aunque si nos vemos obligados a prepararlas con antelación, conviene revestir los ingredientes con plástico tipo film, y así evitar que se oxiden, sobre todo el calabacín y la berenjena. El pisto no está encasillado en las recetas catalogadas como difíciles, pero si no pochamos como es debido cada tipo de verdura hasta alcanzar una textura adecuada, el paladar lo notará. Una regla que no podemos esquivar es la cocción del tomate, pues alberga gran cantidad de agua, y es aquí donde la paciencia se pone a prueba. La solución es fuego lento e ir mareando con extrema delicadeza para no romper la composición. Hay que lograr que el agua se evapore a la vez que el tomate se cocine. Si alcanzamos el éxito, fríanse un par de huevos no muy hechos y revuélvanlos con una cantidad generosa de pisto, destierren los cubiertos, háganse con un pan digno y olvídense de las básculas.