—¿Cómo se encuentra en plena recuperación?

—Ya muy bien, gracias a Dios. Lo he pasado regular, pero me estoy recuperando de forma progresiva. Mi mujer y yo hemos estado ingresados un mes y de ese mes he estado 9 días en la UCI. Pero bueno, todo ha salido fenomenal porque esos ángeles que son los sanitarios nos han estado cuidando extraordinariamente. Y todos nuestros amigos han estado pensando en nosotros y rezando. Gracias a todos...

—¿Cómo empezó a darse cuenta de lo que tenía?

—Cuando solicité la prueba tenía febrícula, cansancio, dolor de cabeza y de garganta. Avisé a la doctora Sandra, que es buena amiga y responsable en Atención Primaria. Me dijo que me harían la prueba, y a mi familia. Nos la hicieron y dimos todos positivo. En principio, parecía asintomático. Poco después me desperté ahogándome y me ingresaron. Me habían hecho un TAC y tenía una neumonía doble importante.

—Ya que ha estado dentro, a su cuidado, ¿cómo ha visto a la sanidad jiennense?

—Yo he visto un trato exquisito, fenomenal. El personal sabiendo por dónde se tenía que ir. Era consciente de que el tratamiento que me ponían era, y sigue siendo, experimental: la hidroxicloroquina. No se sabe aún si es efectivo y tiene sus dudas por los efectos que puede producir. Después empezaron a cambiar con retrovirales. La verdad, he tenido mucha suerte y tengo que darle las gracias a los compañeros. Hubo momentos en los que lo pasé muy mal y creía que era la última vez que iba a respirar. Pensaba y rezaba para decirle al señor que no tenía ganas de morirme. Gracias a Dios, todo ha ido muy bien.

—¿Compartió habitación con su esposa?

—Estábamos juntos, sí. Nos dijeron que teníamos los dos mucha carga viral y nos dejaron en la misma habitación. Eso fue de una gran ayuda tener alguien al lado, cosa que con otros muchos enfermos con coronavirus no ha sido posible. Finalmente, hemos podido ir saliendo...

—¿Qué recuerda de la UCI?

—Esta infección produce efectos fuertes que a mí no me dejaban pensar. Lo que recuerdo es que no quería morirme y no podía pensar en otra cosa, además de pedir al Señor que me ayudara. Cuando pude, a través de esas ventanas que hay en las UCI, veía a los compañeros cómo se movían y estaban al tanto de todo.

—Sus compañeros médicos, y los demás sanitarios, trabajaron en los momentos duros con falta de material de protección. ¿Cómo les ha visto?

—Sí, el problema del material se notaba cuando entraban con EPI distintos. “Hoy nos ha traído una cofradía estos”, decían. “Estamos utilizando EPI que nos ha regalado tal o cual persona”, comentaban otras veces. Los recuerdo de todo tipo, negros, amarillos, verdes o blancos, incluso uno blanco con rayas azules. Cuando se ponían los equipos no los podía reconocer, ni ver su cara. Una enfermera llegó para sacarme sangre. “No sé cómo voy a acertar con estas gafas empañadas”, me dijo. Es una magnífica profesional que siempre me sacó sangre a la primera.

—Pudiera pensarse, por el hecho de ser el presidente de la institución colegial, que tuvo trato de favor...

—Creo que no. Escuchaba cómo trataban a los otros pacientes y cómo, cuando salían de la UCI, estos enfermos les daban las gracias y les lanzaban besos. A todos nos trataron igual. Siempre una enfermera atenta a cada box y a cada cubículo. Nadie estaba desatendido, todos por igual...

—¿Cómo le ha recibido su junta directiva, que ha estado al pie del cañón en su ausencia?

—Al pie del cañón y algo más, preguntado continuamente al vicepresidente, Gerardo, que también es jefe del servicio de Neumología, por nosotros. Gerardo se ha portado magníficamente con todos. Me traía noticias de mi mujer. Y el hospital hizo también una cosa fenomenal, traer tablets para los pacientes, para que contactáramos con la familia. Nadie puede saber después de estar tiempo en la UCI lo que supone estar unos minutos con la familia...

—¿Aún le siguen felicitando?

—Sí, todavía recibo mensajes. Cuando me dejaron ver otra vez el móvil tenía unos 2.000 mensajes y mil y pico correos electrónicos. Tengo amigos de toda las condiciones —sonríe al decirlo— y colores. Y he recibido mensaje de todos los partidos. De IU, del PSOE, de Vox, del PP y de Ciudadanos. Tengo una máxima: amigos hay que tener hasta en el infierno —sonríe de nuevo—, pero, gracias a Dios, desde el infierno no me ha llamado nadie.

—¿Qué lección ha aprendido?

—Que tenemos que estar preparados. Somos poca cosa y un bicho pequeño te puede llevar fuera de este mundo. Este virus ha llegado para quedarse y puede mutar. Es posible que tengamos la covid-20 en la próxima primavera. Por eso debemos tener cuidado. Tenemos que llevar la mascarilla y guardar la distancia de seguridad.