Un trabajo muy gratificante y lleno de amor por los demás

María Elena Adán y Francisca Medina, ejemplos de grandes profesionales

25 feb 2019 / 13:09 H.

Hay varias cosas esenciales para dedicarse a la ayuda a personas dependientes. La primera es algo obvia: sentir pasión por la profesión. Y el resto tampoco son, ciertamente, difíciles de adivinar. Ser pacientes, empáticos y tener mucho amor que dar. Y estas cualidades definen a la perfección a dos mujeres que dedican sus días a hacer felices a los demás. María Elena Adán y Francisca Medina, dos auxiliares de ayuda a domicilio que sienten un enorme amor por su trabajo.

Fue en 2015 cuando María Elena comenzó en esta profesión. Tras quedarse en paro, comenzó a hacer cursos de atención a personas dependientes para saber cuidar a su madre de la mejor manera y aquí es donde se empezó a dar cuenta de su vocación. “Decidí dedicarme a esto por esa sonrisa en los rostros de las personas a las que cuido. Aunque lo más gratificante no es solo esto, sino el cariño que te devuelven. Te lo dan todo”, cuenta. Es tal el vínculo que se crea, que pasan a sentirse como si fueran una familia, así los describe María Elena, quien afirma que su trabajo pasa de ser “un empleo normal para convertirse en una experiencia enriquecedora”. Por ello, nunca se ha arrepentido de elegir esta profesión que le ha dado tantas alegrías y momentos memorables. Eso sí, ante esto, se lamenta de que también tenga que vivir algunas tristezas, como el fallecimiento de las personas a las que cuida. Además, también expone que hay ocasiones en las que, si los familiares ya no pueden hacerse cargo del usuario, suelen llevarlo a una residencia y comenta: “Esto te da mucha pena por todo ese cariño que le tienes tras tanto tiempo trabajando con ellos”.

Para María Elena, lo que más necesitan los mayores a las que cuidan es, sobre todo, cariño. “Son personas que, aunque sus hijos estén allí con ellos durante algún tiempo, están solos la gran parte del día, sin hablar con nadie. Por lo que cuando llegamos lo que más necesitan es cariño, mucha charla y que estén con ellos”, sostiene. Un empeño por el que afirma que todos son enormemente agradecidos y los devuelven con el mayor de los cariños.

Por su parte, su compañera Francisca Medina, lleva algunos años más en esta profesión. Concretamente, ella empezó en 2006 y comenzó en este camino tras hacer varias sustituciones de verano en hospitales. “A mí siempre me ha gustado ayudar a la gente que no puede valerse por sí misma, por lo que estoy muy contenta con la decisión que tomé”, señala. Con ello, Francisca explica que es un empleo que la llena de satisfacción, pues le gratifica enormemente poder ayudar a que los mayores “se sientan bien, darles la oportunidad de reírse, de llorar, que se expresen y abran sus sentimientos”. Así, declara que, una vez que comienzan con una nueva persona, los auxiliares pasan a ser sus enfermeros, sus psicólogos y sus amigos.

“Es casi como formar otra familia. Yo llevo trabajando desde 2007 casi con las mismas familias. Tengo cuatro casas y en tres llevo casi 10 años. Te hacen partícipes de su vida, de su día a día, de sus penas y alegrías, de todo”, subraya Francisca, quien dice que la relación no solo se centra con el usuario, sino también con su entorno familiar. Aunque subraya que, en su experiencia, lo que más le llena es la persona dependiente. Y así como hace María Elena recalca: “Hay algunos que tienen hijos que están con ellos, pero hay otros que están solos. Entonces, tú pasas a ser la única familia que tienen”. A Francisca la pasión que siente por lo que hace provoca que no le cueste levantarse por las mañanas y asegura que nunca ha dicho: “puf, tengo que trabajar”. “A mí me gusta lo que hago, hacerles reír y todo lo posible para que sean felices. Y creo que las personas que trabajamos en esto sentimos los mismo”. Este sector, la profesional manifiesta que está bastante feminizado y sostiene que el 97% de los auxiliares de la ayuda a domicilio son mujeres. Eso sí, aclara que también hay muchos hombres.