Un centro diferente para “sanar”

La Asociación de Yoga pide un lugar especializado para terapias alternativas

03 jul 2017 / 11:05 H.

Un sitio donde reposar mente y cuerpo, donde aunar estilos de terapia alternativa que sanen los distintos aspectos de la persona, tanto los visibles como los invisibles a los sentidos. Es la petición de la Asociación de Yoga de Jaén, un centro especializado para los jiennenses que busquen una manera diferente de “sentirse bien”, tanto interna como externamente. Rosa Armenteros, socia fundadora del colectivo, asegura que en Jaén, “por fortuna”, la práctica del yoga es cada vez más extendida y aceptada. “Hay muchos lugares a los que se puede acudir”, comenta, pero explica que “echan en falta” que se avance un paso más hacia un centro donde se facilite el conocimiento y no se sane solo con “tomar pastillas”. Armenteros habla de técnicas como pilates, música o medicina tradicional china, entre otros. “Un sitio de unión con accesibilidad”. “La gente está deseosa de conocerse, de saber quién es, y para ello necesita encontrar círculos donde expresarse sin miedo al juicio, de evolucionar, de ser la mejor edición de sí mismos”, asegura Armenteros. “Es una ciudad pequeña pero hay mucha gente que lo practica, y cada vez hay más”.

Recientemente se celebró el Día Internacional del Yoga y este año se ha centrado en la salud, resaltando los beneficios de su práctica habitual en los distintos niveles de la persona. Como recuerda Armenteros, la traducción literal del yoga es unión de cuerpo mente y corazón o espíritu. “Es su esencia”. “También se suele definir como el cese de las frustraciones de la mente, pues es lo que obtiene cuando logra estar calmada”, afirma. Es un estado mental, pero para conseguirlo es necesario trabajar el cuerpo y la integración sensorial o el control de las emociones a través del movimiento, de la ejercitación de numerosas técnicas diferentes. “Es una disciplina muy amplia”, relata una de las socias fundadoras.

La mayoría relaciona automáticamente yoga con relajación, cuando en realidad es una parte de la práctica. “Hay mucha gente que lo confunde, que cree que simplemente es estar tumbado; sin embargo, la postura más difícil es esa misma, la de estar completamente quieto, sin nada que hacer más que estar con uno mismo”. Desde la asociación confirman que gracias a las clases de esta modalidad se ayuda a disminuir el estrés y la ansiedad. Es asimismo una vía para la fortaleza emocional, la tonificación musculares, mejorar las articulaciones, y también afecta positivamente al sistema circulatorio o al linfático. “Se trabajan todos los aparatos del cuerpo”, declara Armenteros.

Su práctica, según Armenteros, está recomendada por médicos, que cada vez comentan más a menudo a sus pacientes que acudan a clases de yoga para mejorar su salud. “Tenemos que estar de enhorabuena, porque se está implantando como disciplina para todas las edades, da igual la condición física que se tenga”. De todas formas, Armenteros recuerda que “no es una terapia en sí”, pero sí una “disciplina que ayuda a conectar con el alma”. “Hoy en día vivimos muy hacia afuera, y por dentro no nos cuidamos, y en eso consisten estas clases, en ayudar a poder sentirse mejor del interior al exterior”.

Una clase de yoga es como “un ensayo a la vida”. “La primera vez se parte de lo más básico y siempre hay evolución, aunque poco a poco. Según cómo se enfrenta la persona al ejercicio se puede observar la manera en la que se relaciona con sus conflictos diarios y cómo logra superarlos en el trayecto de su vida, paso a paso”.

“Ayuda a mejorar la empatía y a entenderse”
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María Ocete Merino es profesora de Primaria y hace cuatro meses que entró en contacto con el yoga. “Al principio las clases eran, sobre todo, de conocimiento de uno mismo, pero luego va a más y afecta a la forma de pensar y ver el mundo”, asegura, y añade: “Me ha cambiado la vida”. Las redes sociales fueron clave para que supiera dónde se enseñaba en Jaén. “Tras cuatro horas de ejercicios me sentía tan bien que decidí repetir”. Desde entonces se animó a acudir de forma habitual, y ahora lo practica incluso en casa o en el centro escolar, pues no se trata solo de los movimientos físicos, sino que también se trabaja la respiración y la manera de asimilar el entorno. “La vida se toma con más calma”. “Soy bastante nerviosa y a veces he actuado por impulso; ahora, sin embargo, pienso: ‘cálmate, respira, mira cómo funciona el mundo a tu alrededor’, es interesante porque he mejorado la empatía para comprender mejor a la otra persona sin juzgarla”.

Lo importante, según Ocete, es cómo cambia la rutina y la manera de ver las cosas a su alrededor. “El yoga es para fuera, aunque parezca individual y simplemente interno, es necesario practicarlo con otra gente para aprender de los maestros y a estar en contacto con uno mismo”. Cada ejercicio se adapta a la forma física de cada persona. Cuenta que esta práctica le ha beneficiado también en su vida laboral. “Si yo estoy tranquila, mis alumnos también lo están”. De hecho, a los niños les gustan “el cambio” y los ejercicios de relajación. “Ellos lo tienen innato desde el principio, pero se les olvida con el tiempo, nos centramos mucho en los asuntos académicos y se deja de lado el interior de cada persona”.

“Es para valientes y no importa el sexo”
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David Sánchez Medina es uno de los cofundadores de la Asociación de Yoga de Jaén. Empezó a practicarlo con veinticinco años, pues siempre le habían gustado las disciplinas orientales como el kung-fu o el taichí, así que en cuanto vio la oportunidad de probarlo en la Universidad de Jaén, con un curso puntual, no dudó. “Salí de ahí con una sensación muy nueva, muy especial, así que seguí con ello y todavía continúo”. Admite que el yoga le afectó de una manera muy intensa y quiso compartirlo con quienes lo rodeaban. “Me dio tan fuerte que intentaba convencer a todo el que conocía que lo practicara, para mí era la solución a cualquier problema”.

Tanto él como su mujer, Rosa Armenteros, tienen el yoga muy presente en su vida diaria. “Su filosofía nos ayuda en nuestra relación, aunque somos más flexibles en ciertos puntos, en general nos ayuda a entender nuestros sentimientos y a expresarnos mejor, de esta manera todo fluye con más naturalidad”.

Sánchez admite que el número de varones que se presentan en las clases de yoga “no son muchos”, y él les anima a apuntarse. “Parece que hay un mito que dice que es una disciplina solo para mujeres, tal vez porque a los hombres les han enseñado a ser competitivos y en yoga se lucha contra uno mismo, lo que puede hacer daño al individuo”. Sin embargo, el sexo masculino cada vez se involucra más y acude a las sesiones. “Es beneficioso porque se aprende a relacionarse con hombres de otra forma, porque podemos amar y decir que estamos muy guapos, sin complejos”. “El yoga es para valientes, y ahí ya no importa ser hombre o mujer”.

“He aprendido a respirar de nuevo”
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Alessandra Rivoli trabaja en una organización sin ánimo de lucro y se ocupa de proyectos de movilidad europea, es italiana, de Nápoles en concreto. Hace dos años que reside en Jaén y practica yoga desde 2012, antes de venir a España. Cuando se decidió a probarlo estaba en un momento de su vida “inestable”, con problemas que le causaban malestar físico bastante grave y le afectaban en su vida diaria. Entonces estudiaba el posgrado y su madre la animó a buscar una asociación de yoga, porque había ayudado mucho a otro familiar con un problema similar. Nada más comenzar, su vida dio un giro de ciento ochenta grados, de una forma positiva y llena de energía. “Enseguida empecé a notar el cambio a mejor, porque antes respiraba mal por las crisis de pánico que tenía de forma espontánea y tuvo que aprender otra vez a usar los pulmones correctamente”. “Aprendí a respirar de nuevo, paso a paso, gracias al yoga, y no me avergüenzo de decirlo”.

Gracias a los logros obtenidos con rapidez se decidió a continuar con su práctica de manera continuada. “Es la cura total del alma, por eso sigo haciéndolo”, afirma. Cuenta que cuando se mudó al mar de olivos regresó a las clases de yoga que se ofrecían de manera gratuita y voluntaria en un taller. Probó con otros maestros hasta que dio con las asociación y “conectó” con Rosa Armenteros. A pesar de los kilómetros, afirma que en Jaén se encuentra más “a gusto” y “cómoda” en las clases de yoga, mientras que en su ciudad natal de Nápoles buscó en varios profesores diferentes al que más se adaptara a ella y no terminaba de encontrarlo. Sin embargo, en Jaén la conexión fue “instantánea” y desde entonces la mantiene.

Una práctica sana recomendada para todas las edades

La Asociación de Yoga de Jaén se esfuerza por hacer llegar a los jiennenses sus conocimientos y prácticas a través de cursos y talleres a lo largo del año. Tal como afirma Rosa Armenteros, cofundadora, las mujeres suelen estar más presentes en sus clases. “El sexo femenino acude con más asiduidad, tal vez porque entrar en el interior de cada uno es complicado y las mujeres, al ser cíclicas de forma natural, tenemos más facilidad para estar conectadas”. Explica que a los hombres “les cuesta” dar el primer paso, pero que al hacerlo y lograr superar la barrera de los miedos, prejuicios y los “qué dirán”, “van a por todas”. “Los alumnos masculinos tienen un gran afán de superación que ponen en práctica durante los ejercicios”. Asimismo la edad suele rondar la treintena, aunque es para todas las edades. La Asociación de Yoga de Jaén trabajó recientemente en varios talleres denominados “Yoga en manada”. En ellos se animaba a los niños y adultos a practicar los ejercicios en familia, con un nivel más básico pero con la esencia de la disciplina intacta. “Los niños aprende más rápido que los adultos, que se quedan solo en esa hora y media de clase, mientras que los pequeños lo llevan al exterior y lo aplican en su día a día con más naturalidad”. En las clases que ofrecieron acudían familias, padres y madres con niños de varias edades, entre los dos y los once años. “El objetivo es la comprensión de nuestro propio ser y de nuestros hijos a través de juegos y mecanismos para conectar”. La forma de lograrlo es con instrumentos, bailes y movimientos corporales lentos sobre esterillas, aunque la mayoría “va a su aire”, para que interactúe con el entorno. “La clase la hacemos entre todos y la compartimos con ellos”. Una manera diferente pasar el rato con los pequeños y entrar en un mundo más relajado.