Teleeducación, educ@ción, idecuación, ¿cómo?

30 may 2020 / 11:29 H.

El debate está abierto, un melón que esta Administración no quería abrir y que por la vía de los hechos consumados, de la necesidad del profesorado más que a iniciativa de la administración, al final ha llegado, “La educación online”, y es que tiene enjundia la cosa.

Venimos de un circuito cerrado en el que no son pocos los centros docentes donde tienen prohibido a su alumnado la utilización de los smartphones, tablets y hasta calculadoras, pues de la noche a la mañana nos encontramos con que el cien por cien de la actividad docente y los procesos de enseñanza-aprendizaje han de impartirse de forma telemática, una revolución en toda regla, es la
covid-19, o como diría Rodrigo Rato no hace tanto... “es el mercado, amigo”.

Y he ahí la cuestión, herramientas privativas como Google Classroom, Idoceo de Apple o Jitsi compiten en el mercado con Moodle, la plataforma utilizada por la Junta de Andalucía en cuanto a educación se refiere, plataforma gestionada por cada centro, a excepción de la educación semipresencial que sí que utiliza un Moodle centralizado “Moodle Centros”. Y es que a diferencia de la anterior administración, no sabemos si por tiempo o por recursos, apenas se ve una apuesta futura por software propio ya sea libre o no. Una primera experiencia la tuvimos con la distribución Guadalinex tanto en Andalucía como en Extremadura, proyecto que funcionó durante unos años y que por más que se empeñen desde los servicios informáticos de la Junta de Andalucía, está desaparecido, otro como aquel derroche de portátiles azules y verdes que aún tienen guardados algunos coles.

Y el debate podría circunscribirse simplemente a una cuestión de índole ideológica, empresarial... Pero es mucho más. ¿De qué viven las empresas tecnológicas? Podríamos caer en la trampa fácil y responder que de dinero, como todas las empresas, y al final de toda la cadena es hasta cierto, pero lo interesante está en el camino.

La privacidad. Casi ninguna empresa tecnológica cobra por los servicios básicos que ofrece como pueden ser las videoconferencias, emails, calendarios, formularios y demás, y por supuesto que tampoco en almacenamiento de datos estructurados como los contactos, esto tiene una razón muy sencilla, y es que ganan dinero con la publicidad y los “gustos” de la gente, a nadie se le escapa
que cuando quieres comprar un determinado artículo de pronto te aparecen por todos lados artículos muy parecidos. Esto y las “aceptaciones” masivas
que damos cada vez que aceptamos un servicio hacen que nuestros datos viajen de un lugar a otro, de una empresa a otra, ahí está el negocio.

Pues en la educación está pasando, con el problema añadido de que son alumnas y alumnos, por cierto, menores de edad, a los que no se les da más alternativa que utilizar el software que les impone cada uno de los y las docentes y que cómo no, a falta de instrucciones de la Administración y de información, utilizan la más cómoda. La Lomce y la autonomía de los centros (o su dirección más bien) ha tenido una vertiente perversa y es la cierta dejación de funciones por parte de la Administración.

A este cóctel, ya sea molotov o de beber, se le añaden más ingredientes: la brecha digital. Grosso modo se la entiende como la desigualdad que existe para acceder a las nuevas tecnologías, pero eso es solo el medio para llegar al fin, si únicamente se tratara de eso el problema tendría fácil
solución, una tablet para cada familia y una conexión basada en el “servicio universal”, pero es mucho más. Se trata de una desigualdad cultural, aunque suene raro en estos tiempos hay alumnado que no
conoce las herramientas ni
su funcionamiento, alumnado “de la vieja escuela” aunque
no hayan vivido ni una decena de años, diferencias que
se agudizan conforme desciende la densidad poblacional.
Se junta el hambre con las
ganas de comer...

El profesorado tiene la obligación de utilizar las nuevas tecnologías, pero no de proporcionar las herramientas, eso es tarea de la administración, como en cualquier otra administración o empresa. ¿Alguien vería normal que un trabajador tuviera que comprar una fresadora, un alambique, un palé de ladrillos o un autobús urbano? Claro que no, pues a día de hoy el profesorado si no quiere meterse en problemas ha de tener como mínimo un ordenador y una conexión a internet medio decente, pagados de su bolsillo.

Y como lo anterior, no es únicamente cuestión de acceso o material, también cultural, los cursos de formación sobre estas cuestiones brillan por su ausencia, a excepción del citado Moodle y Exelearning, no es de extrañar que muchos docentes se decanten por estas plataformas privativas, por lo que son más las ganas, la valentía y el sentimiento de autorrealización e innovación del profesorado los que, de alguna forma, salvan el día a día de la educación, nada nuevo bajo el sol...

Salud laboral. ¿Dolor de cabeza? ¿Cervicales? No es de extrañar, cuestiones como la ergonomía o la gestión del tiempo delante de una pantalla son propias de cursos de riesgos laborales que habrán de ser reeditados y acomodados a estos tiempos de teletrabajo, sin olvidar la cuestión psicológica que ya empieza a notarse tanto en el profesorado como en el propio alumnado, los procesos de socialización tan necesarios en edades tempranas también están siendo online, si es que esto es posible....

Estamos a finales de mayo, con menos de un mes de curso escolar, se podría “perder” o “salvar” según se mire este curso escolar, pero el precipicio al que nos acercamos tiene nombre de mes, septiembre. Solo queda encomendarnos
a la Consejería de Educación
de Andalucía y al señor Imbroda y decirle algo así como...
Res non verba.