Miradas que calan en el alma

Los niños saharauis vuelven a casa después de pasar dos meses en la provincia con sus familias de acogida

26 ago 2019 / 11:47 H.

V uelta a los orígenes. El verano llega a su fin y toca prepararse para volver a la rutina. En el caso de los pequeños saharauis, que vienen cada año para pasar unas Vacaciones en Paz con distintas familias de la provincia, es hora de partir y regresar con sus familias biológicas. Fue el momento de la despedida, con sabor de “hasta luego” para muchos, porque algunos volverán y, especialmente, porque las relaciones se mantendrán entre los menores y sus familias jiennenses, que con su amor unen las dos orillas que los separan con lazos de solidaridad y cariño. Son dos meses al año en los que algunos tienen la oportunidad de huir de esas condiciones extremas en las que viven, en pleno desierto, en una de las zonas más inhóspitas del mundo, para disfrutar de acceso a atención sanitaria, una dieta variada y la interculturalidad vivida con familias de acogida.

Parten hasta los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, un total de 61 niños, dos se han quedado debido a que tenían revisiones médicas. Los puntos de encuentro establecidos para reorganizar la salida fueron la capital, donde acudieron a las seis y media de la tarde unos cuantos menores y sus familias jiennenses, el resto, lo hicieron en Úbeda. La Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén desplazó a 63 menores y la Asociación de Amigos del Sáhara Libre de Linares a 75, de un total de casi 4.000 menores que han viajado al país este año.

En la explanada de Cruz Roja todo eran nervios, abrazos y sí, también hubo muchos llantos, propios de quienes se profesan un amor sincero y no quieren separarse. Poco a poco llegaron unos y otros, procedentes de la capital y otras zonas como Martos, Mancha Real, Torredonjimeno, Monte Lope, Espeluy, Linares, La Carolina, Santisteban del Puerto, Villacarrillo, Larva, Jódar, Orcera, Bélmez, Puente de Génave, Cambil, Huelma y Jimena. Al principio, todo parecía llevadero, los padres amontonaron los paquetes, los pequeños se reencontraban, otros organizaban la partida. Curiosas escenas escenificaron los protagonistas de la historia con sus hermanos de Jaén, con pieles de otros colores que nada importan cuando se antepone el corazón. “Te voy a echar de menos”. Fue la frase más repetida en una zona de Jaén que, por unos minutos, se convirtió en la imagen más maravillosa que existe, aquella en la que la solidaridad, el abrazo sincero y las miradas profundas hacen pensar que este mundo tiene esperanza, que esta se la aportan las personas y que la sonrisa de un niño es capaz de permanecer viva incluso a miles de kilómetros de distancia. Lo más duro llegó cuando el autobús apareció en la explanada y con él se dio el toque de queda, había llegado el momento. Reprimir las lágrimas fue un reto imposible, algunos no querían partir hacia el desierto, otros dejan atrás a quienes en julio eran auténticos desconocidos y hoy forman parte esencial de sus vidas. La peor parte se la llevaron las familias que dijeron adiós sin saber si se volverán a encontrar, pues algunos de los menores ya han cumplido la edad máxima, lo que complica que regresen el próximo verano. Todos buscaron un último abrazo y, entre ellos, Francisca María Ruiz, la presidenta desde 2011 del colectivo Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén, encargada de que todos los niños que subían al autobús se llevaran una sonrisa, pues parte del corazón de Jaén lo portan en sus mochilas.

Nervios también al otro lado de la orilla, eran las familias de origen, nerviosas por la vuelta de sus pequeños, que querían vivir en directo cada uno de los momentos, saber si sus criaturas estaban bien y que llevaban consigo al Sáhara. Y es que, no hay que olvidar que estos padres dejan a sus hijos irse lejos de casa, sin conocer el destino, solo para que puedan escapar de las condiciones en las que viven. De vuelta a Jaén, el consuelo de muchos mientras el autocar partía hacia Málaga, donde llegaron con el crepúsculo, era lo bien que lo habían pasado con ellos, los momentos que ya nunca olvidarán. Algunos, entre risas, comentaban que “sus pequeños” habían engordado algunos kilos e incluso unos pocos han crecido en apenas un mes y medio. También llegó el camión, ese que transportó los numerosos paquetes que han preparado para las familias que sobreviven en los campos de refugiados, un pedacito de la tierra verde que sabrá a gloria.

Pero, ojo, no todo es pena. Durante los meses estivales han tenido la oportunidad de vivir aventuras únicas. Ejemplos, como el día de convivencia que compartieron en Huelma y Martos, donde protagonizaron día de comida y piscina para que, de esta forma, los sesenta niños se vean durante su estancia. Ahora sí, atrás quedó un verano lleno de historias. Los menores que vienen con un programa solidario coordinado por asociaciones con el pueblo saharaui, disfrutaron algo menos de dos meses lejos de las altas temperaturas del desierto. Juegos, piscinas, diversión y semanas de aprendizaje de un nuevo idioma, son algunas de los asuntos que han protagonizado sus vidas en la provincia. El principal, está claro, todo el cariño de las familias de acogida que suman un nuevo miembro por y para siempre. Llega el momento de tirar de teléfono hasta el año que viene, pero la lucha por el pueblo saharaui y la solidaridad no cesarán.