“Los queremos mucho, igual que si fueran nuestros hijos”

Una familia de acogida de Apraf cuenta su experiencia con dos menores

11 feb 2018 / 11:03 H.

Paco y Tere tienen a una niña de acogida. No pueden dar sus nombres completos, por “protección”. Es por la seguridad de los niños, que provienen de familias desestructuradas, y algunos padres biológicos no están de acuerdo con la decisión del juez de retirarles la custodia. “Les han quitado a sus niños y nosotros somos sus enemigos, pero no entienden que, si no estamos nosotros, van a parar a un centro de menores que, por muy bien que esté, no es como una familia”, apunta Paco.

Ambos se consideran “herramientas” por el “bien de los niños”. Paco sufre una enfermedad grave crónica degenerativa que no tiene cura. “Estuve a punto de morir y a raíz de eso sentimos la necesidad de devolver el favor de seguir con vida”, relata. Desde ese día buscaron métodos para colaborar con la sociedad y tenían una amiga que era familia de acogimiento. “Y así estamos, ahora viviendo una experiencia extraordinaria”, afirma Tere.

Para la Apraf, son una “familia de urgencia”, están veinticuatro horas pendientes del teléfono por si es necesario atender a un niño. “Lo cuidamos como si fuera nuestro”, cuenta Tere, y aporta: “Ellos tienen falta de cariño, los niños son tan inocentes”. La adaptación es mutua y la paciencia, “esencial”, aunque “cada niño es un mundo”. Ellos también son padres, tienen dos hijos propios, ya mayores de edad (de veintidós y dieciocho años), y que se mostraron muy a favor de la idea de ser casa de acogida desde el primer momento. “El apoyo por parte de nuestra familia también es importante, ellos se convierten en el entorno directo del niño, así que la colaboración y participación es de todos los miembros”.

El primero tenía dos años. “Vino poco incentivado, no hablaba, no andaba bien, iba todavía en pañales, y desde ese momento nuestra labor consiste en echarle una mano, es convivir con él, nada más, aunque la dificultad o el mérito es del chiquillo, no nuestra”, comenta Paco. Ese niño, en poco tiempo, sufrió un cambio “brutal”. “Antes no tenía trato con los hombres, no se acercaba a ninguno, y al final incluso buscaba a Paco para jugar”, recuerda Tere. “En catorce meses fue uno más de la familia, y eso provocó un cambio abismal”. Después vino la niña con la que están ahora, de diecinueve meses. “Es totalmente distinta, habla por los codos, cada chiquillo tiene sus circunstancias, y eso es un reto”.

Los dos niños de acogida que han tenido han ido “estupendamente”, porque aunque no fueran sus padres biológicos, la relación fue “inmejorable”, y ellos los trataban como si fueran suyos. “Los queremos mucho, ¿quieres un abrazo? Te doy mil”, dice Tere, con la emoción picando en la garganta. “Ellos en realidad no se van nunca, siempre seremos su otra familia”.