La “olla milagrosa” de El Valle

Unas doscientas personas al mes necesitan ayuda para llevar comida a casa

01 nov 2017 / 10:49 H.

La comunidad de barrio de El Valle se dio cuenta de que algo había que hacer. Este grupo de trabajo está formado por el Banco de Alimentos, la Cruz Roja, asociaciones de madres y padres y colectivos vecinales, como Passo, entre otros. Los responsables de estas entidades llegaron a una dura conclusión, había muchos vecinos de esta populosa barriada que tenían problemas para cubrir una necesidad tan básica como alimentarse. No es un problema como para mirar hacia otro lado, porque en El Valle viven, aproximadamente, unas diez mil personas, es decir, una cifra similar a municipios como Alcaudete o, lo que es lo mismo, una décima parte del censo de la capital jiennense. Con esta alarma social encima de la mesa, de forma más bien espontánea, surgió lo que se bautizó como la “olla comunitaria”. Los que no tenían que llevarse a la boca, de la mano de los que podían ayudarles a buscar sustento, se organizaron para que nadie pasara hambre, para, como bien dice el nombre, cocinar para la comunidad. Mario Liébanas, presidente de Passo, recuerda que el proyecto tomó cuerpo y estructura en 2014. María del Carmen Cruz, directora territorial de la Fundación Don Bosco, puntualiza que fue en febrero, momento en el que esta obra social, de inspiración salesiana, tomó cartas en el asunto.

La olla común ya tiene un nombre oficial, necesario para poder optar a subvenciones de las administraciones públicas, y se denomina “Circuito cocina familiar comunitaria Jaén”. “Se garantiza la alimentación a unas 30 familias, que están en situación de pobreza, y se les incentiva, se les dan herramientas, para que puedan salir de esta situación”, precisa la “jefa” de la fundación que hace posible que el plato deje de estar vacío en medio centenar de casas, unas viviendas en las que se calcula que residen unas doscientas personas, aunque, a veces, lo que sale de estos fogones llega algo más lejos, aunque no salga de El Valle.

Cada persona que se convierta en usuaria de esta intervención social llega de la mano de los servicios sociales comunitarios, como explica el presidente de Passo, con un informe detallado de su situación, para evitar controversias y procurar el reparto más justo posible de las ayudas. La representante de la Fundación Don Bosco aclara que, una vez que entran dentro del proyecto, se trabaja de forma individualizada, indispensable en situación de exclusión social. “Por ejemplo, a algunos se les pide que trabajen activamente en la búsqueda de empleo, a otros, que escolaricen a sus hijos, se trabaja en grupo para buscar soluciones a problemas comunes y, algo muy importante, se fomenta la autoestima”, argumenta la directora territorial de Don Bosco. Y es que una de las claves de esta plan es lograr que ciudadanos que creen que lo tienen todo perdido se sientan útiles. “Son ellos lo que preparan la comida, los que trabajan para el resto de sus vecinos”, deja claro. Literalmente, se proporciona sustento al estómago y también a la mente, con la idea de que cale la dignidad y la esperanza. Y es que no se da opción a que nadie se “acostumbre”, puesto que el objetivo de todos los implicados en el proyecto es que haya rotación. “No atendemos siempre a los mismos, aunque sí haya alguien que todavía no ha podido superar la difícil situación en la que se encuentra, pero, en general, lo importante es que se da la rotación a lo largo de cada curso”, precisa María del Carmen Cruz.

En el “Circuito cocina familiar comunitaria Jaén” estaban ayer de fiesta, al estrenar un nuevo comedor, que hace las veces de salón social, el espacio dedicado a la “terapia colectiva”. “Estábamos en un sitio que era una menudencia, que no estaba bien, y ya tenemos unas instalaciones adecuadas, una cocina que da para hacer carreras”, argumenta Teresa Cívico Jiménez; “usuaria de la olla comunitaria, antes de que existiera la olla comunitaria”, apostilla el máximo responsable de Passo. Y es que esta mujer, que admite que vive en una situación compleja, de precariedad, es, a pesar de ello, indispensable para el proyecto. Da talleres sobre cómo aprovechar al máximo los productos que les ceden, desde cómo sacar los filetes de una pescada a cómo conservarlos el mayor tiempo posible; imparte charlas sobre hábitos saludables y es la “encargada”, aunque ella se quite mérito, de algo tan básico como acudir para recoger lotes que entregan los benefactores de esta obra, entre los que se cuenta, últimamente, la cadena de supermercados Lidl. “En la olla hacemos un milagro”, resume.

“Es bueno para la salud mental”
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No da muchos detalles, pero su historia no es para echarse a reír. Por eso a Teresa Cívico Jiménez, vecina de El Valle, poder contribuir a la olla comunitaria, de la que también come, le da la vida. “Es bueno para la salud, sobre todo, la mental”, reflexiona.