La lucha contra el alcoholismo: un camino lleno de esperanza

Aumenta el número de jiennenses que padecen esta cruda enfermedad

02 dic 2019 / 11:03 H.

A quién no le gusta tomarse una cerveza fresquita cuando sale con sus amigos? ¿O un vaso de vino? ¿Y una copa? Son pocas las personas que no han probado, alguna vez, una bebida alcohólica y cogido el “puntillo”. El problema llega cuando consumir este tipo de líquido deja de ser algo puntual y momentáneo para convertirse en una necesidad.

Generalmente, la mayoría de las personas que padecen alcoholismo comienzan a beber porque no son capaces de superar una situación difícil. Lo que al principio tan solo es una copa para “ahogar las penas”, se termina convirtiendo en algo vital e indispensable. Al principio, pueden ser leves borracheras y, normalmente, el temperamento es inmutable, pero el carácter sí que varía a través del cambio que sufre esta persona. Mayor inmadurez, dependencia emocional, inseguridades, chantajes emocionales, hostilidad, conductas temerarias, complejo de inferioridad.... Son, entre otros, algunos de sus síntomas más catacterísticos.

Lo cierto es que el número de personas que consumen alcohol ha aumentado y, con ello, también los que buscan ayuda. Entre las diferentes opciones que tienen para recuperarse se encuentra la Asociación Jiennense de Alcohólicos Rehabilitados (Ajar), que tiene 37 años de vida, y que ofrece tratamientos completos. Concretamente en este colectivo, 56 personas buscaron ayuda en lo que va de año, según los datos consultados por este periódico la semana pasada. De entre ellos, 47 fueron hombres y 9 mujeres. Casi diez más que en 2018, cuando fueron 44 (9 féminas y 35 varones) y tres más que en 2017 (43 y 10). En líneas generales, en 2018, en la provincia, se notó un leve incremento en personas que estaban en tratamiento con respecto a años anteriores: 1.321 personas (1.115 hombres y 206 mujeres) en comparación a los 1.277 de 2017.

Como se puede apreciar, el número de mujeres es inferior al de hombres y esto se debe, principalmente, a que tienen un consumo mucho más privado y les cuesta más contar que tienen este problema, quizá por los prejuicios sociales y por el “qué dirán”. Esto conlleva que, cuando por fin piden ayuda, el deterioro es muy grande, tanto a nivel físico como psicológico y social.

El perfil del consumidor, como explica Miguel Fernández, presidente de Ajar, también ha cambiado con el paso del tiempo. Ahora son personas más jóvenes, que empiezan a consumir con incluso doce o trece años. Normalmente, son los parientes los que acuden al colectivo en busca de ayuda e información cuando ven que los enfermos tienen problemas sociales, tanto en el entorno familiar como en el trabajo y en los estudios. A esto se añade que existe una tendencia a los policonsumos, es decir, aunque el alcohol es la puerta de entrada, suele venir unido a otras adicciones, como la cocaína. Así, por ejemplo, en Andalucía, en 2018, el 42,3% de los hombres admitidos por sustancias fue de cocaína, seguido por el 27,5% de heroína, el 14,7% de cannabis y solo el 10,1% de alcohol. En mujeres, la cocaína siguió primera en la lista, con un 34,9%, junto con la heroína (37,7%), el alcohol (13%) y, por último, el cannabis (7,2%). En este mismo año, pero en Jaén, de las 44 personas que se unieron a tratamientos en Ajar, 31 eran adictos al alcohol, 16 a la cocaína, 2 a la heroína y otra era una adicción que no llevaba sustancia.

Esta enfermedad no es algo que solo sufre el que la padece, sino también los que lo rodean. Es por eso que desde Ajar también ofrecen un tratamiento al familiar, a través de las terapias de autoayuda, es decir, escuchar y conocer a otras personas que han pasado por lo mismo. Además, tienen muy en cuenta la codependencia, por lo que, algunos días, los enfermos y los familiares están separados. El compromiso y el esfuerzo que cada uno de los usuarios hace por recuperarse se premia cada año, cuando la asociación celebra la Semana Sin Alcohol, en la que, además de vivir momentos de convivencia, entregan unos pins de reconocimiento. Es ahí donde se ve el fruto de una lucha constante, diaria y con mucha paciencia. Este año, nueve personas los recibieron: cuatro por dos años sin consumir, tres por cinco y dos por diez.