La capital, batacazo turístico

Absoluto descalabro. Esta es la principal conclusión que se puede sacar del puente de agosto, donde la capital, con los datos sobre la mesa, no sale muy bien parada —por no decir nada— que digamos. La ocupación media de los hoteles de la ciudad no llega, si quiera, a la mitad. Se queda en un paupérrimo 35%, algo del todo “inadmisible” para la Asociación de Alojamientos y Hoteles que, en esta misma línea, solicita a las administraciones que hagan un análisis real y reflexionen sobre las políticas en materia de turismo que se siguen en la provincia, pero sobre todo, en la ciudad de Jaén.

Un verdadero —y casi inabarcable— abismo se dibuja también si, con las cifras en la mano, se analiza la ocupación hotelera en otros puntos turísticos. Por ejemplo, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, hubo, de media, 9 huéspedes por cada 10 habitaciones de hotel, lo que se traduce en una ocupación del 90%. El tándem formado por las ciudades patrimoniales —Úbeda y Baeza— registraron un 70% y el entorno de Despeñaperros un 60.

Algo que, para el presidente de los hoteleros, José Ayala, es del todo “inadmisible”. Otros puntos que se “descuelgan” son las zonas de la Sierra Sur y Mágina, que a duras penas llegan a la mitad en lo que se refiere a ocupación, mucho más, sin embargo, del 35% que ha marcado la capital durante estos días de puente. “En fechas como Semana Santa, los desplazamientos masivos llenan por inercia los hoteles de toda España”, afirma Juan Manuel Camacho, de la junta directiva de la patronal hotelera, que continúa: “Pero volvemos a dar señales de que seguimos descolgados si nos atenemos a la tendencia del último año y a los datos concretos de este puente de agosto en el que, además, se da la circunstancia de que es uno de los del año en el que hay más fiestas patronales locales”. Ante esto, que según sendos colectivos es un aliciente para el turismo en la provincia, tildan la cifra de ocupación hotelera en la capital de “alarmante”, y más si se compara con la de otros puntos turísticos como Cazorla, aunque lamentan que otros, como Despeñaperros, la Sierra Sur o Mágina, sigan una tendencia decreciente.

¿La solución a este problema? “Hacer un análisis real y reflexionar profundamente de por qué la provincia se queda descolgada a pasos agigantados”, afirma Ayala, a lo que añade: “No debemos olvidar que Jaén, antaño, se situaba en el 90% de ocupación y se reservaba con antelación”. “Ahora, sin embargo, vamos sobre la marcha, tirando precios y a contracorriente de las demás provincias que continúan su crecimiento. Es dramático que el propio Instituto Nacional de Estadística (INE) certifique que el 90% de los alojados en la provincia lo hacen obligados por motivos de negocios. Esto debería hacer a las administraciones replantearse y rediseñar toda la estrategia de promoción y resultados turísticos, porque quedar en menos del 10% los que eligen Jaén para conocer sus valores turísticos y patrimoniales es un absoluto fracaso que pone contra las cuerdas a todo el sector”, incide el responsable de los hoteleros de la provincia, que hace especial hincapié en que las cifras son “inadmisibles” cuando existen ciudades que son patrimonio de la humanidad, municipios declarados conjunto histórico y hasta cuatro parques naturales.

Los precios, como no puede ser de otra manera, también entran de lleno en esta guerra, y es que Jaén, para más inri, es la provincia más barata para hospedarse de toda Andalucía, con un precio medio diario de 55,50 euros. Para la Asociación de Alojamientos y Hoteles esto no hace otra cosa que “agravar” la situación. En general, y en términos reales, los establecimientos de hospedaje de la provincia son los que menos ingresan por habitación disponible, con solo 23,76 euros. “Una ruina que nos obliga a lanzar un S.O.S por un sector sostenido por familias”, recuerda Ayala, al mismo tiempo que hace referencia a otros datos como la evaluación que los viajeros emiten de Jaén una vez pasan por la provincia, que es la mejor en comparación con el resto de la comunidad autónoma. Un absoluto “desastre” que esperan que ponga a las administraciones con competencias a trabajar en rediseñar la hoja de ruta turística.