Habilidades sociales en comunidad

13 abr 2020 / 12:18 H.

Lo hecho está hecho. Sin clarividencias, no es difícil saber que muchos de vosotros y vosotras no habéis parado a analizar qué características de personalidad, con resultados no siempre favorables, serían susceptibles de mejora en el plano de las relaciones personales. Y es normal teniendo en cuenta el estilo de vida marcado en la actualidad; del que ya hemos hablado. Quiero aclarar que planteo: normal, no como lo aceptable sino como la norma. Es decir, lo establecido. Pero eso no quiere decir que sea positivo, sencillamente es una norma que se establece como “lo normal”. Dicho lo cual, que el nuevo planteamiento de vida va a ser diferente, nadie lo duda, y que las relaciones cambiarán tampoco, por lo que sería un acierto servirse de la experiencia para mejorar algunos, si no todos los aspectos posibles, de los desmanes interpersonales en relación al progreso de las experiencias en sociedad. En este caso hablaremos de bullying, ese tormentoso modelo contra el que intervenir; y de paso evitar su paso a la edad adulta. No se debe fomentar el aprendizaje de modelos violentos reproduciendo con los más jóvenes artículos como películas, videojuegos, deportes, relaciones, etcétera. Si existen es porque se consumen y por tanto, podemos tomar decisiones personales y sentarnos con los jóvenes a analizar el porqué de su uso, la finalidad, su influencia en ellos y ellas..., y aportar modelos alternativos, en este periodo de confinamiento. Y como referencia, es un necesario que evalúes si haces apología de tales modelos de forma explícita o implícita. Es decir, sin ser consciente formas parte de lo descrito como “lo normal” en las relaciones sociales o si por el contrario requieres hacer un análisis introspectivo de mayor calado. Cualquiera de las fuentes sugiere un cambio; no es cuestión de localizar culpables, sino de hacernos responsables de una educación en valores contraria a la violencia. Un líder negativo (el agresor) busca ridiculizar a su víctima solo para engrandecer su minada autoestima, para autodeterminar delante del “grupo quién es” sobre una base emocional de miedo. Y ese personaje tras el que esconde quién es realmente, es uno de los protagonistas de cualquiera de los modelos violentos que rigen nuestra sociedad. Por tanto, pedagogías de grupo y no exclusivamente individuales fomentan lazos asentados en respeto y concordia, así como apoyo frente a un agresor que dejaría de ser tal si no hay grupo.