Elogio a la sencillez

    18 jun 2020 / 12:35 H.

    Nuestro tiempo posee un nivel de complejidad y desconcierto demasiado elevado con el que además estamos lidiando para poder vivir más que sobrevivir. La buena noticia, que siempre la hay, es que, como poco, podemos retornar nuestra mirada hasta lo más inmediato y estar atentos a los detalles sencillos que nos envuelven y sostienen nuestros días. Matices que, tras estos últimos meses, han cobrado, o recobrado, una importancia desapercibida, pues siempre hemos postergado nuestro bienestar a las cosas grandes. Grandes en el sentido de cantidad, pero no de calidad, pues esta muchas veces parece y queda en simple añadido. Pero lo cierto es que hemos advertido que había “cosas” que nos llenaban y que apenas valorábamos. Desde una mirada a un beso, desde un abrazo a una risa, desde las lágrimas al abrazo reconfortante. Cualquier detalle al que estábamos habituados se ha transformado, por la sobrecogedora alquimia de las circunstancias, en algo irreemplazable. La sencillez se ha puesto como de puntillas para mirar por encima del muro de la complejidad y recordarnos su valor, el bien que sustentándonos interiormente también nos alienta, anima y satisface. Y es que las personas somos seres menesterosos por más que queramos distraernos con las destrezas y logros a los que nos ha llevado nuestro ingenio. Hay una fragilidad, una sed que solo se sacia en la medida en la nos encontramos con nuestros iguales y compartimos la vida recíprocamente. Y cada cual puede poner nombre a esos instantes que se hacen atemporales porque nos entregamos de lleno. Ese rato de tutoría improvisada después de que hayan salido todos los alumnos del centro, esa sonrisa por el pasillo entre compañeros, el rato del café con los incondicionales de siempre en cualquier terraza, el momento de la liga con un vino en la terraza del Berral (en lo de Matías) o en la barra de Miguel con un poquito de ajoatao junto a los buenos amigos, los churros del domingo al fresco en el paseo con la familia o aquellas verbenas de fiesta en fiesta... Y todas esas miradas, sonrisas, abrazos, besos y el sol, el aire, el sonido de los árboles, el agua del arroyo, los paisajes, las sensaciones, las emociones, los sueños... Detalles sencillos que son pura expresión de la gratuidad de la vida ante la que uno no puede más que ser agradecido. Fragmentos de vida, hitos como de “a cada momento” que desde la sencillez de lo que son, encierran el misterio de esa felicidad que tenemos siempre a mano y que invariablemente está por descubrir.