“Déficit” de familias de acogida

Apraf-A pide ayuda a los jiennenses para dar un hogar a diez menores separados de sus padres biológicos

11 feb 2018 / 11:03 H.

No hay nada como el amor de un padre y una madre. Esta afirmación la corrobora la Asociación para la Promoción del Acogimiento Familiar de Andalucía (Apraf-A), que insiste: “El método funciona”. El objetivo de la entidad, surgida hace once años, es que un niño pequeño que, por diversas circunstancias, debe separarse de sus padres, en vez de acabar en un centro para menores, pueda ser recibido en un hogar. “La evolución es asombrosa en muy poco tiempo el cambio que viven es impresionante”, asegura su presidente en Jaén, Juan Antonio García, y añade: “Ha habido niños de pocos meses que llegaron desnutridos, con varias necesidades, y en treinta días sonreían de felicidad”.

Pero todavía necesitan más apoyo. “Que haya niños sin acogida es, para nosotros, un pequeño fracaso, que hace que tengamos que apostar con más ganas para dar una solución efectiva a los menores”, manifiestan desde la Apraf, así que animan a los jiennenses a incorporarse al colectivo y colaborar. Son diez los menores que solicitan una casa en la provincia, un número nada “desdeñable” teniendo en cuenta que son cuarenta los que ya están “cubiertos”. “Con los años la gente nos conoce más y se nota, pues cuando creamos la asociación eran seis los niños en acogida, así que es un logro llegar a estos números”, indica el presidente García.

La protección de la infancia es su finalidad “más importante”, pues “todo es por los niños”. Por esa razón recomiendan el acogimiento frente a la adopción, aunque cada caso se estudia escrupulosamente para ofrecerle la opción más apropiada. “La acogida es más altruista, hay más voluntariedad que en la adopción, pues se trata de aprender a convivir con dos familias, de asumir que el niño tiene a sus padres biológicos y, simultáneamente, los de acogida, que lo cuidan y lo educan”, apuntan desde la Apraf. Evitar que los menores acaben en un centro es su función, “pues ahí no reciben la misma atención que en un hogar”. “Deben estar pendientes de muchos niños al mismo tiempo, no hay tiempo para un trato individual y personalizado, como el que ellos necesitan”, continúa García, y subraya la importancia de “alejarles” del “estigma” que supone crecer en un entorno como ese, con “influencias no recomendables”.

Todavía hay personas que no diferencian entre la adopción y la acogida, por lo que en la asociación reciben numerosas llamadas en las que, primordialmente, buscan información. “La adopción es más rupturista, se suele cortar con la raíz de origen, mientras que la acogida es aprender a convivir con la familia original y la que educa y da cariño”, detalla García, y añade: “Son dualidades, y el pequeño sabe desde el primer momento que pertenece a dos familias, es consciente de dónde viene”. Según García, es habitual que los niños “todavía quieran a sus padres; a pesar del maltrato o el abuso, son sus padres, y eso no cambia”, por eso es “esencial” esa intermediación. De hecho, durante la acogida el contacto no se “rompe”, se mantiene, pues existen las visitas supervisadas con la familia de origen, donde el niño interactúa con ellos. “Es importante no romper esos lazos, todo ello por su bien y por normalizar su situación, ya de por sí compleja”. García subraya lo “beneficioso” de este método, del que se ven los resultados en la evolución de los menores. Sus esfuerzos ahora está centrada en diez niños, de entorno a cero y seis años, que buscan un hogar. “Todos los que tenemos en la asociación son casos complejos, con abusos, maltrato, abandono..., por ello sus necesidades son también más diversas, pero la central es una básica: cariño”. Desde su creación, los logros han sido “enormes”.

Actualmente tienen a cuarenta niños acogidos en familias “ajenas”, y más de ciento diecisiete, aproximadamente, en familia “extensa”. La diferencia entre una y otra son los lazos de sangre, pues la “extensa” hace referencia a los abuelos, tíos o hermanos mayores que observan que los padres biológicos no atienden adecuadamente a los menores y se ofrecen como hogar de acogida. “La mayoría de los niños están en esta situación, y eso es positivo, porque son su propia familia y el trastorno por los cambios es menor”. De todas formas, la asociación no hace distinciones a la hora de valorar si el entorno donde crece el menor es el más apropiado o no, pues tanto las familias “extensas” como las “ajenas” tienen los mismos sistemas de evaluación, con un seguimiento y una supervisión idéntica. El servicio que ofrece el colectivo también es similar, pues da talleres informativos y reúne a los padres de acogida donde pueden exponer sus dudas y poner los problemas que tienen en común, para obtener una respuesta más elaborada y cercana.

Los requisitos de los ciudadanos que quieran formar parte de esta “gran familia” son, en principio, “la motivación”. “Dedicación a la infancia, solidaridad, unas condiciones de vivienda básicas y que sea una familia estable y consolidada, pues los menores ya vienen con sus propias cargas”. Al final lo que necesitan son “hogares normales, nada extraordinario”, pues, tal como recuerda García, en la rutina encuentran la felicidad. “Por el hecho mismo de vivir en familia, aunque no sea la más espectacular, logran dar grandes pasos. El cariño, la atención intensa y la devoción de esos padres hacen que crezca y superen esas carencias que traen de esa etapa anterior”.

visitas continuadas que valoran la evolución

La Asociación para la Promoción del Acogimiento Familiar realiza numerosas tareas, entre ellas mantener un “control” sobre la evolución de los menores en los hogares temporales. Por ello, hace visitas y estudios de la evolución de los niños en sus nuevas casas. Tanto si son familias “ajenas” (sin relación con sus padres) como “extensas” (tíos, abuelos, hermanos mayores y similar), el trato es equitativo.

cursos y talleres para los padres

Desde la Apraf, la preocupación por el crecimiento del menor es continua y, como los niños provienen de situaciones sociales “complejas” (abusos, maltrato o abandono), ofrece a los padres cuidadores talleres y cursos, así como un amplio servicio con psicólogos, donde exponer sus dudas y solventar los problemas que surjan con los menores en cualquier momento del día, ya
sea de forma individual o grupal.

Crecer y aprender a convivir con una doble identidad

La Asociación para la Promoción del Acogimiento Familiar explica que el tiempo de acogida depende de las tipologías. Tal como detalla su presidente, Juan Antonio García, algunas son temporales y otras, indefinidas a largo plazo. “Los periodos más breves oscilan desde uno o dos meses, hasta los dos años, depende de la situación del menor y las necesidades que se deban cubrir durante esa temporada”. García recuerda que, las estancias más cortas se consideran periodos “de tránsito”, en el que se valora la situación y el contexto de la familia biológica. Son “familias puente”, que se hacen cargo del menor durante el estudio. “Los padres no pueden hacerse cargo del niño, por lo que, en vez de enviarlo a un centro para menores, se hace lo posible para que pase la noche en un hogar y continúe así el tiempo que sea necesario”. Asimismo en ese periodo se analiza el tipo de acogida que conviene al menor, “más recomendable que la adopción o acabar en un centro”.

La asociación realiza numerosos llamamientos a lo largo del año para que los ciudadanos conozcan el colectivo y se involucren. La última fue en Navidades. “Estamos muy agradecidos por la respuseta que recibimos, la ciudadanía se mostró muy interseada”, comenta García. Explica que después de publicar en este mismo periódico la necesidad de hogar para trece niños, recibieron en unas cincuenta y dos llamadas. “Hay un interés palpable en la sociedad, y eso nos alegra”, apunta. Relata que muchos de los que descolgaron el teléfono esos días se encuentran actualmente en trámites para acoger a un niño, otros han comenzado los procesos de formación en la asociación, mientras que algunos presentaron también la solicitud para formar parte de la iniciativa de “dar un hogar”. Asimismo son varios los que, después de obtener información sobre el sistema, reflexionan respecto a su posible colaboración. “Esto es algo continuo, siempre faltan padres y casas donde cobijar a los niños, en eso consiste el trabajo de protección de la infancia”, señala García, y anima a los jiennenses a participar y ayudar.