Crecen los casos de trastornos

La asociación Adaner afirma que llegan con síntomas menos severos

14 dic 2015 / 11:50 H.

L a crítica y la burla. El apoltronado canon de belleza, casi “imposible” de diluir, unido a la delgadez. Los retoques fotográficos desmedidos que capturan la mentira de la imperfección. Las exigencias sociales de “estar ideal”. En definitiva, la tiranía de la apariencia auspiciada por la sociedad actual es el caldo de cultivo perfecto para que los trastornos en la conducta alimentaria se conviertan en la válvula de escape de problemas psicológicos y de autoestima latentes en muchas personas. Porque ni la anorexia, ni la bulimia, ni la ortorexia (obsesión por cuidar al máximo la dieta diaria), ni la vigorexia, ni la potomanía (ingesta exagera de líquido, generalmente agua), ni la permarexia (obsesión por no ganar peso), ni ninguno de los trastornos de la conducta en la alimentación entienden de sexo ni de edad. “Niñas que todavía no tienen el periodo, adolescentes en plena revolución hormonal, universitarios, hombres y mujeres adultos, de más de cuarenta y cinco años. Desde que la Adaner-Jaén empezó a funcionar, en 1998, no existe un perfil estándar en esta enfermedad”, expone la presidenta de la asociación, Josefa Chamorro Damas. La organización sin ánimo de lucro cuenta con casi setenta socios en la provincia y presta atención casi integral a los afectados que acuden a sus dependencias, ubicadas en el número 5 de la calle Baltasar del Alcázar.

Una nutricionista y dos psicólogas especialistas en trastornos en la conducta alimentaria, que trabajan de manera voluntaria un par de tardes por semana, componen el personal de Adaner-Jaén que advierte del incremento de casos que llegan a su sede. “En los últimos tres meses, hemos “historiado” trece afectados que son muchísimos. Hay que tener en cuenta que habrá más enfermos que no se atrevan a dar el paso de asumir lo que les pasa y acudir a su médico, o a uno privado o a la asociación”, puntualiza Chamorro. Ella es la encargada de recibir a quienes deciden dar el primer paso para salir de esta “esclava” enfermedad del hábito. “Cuando llegan aquí les explicamos que no son unos bichos raros, que a todo el que acude a la Adaner le pasa algo parecido y, sobre todo, les decimos que no se sientan solos y que no se avergüencen, que de esta enfermedad se sale, que hay esperanza”, asevera. “Aunque cada día hay un poquito más de concienciación sobre estos trastornos y se habla con más de naturalidad de ellos, es cierto que sigue llegando un ‘alarmante’ número de casos, la fase en la que vienen a pedir nuestra colaboración es más temprana y los síntomas no son tan severos. Esta circunstancia ayuda a que nuestras especialistas puedan reconducir los desórdenes e, incluso, a que la recuperación se produzca antes y con mejores resultados”, apunta la presidenta, Chamorro Damas. “La insatisfacción corporal podríamos decir que está presente en un 99 por ciento de la población. Siempre hay alguna parte de nuestro cuerpo que no nos gusta. Pero eso no tiene que desencadenar ningún malestar, y es legítimo querer sentirse bien con uno mismo pero sin miedos ni obsesiones. Ahí es donde está el problema. Es ahí donde las conductas de riesgo pueden provocar una enfermedad grave,como lo son la anorexia y la bulimia”, expone la psicóloga de Adaner, Pepa Torres, que añade que cuando se detectan precozmente, la remisión de los síntomas puede ser total.

La proporción se mantiene, un varón por cada nueve mujeres

Desde que, en 1998, la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y a la Bulimia comenzó su camino en Jaén en favor de los enfermos que padecen estos trastornos, la proporción en cuanto a sexo se mantiene prácticamente invariable. De cada diez, nueve son mujeres y uno es varón.

“El abanico de perfiles de hombres que llegan a la sede de la Adaner es amplio: adolescentes, jóvenes y maduros. La diferencia con los casos de las mujeres es que no vienen con un estado avanzado de la enfermedad ni con síntomas crónicos ni severos”, explica la psicóloga, Marisa Gómez Armenteros que colabora con la asociación desde 1999. “A ellos les cuesta más asumir la enfermedad. Suelen marcharse pronto porque, quizá, no se sienten identificados o porque abandonan directamente el tratamiento o porque se van a un especialista concreto que les “ofrece” más privacidad”, apunta Marisa Gómez Armenteros.

“Mi hija estaba obsesionada con sus piernas y con el físico, tuve que tapar todos los espejos de casa”
Marta López |
Madre de Sonia Ferrero, de once años, que sufre un trastorno en su conducta

“Yo veía a mi hija cada día más triste y obsesionada con que estaba gorda. Decía constantemente: ¡Vaya patorras tengo! Y de ahí no había quien la sacara. Comía menos y, bueno, pensé que como le empezaba a gustar un chico, pues querría cuidarse. Pero llegó un punto que era tal la obsesión con el físico que tuve que tapar los espejos en casa”, relata Marta López, madre de Sonia Ferrero, de once años, que acude cada dos semanas a la Adaner. Sendos nombres son ficticios, porque quieren guardar en el anonimato los suyos para evitar que su historia salga completamente de la privacidad. “Llegué muy preocupada a la Adaner. No sabía cómo ayudar a mi hija, que por entonces no había tenido la regla, seguía siendo una niña. Su carácter, con estas obsesiones, cambió y se volvió más introvertida. Pero desde junio, que estamos en tratamiento, va mejor. Come más y ya no está tan preocupada por sus piernas”, explica López, que añade: “Agradezco el trabajo que han hecho las psicólogas con mi hija y conmigo, porque yo lo veía todo negro y nos han ayudado mucho. Espero que, pronto, mi hija, se recupere del todo, porque de esta enfermedad se puede salir”.