“Ha salido lo mejor de nosotros”

ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ

12 abr 2020 / 12:10 H.

—Buenas noches padre Ángel. Siempre hay que preguntar por la salud ¿Cómo se encuentra?

—Buenas noches. Yo me encuentro bien desde el principio. Por la edad y el riesgo, siempre he estado en casa. Pero estoy preocupado, como las de tantas personas mayores, sobre todo, que se nos han ido en todos estos días. Es un sufrimiento ver a tantas familias y hogares que sufren por esas pérdidas.

—¿A qué está dedicando el confinamiento?

—Por una parte, he estado intranquilo, observando cada día el riesgo de contagio en todas las residencias, en todas las casas. Estamos sufriendo mucho, por eso debemos seguir manteniendo el timón y seguir dando esa esperanza enriquecedora y que entre todos podamos hacer llegar ese material sanitario que tanto se necesita. Nuestras residencias se han convertido en hospitales, por ello se necesita todo lo que requiere un hospital: profesionales médicos y sobre todo, material sanitario para poder evitar más muertes. La prioridad máxima es salvar vidas, nunca en mi vida había creído que podíamos llegar a un momento en el que lo más importante era salvar vidas, evitar que más personas fallezcan.

—¿Cómo está la situación en las residencias que gestiona Mensajeros de la Paz?

—Las residencias, generalmente, en todas las de España que tienen miles de residentes y trabajadores que se han contagiado, más de 100 han fallecido en nuestras residencias y uno se siente apenado. Nos tenemos que poner de rodillas, seguir rezando, mirar al cielo, pero seguir también creyendo en Dios, en los hombres y, como no, en nuestros trabajadores sanitarios, voluntarios, vecinos y vecinas que hacen mascarillas para que podamos seguir trabajando.

—La labor solidaria aflora en todo momento. Qué gran lección nos está dando el covid-19, ¿no cree?

—Ha salido lo mejor de nosotros en estos días. Ver tantas personas que son capaces de perder la salud de algunos de ellos, algunos han perdido la vida porque salvar a otras personas. Esto es una solidaridad enorme. En palabras del papa Francisco, dice que son unos héroes, unos santos, están dejando su salud e incluso su vida por salvar a los demás. Pero incluso los vecinos, la gente de ayudante, suben y bajan pisos para ayudar a personas que se encuentran solas... A todos se nos estremece el corazón al ver cómo tantos amigos, familiares se nos han ido. Estamos sacando lo mejor de nosotros y cuando se acabe esto, que creo que será pronto gracias a Dios, tenemos que seguir pidiendo esos milagros.

—Dónde cree ahora mismo que está la emergencia: ¿en los hospitales, en el interior de las casas o en las residencias?

—En las residencias de mayores. Según las estadísticas, más de 8.000 personas han perdido la vida en estos lugares y siguen dándose tantos casos en las residencias, algunos de ellos de organizaciones religiosas, oenegés... Pero debemos saber afrontar eso también, hay que seguir firme, mantener la serenidad, seguir la lucha en lo posible. A buen seguro si lo hacemos así, vamos a evitar más fallecidos. Tenemos que seguir dando aplausos a todos, pero más que aplausos hacen falta tests para saber si estamos contagiados, mascarillas, material y profesionales, médicos, enfermeros. Hay muchos profesionales sanitarios que están de baja, es el mayor porcentaje de trabajadores afectados.

—¿Qué lectura hace de esta pandemia del coronavirus?

—Debíamos haber sido más cautos, a veces nos hemos creído dioses cuando somos meros habitantes del mundo. Lo segundo que deseo es que seamos más buenos, que flore la bondad, la misericordia, la caridad y el compartir con los demás.

—Un mensaje de esperanza para terminar.

—El mensaje claro es de esperanza, como la que tuvo Jesús en su sufrimiento y que dentro de unos días celebraremos su Pascua de Resurrección. Vamos a salir de esta, que volveremos a besar, a abrazar a los nuestros y a decir que les queremos. No hay una cosa más bonita que la vida. La vida es bella y hay que compartirla. Cuando uno tiene salud, nos sobra todo lo demás. Debemos seguir queriendo mucho y dejarse querer por los demás.