Comerciantes del entorno de la Catedral se sienten "vendidos"
Teóricamente, se encuentran en una zona envidiable, a escasos metros de la Catedral. Pero, estar a su amparo, no es garantía de nada. Comerciantes del entorno se quejan de la escasa vigilancia policial que hay, de los intentos frustrados de robo que se han producido en las últimas semanas, y aseguran: “Estamos vendidos”.
Solo llevaba “un mes y diez días” con el negocio abierto en la calle Campanas —la Pastelería Gosán—, cuando Pilar Marín se encontró rota una de las dos lunas del establecimiento. Le habían forzado la persiana y habían tratado de robarle. Los hechos ocurrieron durante la madrugada del 7 de febrero y todavía no han encontrado a los ladrones. “Podría haber ayudado a la captura la cámara [de control de tráfico] que hay en la calle, pero, al parecer, no funciona. Así que nada”, apuntaba a este periódico hace unos días.
Teóricamente, están situados en un lugar envidiable; en un punto estratégico de la ciudad, al amparo del principal hito arquitectónico del Renacimiento del Sur y de una joya que, en unos meses, puede dar una alegría a la población, si la Unesco decide incorporarla a su listado de monumentos Patrimonio de la Humanidad. Pero, por el momento, los propietarios de los casi 40 comercios que trufan el entorno catedralicio no ven las ventajas. Tan solo exigencias, como las que contempla el plan especial del casco histórico para la homogeneización de la imagen de la zona, con las sanciones que llevan aparejadas en caso de incumplimientos, y “deficiencias”. La primera —criticó Marín—: “Que aquí no vigila nadie, si no es para poner multas y ahí sí que son rápidos”. La empresaria no es la única que en las últimas semanas ha sufrido algún intento de robo, y el problema —según explicó— responde al “olvido” que se cierne sobre la zona en cuanto llega el ocaso: “Por la noche, el tránsito de personas es nulo, la iluminación, escasa y, por lo visto, la Policía Local no patrulla, así que estamos vendidos”. Aseguró que, en cuanto cae la noche, las calles quedan en tal penumbra que “da miedo”. “Yo misma he puesto dos leds en el techo de los soportales, a la entrada de la pastelería, para que esto esté iluminado y —advirtió Marín— los quitaré cuando mire la farola y me duelan los ojos de la luz que dé”.
Inseguridad, escasa iluminación, “excesivas” multas por un carga y descarga que consideran insuficiente, desde el punto de vista horario, y aún añaden otro problema que, aparte, afea la imagen del entorno: “Solo hay dos contenedores para toda la zona”, con lo cual no solo se llenan enseguida —se quejaron—, sino que la basura acaba tirada alrededor, repeliendo a vecinos y a turistas.
El listado de deficiencias es tan prolijo que los comerciantes del entorno dicen sentirse cuando no “olvidados”, “perseguidos” por las políticas de las administraciones local y autonómica, ajenos a los supuestos beneficios que supone para los empresarios de cualquier ciudad que sus negocios estén ubicados junto a uno de sus principales monumentos. En este caso, además, hay que destacar que estos comercios tienen al lado dos de los edificios que más vida atraen, como son el Ayuntamiento y la Diputación, pero —como advirtieron las fuentes consultadas por este periódico— su ebullición se limita básicamente a las mañanas, en horario administrativo.