“Quien se aburra en La Carolina es porque quiere”
La fiesta de celebración, el pasado fin de semana, del acuerdo del primer aniversario para la constitución de El Centenillo —población situada en el término municipal de Baños de la Encina— como entidad local autónoma fue un “subidón” para la Asociación Diógenes Teatro. Incluso se nombró hijo adoptivo a Víctor Manuel. La tesorera del colectivo de La Carolina, Kate Cervenka, vivió ese día con intensidad.
—¿Qué destacaría de la fiesta celebrada el día 5 en El Centenillo?
—Pasamos un día muy entrañable y muy emotivo. Participamos con una obra de teatro basada en la tragedia ocurrida hace un siglo en la mina Araceli. Alejandro Vico se puso en contacto con nosotros, hace tiempo, porque había escrito el poema sobre ese accidente. Tuvo la idea de que hiciéramos una teatralización de su poema. Uno de los momentos más emocionantes fue cuando se nombró los veintitrés fallecidos con toque de campana. Personas en el público derramaron lágrimas porque eran descendientes de las víctimas.
—¿Cómo surgió la idea de traer al cantante Víctor Manuel?
—A Joaquín Blanco, el presidente de “Diógenes, un día se le ocurrió escribir un correo a Víctor Manuel. No tardó en contestar. Está claro que cuanto más famosa es una persona es más humilde. Cuando estuvimos actuando, Víctor Manuel estaba muy pendiente de todo. Luego se hizo una foto con nosotros, que íbamos vestidos de época. Se mostró todo el rato muy cercano y muy cariñoso.
—¿Qué es lo que más le gusta a usted de vivir en La Carolina?
—Venía de la Costa del Sol y los alquileres me parecieron aquí asequibles. En La Carolina hay muchísima actividad, de lo que llamo cosecha propia. No vamos a tener una gran compañía de zarzuela, pero contamos con dos piscinas, equipos de baloncesto y fútbol, pistas de pádel, un club de ajedrez, otro de lectura... La gente está muy involucrada. Si alguien se aburre es porque quiere. La oferta es tremenda, ya sea en deporte, pintura, música o Carnaval. Por ejemplo, aparte de a la asociación teatral Diógenes también pertenezco a la rondalla Colás Chicharro. También me encantan la cercanía de la gente, las tapas, la naturaleza y los paisajes, con Despeñaperros tan cerca.
—¿Se siente integrada?
—Sí, de hecho me pusieron hasta un apodo. En la capital de las Nuevas Poblaciones me llaman la Última Colona. Me siento muy a gusto.
—¿Cómo surgió la compañía de teatro de la que forma parte?
—En 2009, el Ayuntamiento de La Carolina fundó un taller municipal de teatro. El concejal de Cultura de entonces me llamó para que me quedara con el grupo. En Reino Unido había hecho teatro amateur y en Fuengirola, igual. Cuando me enviaron a La Carolina con la Escuela Oficial de Idiomas, preparamos varias obras, una cada año. Al principio, como había mucha gente de diferentes edades, desde niños hasta casi setenta, pensé en una obra para que todo el mundo tuviera un papel. Muchas niñas. Escogí “El sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare, y ya no hemos parado.
—¿Por qué Diógenes?
—Por varias razones. No quiero ofender a nadie que tenga un familiar afectado por ese síndrome. Para preparar las obras hacíamos recogida de ropa y muebles. También, a diferencia de otros grupos donde las personas son más o menos de la misma edad, “recogemos” a gente de todas las edades, incluidas personas con diversidad funcional. Somos muy integradores. Además, hacemos obras de lo más variado, desde Aristófanes a Shakespeare y otras escritas por nosotros de una forma colaborativa. Ahora mismo somos unos veinte, todos de La Carolina.
—¿Cómo es ese sistema colaborativo que antes mencionaba?
—Usamos Google Drive como método para preparar un guion. Solo hay dos normas. Cada persona que escribe tiene que hacerlo con un color distinto y, en segundo lugar, que no se borra nada. Editamos juntos y el sistema funciona de maravilla. Así cada uno hace sus aportaciones.
—¿En qué sitios han actuado?
—Además de en el pueblo, hemos actuado, entre otros lugares, en Villanueva de la Reina, Torredelcampo, Vilches, Guarromán, Baños de la Encina, el teatro Darymelia de Jaén o Santa Elena. Antes de la pandemia pusimos en escena de entremeses de Cervantes y Lope de Rueda. A raíz de eso decicimos entrar en un certamen de aficionados, en Mora (Toledo). Aprovechamos la época de la covid-19 para convertirnos en asociación cultural sin ánimo de lucro, con CIF y todo. Durante lo peor de la pandemia no paramos tampoco en nuestra actividad. Hicimos teatro con marionetas y teatro, con cuentos dirigidos a los más pequeños.
—¿Qué proyectos tienen?
—Para el 25 de noviembre tenemos una ruta teatralizada sobre los milagros de La Peñuela, de San Juan de la Cruz, escrita por el director del museo, Pedro Ramos. Será a las seis y media de la tarde en la ermita. El sábado 10 de diciembre, a las seis de la tarde, en colaboración con Hesperian Symphony Orchestra, se pondrá en escena una doble función, con la obra infantil navideña, consta de “Pedro y el Lobo”, de Prokofiev y “Cuentos de Navidad” de Charles Dickens. No paramos y para 2023 tendremos un proyecto, que ahora mismo está en fase embrionaria.
—El teatro Carlos III de La Carolina lleva alrededor de cuatro años cerrado por obras, ¿se sabe ya cuándo será la reapertura?
—No puedo decir nada de eso porque me metería en un terreno político. Lo único que puedo comentar es que los miembros de Diógenes Teatro estamos deseando reinaugurar el espacio escénico cuanto antes.
—Usted es docente de Inglés, ¿por qué es tan mejorable el nivel en este idioma de los españoles?
—No he hablado con todos los españoles. Sí puedo comentar que en Suecia los dibujitos y cosas así los dejan en versión original. El oído cuando eres pequeño se acostumbre mejor a los distintos patrones de entonación. Lo que sí destacaría es que el nivel del alumnado es excelente en la Escuela Oficial de Idiomas de La Carolina, también en Alemán y Francés, con profesores nativos.
—¿Cómo ha conseguido el buen nivel de español que tiene?
—Metiendo la pata con el subjuntivo; aprendiendo en la calle, leyendo y estudiando. Fui alumna de Español en una escuela oficia de idiomas para extranjeros de Málaga. He aprendido a hablarlo tarde.
—¿Se mantiene la herencia colona más de dos siglos después?
—Se nota en algunas cosas,. Por ejemplo, en los apellidos por ejemplo, las costumbres o la arquitectura. Por otro lado, antes de la pandemia un verano que estaba mi hermana de visita en El Centenillo, ella, que no habla español, pero es muy espabilada, se dio cuenta del nombre de un ingeniero inglés que trabajó ahí lo había hecho antes en una mina situada en el norte de Inglaterra.
—¿A qué atribuye que la provincia no esté más desarrollada?
—En los años 60 y 70 cuando el español medio cogía el 600 para ir a la playa de vacaciones, como en una película de Alfredo Landa, pasaban de largo. Las cosas están cambiando. Se están haciendo muchos avances, como los festivales de Segura o el de Blues, grandes iniciativas culturales.
—¿Qué opinión le merecen el aceite de oliva y el icónico árbol del que se obtiene este alimento?
—El aceite de oliva es excelente. Tengo muchos amigos con pequeñas fincas. Qué hay mejor que un buen aceite de Jaén para las tostadas. Yo ya lo conocía en Reino Unido, aunque allí se trata de un producto que se reserva para las ensaladas, y, en la generación de mi abuela, se usaba de medicina para tratar problemas en el pelo. Los árabes lo usaban para las lámparas y la cosmética. Tengo un olivo en mi patio y una vez cogí medio kilo de aceituna. Son unos árboles muy hermosos. Ojalá nieve. No existe nada más hermoso que el mar de olivos bajo el manto blanco.