La experiencia de dos futuras veterinarias jiennenses en Italia

María Jiménez Serrano, de Jamilena, y Elena Ramírez Serrano, de Los Villares, relatan a Diario JAÉN su vida y estudios en Parma
Elena Ramírez y María Jiménez en la Plaza Santa Croce.
Juan Rafael Hinojosa

Dos estudiantes de Veterinaria en la Universidad de Córdoba —referencia en esta titulación—, María Jiménez Serrano, de veintidós años y vecina de Jamilena, y Elena Ramírez Serrano, de veintiuno y residente en Los Villares, se encuentran desde el pasado mes de septiembre en la ciudad italiana de Parma. Se forman en la facultad de esa ciudad dentro de una movilidad Erasmus con la que continuarán hasta julio. Ambas se encuentran perfectamente aclimatadas y adaptadas a las aulas de esta población de la región de Emilia-Romaña.

“Era la primera vez que salíamos tanto tiempo de España. Realmente nos empezamos a conocer aquí y la experiencia ha sido un golpe de realidad”, manifiestan. Jiménez y Ramírez viven juntas en un piso que comparten con dos italianos, que cursan Farmacia y Bioquímica. Explican que eligieron Parma por las posibilidades de convalidación de asignaturas. Una vez que terminen sus estancia les quedará otro año de carrera, pues son cinco cursos.

Las clases en la Facultad de Veterinaria son en italiano, algo a lo que se han acostumbrado a pasar de que cuando llegaron prácticamente no conocían la lengua de Dante, prácticamente “ciao” y “grazie mille”. “Hablan muy rápido, pero te das cuenta de que es un idioma muy parecido al español”, detallan. La teoría se complementa con clases prácticas, sobre todo, excursiones a mataderos y granjas.

A juicio de las dos jiennenses es nivel universitario es superior en España. “Lo vemos todo un poco atrasado. Dan las cosas más despacio”, describen. La facultad se encuentra apartadas de otros campus, en un polígono al que llegan en autobús. “Hay pocos alumnos, sesenta solo, menos que en Córdoba”, dicen. Los exámenes, orales, son en italiano.

En referencia a Parma, Elena Ramírez y María Jiménez, consideran que es “muy bonita”. Pese a que tiene 200.000 habitantes, les recuerda a la típica imagen de un pueblo italiano de colores. “Lo peor aquí es que todo está muy caro. En el norte de Italia hay un nivel de vida muy alto”, opinan. Otro inconveniente que ven es el frío, con sensaciones térmicas muy bajas. Después de volver a España en Navidad, la próxima ocasión para regresar está prevista para la Semana Santa.

Parma cuenta con una ubicación estratégica, en la confluencia entre el norte y el centro del país transalpino. Está muy cerca de Bolonia y de Milán, desde donde pueden cogerse vuelos para múltiples destinos. En cuanto a los trenes las condiciones son inmejorables. La movilidad urbana sobresale por la presencia de bicicletas, ya que prácticamente no existen cuestas. Uno de los puntos fuertes de la ciudad radica en la gastronomía, con lo mejor en el ámbito nacional, pues tiene exponentes como el queso parmesano y un “prosciutto” —jamón— especial. La lasaña es muy conocida, igual que la pasta. “Es verdad que comen muy bien, pero todos los días toman pasta”, manifiestan.

En cuanto al clima, es de tipo continental húmedo, de manera que llueve mucho y la nieve no es, ni mucho menos, desconocida. En ocasiones, las condiciones son desapacibles, a lo que se suma que en invierno anoche pronto. Sin embargo, esto se compensa con la monumentalidad de Parma, sumada a los encantos naturales del territorio.

Existen numerosos inmigrantes, tanto procedentes del sur de Italia como del extranjero. Los españoles acuden bien por la importancia universitaria de Parma como por su poderío económico. La inflación se nota mucho y empeoro los precios de por sí caros. Por ejemplo, la cerveza puede salir por cinco euros. Eso se compensa con las remuneraciones que son mucho más elevadas de las que se estilan en España.