Jean Paul Ndongo: “Estuvimos diez horas naufragando”

El camerunés, que comienza ahora el periodo de prácticas en la Guardia Civil, intentó cruzar el Estrecho de Gibraltar con una barca hinchable
Jean Paul, en la plaza de Santa María de Baeza.
Francisco J. Marín

LA ENTREVISTA

El pasado martes finalizó el periodo académico en Baeza e inicia ahora las cuarenta semanas de prácticas en la Comandancia de Murcia. Llegó a España en 2010 tras ser rescatado por la Guardia Civil.

—¿Cuándo llegó a España?

—Hace 15 años. En 2010.

—¿En qué momento decidió que quería ser guardia civil?

—En el momento que fui rescatado por la Guardia Civil en el agua. Pero claro, hay un criterio imprescindible para acceder al cuerpo, que es tener la nacionalidad española. Y, obviamente, en aquel momento, no la tenía. Sin embargo, era algo latente que tenía ahí hasta que consiguiera la nacionalidad.

—¿En qué zona fue rescatado por la Guardia Civil?

—A la altura de Ceuta, entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico, donde sólo había agua y no se avistaba ni un ápice de tierra. Partimos desde Tánger en una barca de recreo hinchable y llegamos hasta ese punto remando. Estábamos exhaustos, al borde de la muerte. No sabíamos si llegaríamos o, de lo contrario, moriríamos. Fue un milagro. Siempre digo que estoy vivo porque los agentes de la Guardia Civil obraron un milagro.

—¿Cuántos eran en la barca de recreo hinchable?

—Seis personas. Íbamos cuatro chicos y dos chicas. Fue una temeridad. Estos hinchables se utilizan en la piscina o en la playa. Evidentemente, no están preparados para cruzar el Estrecho de Gibraltar. Recuerdo que tenía cuatro remos y que nos costó 30 o 40 euros. Fuimos remando, remando, remando... hasta que ya no podíamos remar porque ya no nos quedaban fuerzas. El mar es impredecible y las olas nos fueron desviando. Estuvimos diez horas naufragando, a la deriva. Yo perdí la noción del tiempo. La Guardia Civil nos rescató a las seis de la madrugada.

—¿En ningún momento llegaron a ver tierra?

—No. Y lo peor de todo es que no podíamos avanzar ni tampoco retroceder. Al iniciar la travesía, cuando pusimos la barca hinchable en el agua, se avistaba alguna que otra luz procedente de la península. Pero claro, yo no sabía que el agua tiene cuesta. Esas luces tenues dieron paso a la oscuridad. No se vislumbraba nada conforme íbamos avanzando. Ni las de la península ni las de Marruecos.

—¿Qué periplo tuvo que hacer hasta llegar a Tánger?

—De Duala, mi ciudad de origen, ubicada al suroeste de Camerún, inicié el trayecto hasta Nigeria. Luego tuve que atravesar los países de Benín, Burkina Faso, Mali y Argelia, hasta llegar al norte de Marruecos. Fue un viaje durísimo porque no hubo ninguna planificación. Nada estaba planeado en el sentido de que no sabía dónde iba a dormir cada noche, ni tampoco sabía dónde iba a amanecer. Hubo muchos altibajos en el camino e incluso sé de gente que fue agredida, arrestada y deportada. Pero, sobre todo, durante el trayecto, pasé hambre. Ni mucho menos fue una especie de Camino de Santiago. Todo lo contrario.

—Después de la tempestad llegó la calma. ¿Adónde les llevó la Guardia Civil cuando les rescataron?

—A Ceuta. Allí estuvimos en un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde comenzamos la integración con el aprendizaje de la lengua española. Más tarde me trasladaron a un centro de la Cruz Roja en Alcaudete y, finalmente, llegué a la capital jiennense para residir en un centro de menores. Ahí comenzó la vida que he llevado hasta ahora.

—¿Cómo fue el inicio del nuevo capítulo de su vida al llegar a la provincia de Jaén?

—Fue un cambio totalmente radical. No es lo mismo vivir en Camerún, en particular, o en África, en general, que en España. Tuve que adaptarme, integrarme y formarme.

—En 2012 trabaja en Blanca Impresores, en la capital. ¿Qué recuerdos tiene de su paso por esta empresa?

—Muy bonitos. No fue una estancia muy larga, pero guardo grandes recuerdos. Fue una empresa que me ayudó mucho. Compaginaba el trabajo con los estudios de la ESO. Yo, al cumplir la mayoría de edad, salí del centro de menores y, a través de la Asociación Labora, que hizo de conector, empecé a trabajar en Blanca Impresores. Desempeñé tareas como la encuadernación de libros en rústica, el plegado y el acabado de material escolar, incluyendo agendas y cuadernos de educación infantil. Fue un periodo de formación muy gratificante.

—¿Cuándo se prepara para cumplir el sueño de acceder a la Academia de Baeza?

—Solicito la nacionalidad española en enero de 2022 y en ese mismo año, afortunadamente, me la conceden. Pero no llego a firmarla hasta un año después, en 2023. En el momento que me la asignan decido opositar. Fue un periodo formativo muy intenso, dedicando mucho tiempo al estudio. Gracias a ese sacrificio conseguí ingresar tras un año de preparación. Compaginaba la oposición con el trabajo en la empresa Adetec, en Linares, donde estuve desempeñando mi carrera profesional durante once años y donde resido actualmente. Yo estaba a jornada completa y, cuando decido opositar, hablo con mi jefe para pasar de jornada completa a media jornada. Trabajaba cinco horas por la mañana y estudiaba por la tarde, además de prepararme las pruebas físicas.

—¿Qué sintió cuando vio que había logrado acceder?

—Fue un sueño hecho realidad. Los sueños están para cumplirlos, aunque se vean a veces muy lejanos, como me pasó a mí. Cuando me enteré de que estaba dentro, me dio un subidón de adrenalina.

—¿Cómo ha sido el curso en la Academia de Baeza?

—Ha sido muy intenso. No se trata sólo de entrar y ya está, hay que aprobar los exámenes. Hemos tenido bastantes asignaturas que asimilar para completar lo que es nuestra formación, aunque nunca se completa porque estamos constantemente reciclándonos. He tenido la suerte de tener unos compañeros estupendos y unos profesores muy buenos. La separación, tras convivir día tras día en la academia, ha resultado difícil. Ha sido una etapa muy bonita.

—¿Qué significa para usted la Guardia Civil?

—Es un cuerpo impresionante. Para mí, como solía decir el capitán de mi compañía, es el mejor trabajo que hay en este mundo. Sé que también hay otras muchas profesiones que ayudan a la gente, pero la Guardia Civil ocupa el primer puesto. Primero, porque hay muchísimas especialidades a las que un agente puede acceder. Y segundo, porque es muy gratificante ayudar a la ciudadanía cuando nos necesita. A mí me salvaron, eso nunca lo olvidaré. Me encantaría que, ante cualquier situación de auxilio, la gente sienta la misma seguridad que me transmitió la Guardia Civil el día que me rescataron.

—¿Conoce ya destino para el periodo de prácticas?

—Sí, me van a destinar a la Comandancia de Murcia.

—¿Cómo afronta su estancia en la Región de Murcia?

—Con muchísimas ganas y con muchísima ilusión. Estoy encantado y deseando empezar cuanto antes.

—Su familia estará muy feliz de todo lo que ha conseguido. ¿Qué le han dicho?

—Muy feliz, sí. Mi madre está muy contenta. Le expliqué lo que es la Guardia Civil de España, porque existe una analogía con los gendarmes de Camerún, que forman parte de uno de los cuerpos policiales. Hablamos continuamente y está eufórica, diría.

—¿Cómo ha sido la evolución de su vida desde que decidió iniciar su viaje a España en 2010?

—Ha sido una montaña rusa de emociones, la verdad. Han sido muchísimos cambios los que he tenido que afrontar. Algunos más bruscos que otros, todo hay que decirlo. A la gente, al igual que a mí, le cuesta adaptarse a cualquier cambio. Tengo que decir que mentalmente soy muy fuerte y siempre he sabido lo que quería hacer y a lo que quería dedicarme. Hay días mejores que otros y de todo se aprende.

—¿Cómo ve el tema de la inmigración en España?

—Es algo que no es bueno de forma masiva. En mi caso, vine a España porque no tenía muchas alternativas. Era muy joven y no sabía lo que estaba haciendo. La gente que consiga llegar a España debe integrarse y trabajar para sacar provecho de la oportunidad que le brinda el país.