Ilusión desbordada en Valdepeñas de Jaén por ver transitar al Cristo de Chircales

Tras un pequeño recorrido, el patrón tuvo que regresar al santuario por las precipitaciones
Procesión del Cristo de Chicales en Valdepeñas de Jaén. / Juan Antonio Cabrera
Juan Antonio Cabrera

VÍDEO

El ochenta y cinco aniversario de la romería del Santísimo Cristo de Chircales no tuvo final feliz. Las carrozas y carros preparados para disfrutar de un día de campo y fiesta se quedaron con la miel en los labios, al igual que los valdepeñeros y foráneos que se habían dado cita a las puertas de la ermita del patrón de Valdepeñas. A las nueve y media de la mañana, a los sones de la música, comenzaron los actos en honor del Señor de Chircales. La Cofradía matriz del municipio llegó hasta la sede de la filial de Jaén y ambas realizaron el camino hasta la Plaza de la Constitución donde se unieron las autoridades a la comitiva. Bajando por la Calle Bahondillo, y entrando al barrio de Santa Ana, ya solo la vereda de Los Villares a Castillo de Locubín, y los cinco kilómetros que se recorren desde el casco urbano, separaba a los vecinos de su anhelado Cristo.

Todo estaba preparado en el santuario, el lienzo sobre sus andas y sus cargadores listos para aderezar el trono de madera con centros florales. Sonó la Agrupación Musical “Benito Ortega”, poniendo a los valdepeñeros en éxtasis porque su señor ya caminaba hacia el campo.

Se bajó la pendiente de entrada al templo, y como un resorte accionado al andar, un cielo grisáceo se cernió sobre el paraje. Tan solo unos 500 metros pudieron recorrer los portadores del Señor, cuando su capataz mandó tocar tierra y cubrir con una lona de plástico la pintura. La llovizna comenzó a tornar en lluvia y como si no hiciera falta hablar, con la mirada, se decidió desandar el camino hecho y resguardarse del chaparrón en el mismo lugar del que se había salido hace 20 minutos.

El cortejo de banderas y romeros se puso en cola para seguir los pasos del trono y los músicos siguieron el ejemplo. Paso ligero y sin perder tiempo, pues el patrimonio de la Cofradía estaba en juego y con ello la ilusión de cientos de personas. Sin pausa se llegó a la pendiente que asciende hasta la entrada de la ermita, y allí se desvistieron las andas lo más ágil y rápido que las manos mojadas permitieron. Caras tristes y rostros resignados aguardaban en los laterales de la entrada. Fueron pasando primero los romeros que portaban bastones y banderas, para después dejar paso al Santísimo Cristo de Chircales.

Una vez dentro y con los cargadores cabizbajos, se dio la orden de descabalgar el lienzo. La Hermana Mayor de la Cofradía, Cándida Estepa, despejó las dudas desde el primer momento: “No podemos arriesgarnos, no se puede salir”. Revoloteó la idea de intentarlo de nuevo, pues las nubes dejaban pequeños claros por los que brillaba el sol, pero la decisión fue valiente, a la par que acertada. La lluvia siguió cayendo de forma intermitente y los valdepeñeros tuvieron que conformarse con una eucaristía en la intimidad.