El adiós al Bar Capri, un templo gastronómico de Begíjar

El Mesón cierra sus puertas con sus últimas alcachofas fritas después de cincuenta años de actividad
Los hermanos Juan y Manuel López Quesada con su fiel clientela en un día plagado de emociones. / Álex Gómez / Diario JAÉN.
Álex Gómez

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El Bar Mesón Capri, templo de la gastronomía begijeña, cierra sus puertas. En la memoria de sus parroquianos se quedarán sus sobremesas interminables, los “fui a echarme una cerveza y me perdí”, las confidencias. Y sobre todo, sus exquisitas comidas, como las alcachofas fritas con huevo, una delicatessen de las que ya no quedan, y uno de los platos estrella de la casa.

El ambiente estaba enrarecido ayer en el Capri, que hizo su último servicio después de 55 años, 50 de ellos en el mismo lugar en el que ayer se congregaron decenas de parroquianos. Es un día en el que se recuerdan anécdotas pasadas entre clientes y trabajadores. Según Manuel López, uno de los propietarios, fue un día lleno de intensidad y en el que corrieron las lágrimas. Su hermano, Juan López —también propietario— da buena fe de ello, y asegura que llevan toda la semana “a tope”, y confiesa que no son pocas las peticiones de la clientela para que no cierren. “Nos da mucha pena cerrar, los clientes nos dicen que van a hacer sin el Capri”.

Luciano Padilla es uno de esos clientes que se queda huérfano. Reside fuera de Begíjar, pero no puede faltar en el día de la despedida de este mítico comercio. “Es una noticia muy mala para nuestro pueblo. El bar es uno de los sitios icónicos de Begíjar, es un lugar de juntas de generaciones, un sitio para disfrutar con la familia y con los amigos”, manifiesta convencido a Diario JAÉN.

Para los fieles clientes que rondan el Bar Capri con frecuencia es una pérdida irreparable. Y es que uno no sabe verdaderamente lo que es este mesón hasta que no se entrega a sus abrazos de mediodía, en forma de caña con su tapa casera con “soleá”. Los parroquianos, abiertos y hospitalarios, acogen al forastero sin distinción, y se encargan de que no les falte de nada. Buen ejemplo de ello son Miguel Ruiz y Juan Padilla, que intentan que los hermanos se planteen su decisión y continúen con un legado que ya es patrimonio de Begíjar. Lo único bueno, como dice otro asiduo al bar, es que gracias al cierre “se salvarán muchos matrimonios”.