Mabel Lozano, Premio Especial Mar de Olivos, destaca su importante vínculo con Jaén
LA ENTREVISTA
Lo mismo rueda un cortometraje que dirige un documental o escribe un libro. Siempre está de actualidad Mabel Lozano (Villaluenga de la Sagra, Toledo, 1967), una mujer que presume de su “hiperactivismo” desde la cuna, que no sabe vivir sin agitar conciencias y que ayuda, con la poderosa herramienta del cine, a quienes sufren episodios de vulnerabilidad. Sus trabajos son mensajes que van directos al corazón, con sobrada capacidad para provocar el llanto y la risa y, a la vez, aprender una verdadera lección de vida.
—El próximo viernes recibirá en Jaén su peso en aceite de oliva virgen extra. ¿Qué supone este premio para usted?
—Supone que llevo un mes engordando. Es una excusa buenísima para comer magdalenas con colacao, que me encantan, desayunar y cenar (ríe). Lo que más he echado de menos por el mundo entero, y he vivido en muchos países, entre ellos Japón, siempre ha sido el aceite de oliva, que es el santo y seña de mi alimentación, de mi cultura gastronómica y, además, soy una buena cocinillas que usa este producto siempre.
—¿Lo consume en casa?
—Muchísimo. Además, he educado así a mis hijos, y el que cocina bien como yo es el chico y, como el aceite de oliva tiene el precio que tiene, le tengo que decir: “Jacobo, que le echas como si no hubiera un mañana, no es ensalada con aceite de oliva, sino aceite de oliva con ensalada”. Es fundamental en nuestra vida.
—¿Qué conoce de Jaén?
—Todo, me encanta, tengo grandes amigos. Mi unión a Jaén es muy importante, porque fue el punto de partida de mi primer festival gracias al programa de cine documental que tenía Enrique Iznaola. Fue el año que estrené el primero, “Voces contra la trata de mujeres”. Yo era una “starlet” de televisión hablando de trata de seres humanos, cuando no aparecía en ningún lugar y nadie hablaba de este tema, incluso no era un delito, que lo fue a partir de 2010. Por lo tanto, mi carrera como cineasta y documentalista está muy vinculada a Jaén porque fue la primera vez que yo fui a un festival. Ahora tengo más de cien premios en festivales, dos Goya, he recorrido el mundo entero con mis obras, pero el primero fue en Jaén de la mano de mi queridísimo amigo Enrique Iznaola. También participé, después, en el desarrollo del Festival contra la Violencia de Género de la Diputación Provincial.
—Y sigue en la lucha...
—Imagínese lo que ocurrió la semana pasada en el Congreso de los Diputados, yo tuve un enfado monumental con todos los partidos políticos, con el PSOE porque presenta una reforma legislativa muy importante para condenar todas las caras del proxenetismo, para que nadie pudiera lucrarse del sufrimiento de miles de mujeres que están siendo explotadas, pero lo hace sin trabajarlo con el PP y el resto. Sumar, que es el cómplice del Gobierno, tiene una postura próxima a lo que dicen los proxenetas, que perjudica a las mujeres, cuando a las mujeres lo que les perjudica es que no tengan alternativas y se vean abocadas a ser putas. Por lo tanto, no entiendo un discurso que es machuco y casposo. El PP siempre ha estado alineado con el PSOE en este tema, y ahora se desmarca con un voto en contra, por lo que lo que veo es un nivel de políticos bochornoso. Están más pendientes del enemigo que del frente común: las mafias, los proxenetas, los que trafican con seres humanos y los que se lucran con su dolor y su explotación sexual. Al final ellos están a lo suyo. Es patético. Como cineasta sigo trabajando, pero también como mujer activista y comprometida.
—Cineasta, escritora...
—(Interrumpe). Y, ante todo, experta panelista en trata, prostitución y pornografía, imparto cientos de conferencias en el mundo entero, doy formación a jueces, fiscales, policías, guardias civiles, a alumnos de institutos y de universidades de todos los países. Yo lo llamo al Triángulo de las Bermudas.
—Le preguntaba... ¿Considera el cine una herramienta de transformación social?
—Es uno de los mejores instrumentos para poner ese grano de arena en hacer un mundo mejor, más justo e igualitario, pero también el cine incide en nuestro imaginario. Por ejemplo, una película como “Pretty Woman” hizo mucho daño a la prostitución, por lo que representaba, de tal forma que el cine es un instrumento maravilloso con el que yo llevo veinte años y en el que sigo aprendiendo para afinarlo e intentar llegar a todos los públicos, sobre todo a los jóvenes, para crear un pensamiento crítico. No he dejado de formarme, de ahí los últimos Goya, que son una maravilla.
—Además de un Goya, ¿qué le ha dado “Ava”?
—La certeza y el conocimiento de que, detrás de la prostitución, siempre ha habido mujeres con discapacidad, pero de lo que no se habla no existe, y me ha dado el orgullo de ver que hay colectivos que están formando ya a personas específicas para hacer recursos para mujeres con discapacidad y con trata. “Ava” ha ganado muchos premios y nunca me quedo con ellos, incluido el de Jaén, que gané el del Festival contra la Violencia de Género de la Diputación, todos han ido para un proyecto precioso de la Once, que se llama “Mujeres en Modo ON”, que trata de capacitar a las mujeres con discapacidad en tecnologías para que puedan acceder al mercado laboral y se hagan menos vulnerables para ser captadas como “Ava”. Hemos ganado doce galardones y un Goya, y todo el dinero en metálico ha ido para ese proyecto.
—¿Qué le llevó a inmiscuirse en este Triángulo de las Bermudas?
—Conocerlo de primera mano y en el rostro de una mujer. Los datos no generan empatía, pero sí las historias de vida, que te emocionan en todos los sentidos, de tal forma que cuando conoces a una chica de diecinueve años y te cuenta cómo ha sido captada y vendida por su vulnerabilidad, te conviertes en la vocera contra la explotación sexual, contra la esclavitud del siglo XXI.
—¿Qué puede desvelar de “Lola, Lolita, Lozaza”?
—Yo he tenido cáncer de mama y desde el primer momento lo he dicho, así, con su nombre. En plena pandemia anuncié que me habían operado y comenzaba los tratamientos y fueron muchas las mujeres conocidas que me llamaron diciéndome que ellas también. ¿Por qué no lo han dicho? Por el estigma que tiene la palabra cáncer, por pensar que ya no soy una mujer válida porque la enfermedad tiene relación con la sexualidad femenina, el pecho, lo que hace que no normalicemos una enfermedad con la que, mientras hablamos tú y yo, se han muerto ya veinte mujeres en el mundo. Hay que hablar también de las consecuencias, de la sequedad vaginal, del dolor de huesos... Recuerdo cuando me vino la menopausia muy joven, con cuarenta y cinco años, y quería hablar del tema, pero me encontraba que nadie quería, pero vamos a ver, señoras, que nos vamos a morir, con suerte, con noventa años, por lo que el cincuenta por ciento de nuestra vida vamos a tener menopausia, es una etapa normal de las mujeres, no pasa nada... Con “Lola, Lolita, Lolaza” pretendía hablar, con humor, con divertimento... de algo muy serio. Lo he hecho con animación y le he puesto mi voz. He usado el amor, el humor y la retranca para contar lo que es el cáncer de mama. Me he reído mucho, pero hay mujeres que lloran cuando lo ven. Hay que abordar los problemas de frente. No soy tibia de corazón, todo me importa, todo me interesa y por todo siento curiosidad, por lo que esto tiene mucho que ver con el instrumento del cine.
—¿En qué anda ahora?
—En mi primera novela, porque todo lo que he escrito hasta ahora es no ficción, estrenando “Lola, Lolita, Lolaza” y trabajando en un cortometraje que voy a rodar en Tenerife este verano. Si hubiera nacido en esta época me habrían diagnosticado hiperactivismo.
—¿Vive su mejor momento?
—Vivo uno de los mejores, aunque me gusta pensar que me tienen que llegar mejores. Cuando tienes cáncer vives el presente. Lo que estoy viviendo es que, de repente, Diario JAÉN, desde una tierra que es fundamental en mi carrera, me considere, lo que me llena de alegría. ¿Cuándo voy a estar mejor? Pues el viernes con vosotros.