Una noche sinfónica con la Catedral de Jaén como fiel testigo
Cuando los primeros compases de la Obertura Cubana de Gershwin comenzaron a sonar, la Plaza de Santa María enmudeció para enfocar su atención en lo que estaba ocurriendo sobre el escenario. La Hesperian Symphony Orchestra hizo vibrar a miles de personas en una noche mágica en la capital, en el marco de la vigesimosexta edición del Festival de Otoño.
Dirigidos por Antonio Ariza, y con Saturnino Cintas al piano, los músicos ofrecieron un concierto inolvidable con la Catedral de la Asunción como fiel testigo. El público, que abarrotó el espacio, disfrutó de un repertorio ameno y atractivo, pensado para acercar la música clásica a todos los públicos. Obras inmortales como el Bolero de Ravel, la Rhapsody in Blue o la Cavalleria rusticana sonaron con la fuerza de una orquesta que sabe armonizar el rigor técnico con la frescura interpretativa. El cierre, con el Capricho Español de Rimski-Kórsakov, desató una ovación prolongada en la audiencia. Uno de los momentos más celebrados fue la interpretación de la Rhapsody in Blue, donde el piano de Cintas se convirtió en protagonista absoluto. Una obra nacida para tender puentes entre el jazz y la música clásica, muy exigente en lo técnico pero profundamente cautivadora para el público, que siguió con atención cada acorde y pasaje hasta estallar en aplausos.
La velada fue también una reivindicación del talento musical jiennense. La Hesperian Symphony Orchestra, heredera de la antigua Orquesta y Coro Provincial de Jaén, cuenta con más de un 85% de músicos locales. Su trayectoria, con más de un centenar de actuaciones y una quincena de producciones de ópera al año traspasa fronteras —como demostró en su gira por China en 2017—, pero mantiene su corazón en las tierras del Santo Reino. Lo de anoche fue más que un concierto, fue un recordatorio de la importancia de vivir la cultura en plural y de que, bajo las piedras centenarias de la obra de Vandelvira, Jaén resuena en todo el mundo.