Mi viaje a Jaén: Los olivos del triunfo

Carlos Manuel Villalobos, en el Castillo de Santa Catalina. / Diario JAÉN.
Diario de Jaén

TRIBUNA

28 de octubre. Me recibe en Granada el aeropuerto Federico García Lorca con luna de fondo, como si el escenario hubiera sido preparado por un fanático de Lorca. Desde hace tiempo añoraba visitar esta parte de Andalucía, pues en la provincia de Jaén, específicamente en Torredonjimeno, nació Diego de Nicuesa, el castellano que tuvo la osadía histórica de ser el primer gobernador de Veragua en tierra firme a inicios del siglo XVI. Este hombre, de trágico destino, aparece en la historia de países como Panamá, Costa Rica y Nicaragua, como el primero de sus gobernadores. Justo sobre él escribo ahora una novela y cada vez estoy más convencido de que su periplo merece una serie televisiva o incluso una gran película. Es de noche, pero la luna ilumina las colinas y desde el vehículo que me lleva hacia la ciudad de Jaén observo olivares y más olivares, mientras Frank, el chofer, va nombrando los pueblos del camino. En algunos de los cerros, en lo más alto, diviso antiguos castillos que ahora son reliquias. Sé que toda esta zona está inundada de memorias que vienen de los siglos que pertenecieron a Al-Ándalus y a las heredades del cristianismo.

Me trajo hasta aquí la literatura. He venido a recoger un premio y mañana, según los planes, tendré en mis manos el libro impreso. Todo esto empezó el 13 de abril de este año cuando recibí una llamada procedente de España. Quien me habló dijo ser un funcionario de Diario JAÉN y luego me comunicó con Juan Espejo González, el director del periódico. Fue él quien me dio la noticia oficial: el jurado del Premio Internacional de Novela Corta escogió mi obra Donde nadie como el relato ganador del certamen. La noticia generó diversas notas periodísticas, sobre todo en España y Costa Rica, innumerables mensajes de felicitación en las redes sociales y, desde luego, motivo de fiesta para celebrar con los amigos. Acabo de atravesar el Atlántico y estoy a punto de llegar a Jaén. Todavía albergo esa incredulidad que persiste cuando uno sabe que le ha ocurrido un suceso de extrema relevancia y cuando por fin sucede, como si fuera un sueño, uno se sigue preguntando si es verdad. Pero es cierto. Frank me deja en el Hotel Europa. En la recepción está mi nombre y las indicaciones de que todo esto lo cubre Diario JAÉN.

“Me asombra la capacidad que ha tenido este periódico para conservar su posicionamiento frente a la competitividad de lo digital”

29 de octubre. Por la mañana recorro la ciudad y hago algunas fotos que habré de enviarles a mis cercanos en Costa Rica. De fondo están, entre otros puntos, la Basílica menor de San Ildefonso, la Catedral de la Asunción, el edificio de la Diputación y, obligatorio para mis fascinaciones culinarias, el Mercado de San Francisco. Basta un recorrido para conocer los gustos de los jiennenses. Aparte de las célebres aceitunas y sus variedades de aceites, me llaman la atención la diversidad de peces; pero lo que más me impresiona son las cabezas de los chotos (o cabritos). Los cráneos conservan íntegros los ojos y las postas que los cubren. Me encantaría continuar el recorrido por otros puntos de la ciudad, pero la entrega del premio será al mediodía y debo estar listo para el gran momento. La sede de Diario JAÉN no está lejos, pero si se considera el tamaño de la ciudad bien podría decirse que está en las afueras. Se trata de un periódico que tiene más de ochenta años y ostenta el liderazgo en el pastel de las audiencias locales. Soy periodista de profesión y este mundo de los medios me apasiona. Me asombra la capacidad que ha tenido este periódico para conservar su posicionamiento frente a la competitividad de lo digital. Más aún, sorprende que sea capaz de liderar diversas iniciativas culturales, como es este premio internacional que turna, año a año, la poesía y la narrativa.

Me recibe Eleuterio Muñoz González, el presidente de la empresa y, desde luego, Juan Espejo, a quien ya conozco gracias a que su llamada fue la emisaria de la noticia que me tiene acá. Recorremos el edificio y Eleuterio es el guía que me explica las dinámicas del periódico. Finalmente entramos a la Sala 80 Aniversario, donde está todo listo para la entrega oficial del premio. Observo mi libro y corro a ojearlo. Tiene un racimo de plátanos en la portada y lo rodea un cintillo que da cuenta de que se trata del V Premio Internacional Diario JAÉN de Novela Corta. No tenía idea previa de cómo sería el libro. Al verlo intento disimular la euforia. Hace más de diez años empecé a escribir esta novela. Fue una investigación ardua que reescribí varias veces. No es solo el libro. Es lo que me propuse contar en estas páginas: una historia de lesa humanidad, un ecocidio cobijado por los silencios. No hay mejor lugar del mundo que un periódico para que este libro salga a recorrer el mundo. Se trata de una tácita venganza, pues el texto nació como reclamo periodístico y Jaén ha hecho justicia.

En la mesa principal, junto con Eleuterio Muñoz, están Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, y Francisco Reyes, presidente de la Diputación de Jaén. Son el equipo que patrocina y empuja este certamen literario. Es una alianza que celebro. Gracias a dicho concurso, el nombre de esta provincia recorre el mundo. Al menos en Costa Rica, Jaén se replicó en todos los medios que hablaron de mi premio. Francisco Reyes me nombra en su discurso embajador de Jaén. Es cierto. A partir de ahora, no dejará mi reseña biográfica de andar con la referencia de este premio. No dejará mi agradecimiento de andar por siempre con Jaén en la memoria.

“En el restaurante degusto la pureza de un aceite verde oliva que es un elixir”

Recibo en el acto la emblemática escultura del muchacho vendedor de periódicos con su clásica gorra. Es el icono que representa la antigua costumbre de la pregonería que ejercían los jóvenes. No he traído un discurso escrito, pero sí tengo unos apuntes que me sirven de guion. Agradezco a los de aquí y a los de allá. Aquí a los organizadores, al jurado y a quienes se encargaron de toda la logística. Allá a los que contribuyeron como informantes para que esta obra se pudiera concretar.

Corresponde cambiar el cheque del premio y me dirijo al banco. En una de las sucursales me dicen que ese trámite debo hacerlo en la sede donde se emitió el documento, pero cuando llego al sitio correcto, tal parece que por ser extranjero no podré recibir el dinero. Me piden que espere. Tal vez se pueda resolver la dificultad. Un cliente entra y se sienta a mi lado a esperar su turno. Toma un periódico y se entretiene con los titulares. Es Diario JAÉN. De reojo observo que mi foto está en la Portada. El cliente también mira la imagen y adivina que soy yo. Lee la noticia y me felicita. Bromeamos. Le digo que menos mal no soy un convicto que se busca. Mi interlocutor ríe y sugiere que hubiera sido su día de suerte si ofrecieran recompensa por mi cabeza. Finalmente, por dicha, el banco resuelve el problema y el director sale a ofrecerme disculpas por la demora. A las tres de la tarde me despedirán los directivos del periódico con una comida, pero aún tengo tiempo para subir al mirador del Castillo de Santa Catalina. Tengo unos pocos minutos para la foto, pero alcanzan para admirar desde este punto la ciudad y los valles que la rodean.

En el restaurante degusto la pureza de un aceite verde oliva que es un elixir. Luego hacen fila, entre otros platos, las gambas, los boquerones y las alcachofas. Aparte de Juan Espejo y Eleuterio Muñoz, nos acompaña en la mesa el locuaz Paco Salas, un ex columnista de Diario JAÉN quien me obsequia un libro de poesía humorística y se ufana de sus venturas irreverentes. Si yo fuera jiennense sospecho que bien podría cosechar aquí gratas amistades. No hay heterogeneidad humana cuando uno comparte el pan, la palabra y los mismos sueños. A las cinco y veinte parte el tren hacia Madrid. Eleuterio me sugiere que observe durante el viaje el paisaje de los olivares. Es la pintura icónica de estas tierras. Así lo hago. Entonces descubro que Miguel Hernández, el célebre poeta de la solidaridad humana, ha venido a contemplar conmigo estos parajes. En el fondo de mí mismo escucho sus palabras: Andaluces de Jaén, /aceituneros altivos, / decidme en el alma: ¿quién, / quién levantó los olivos?

(*) Carlos Manuel Villalobos es periodista y escritor de Costa Rica, Premio Internacional Diario JAÉN de Novela Corta.