La diplomacia como nuevo estilo de vida

    30 abr 2024 / 09:37 H.
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    Tenemos que cambiar de traje vivencial, con una legítima conversión del corazón, que es como se pueden generar procesos de entendimiento. Ahora bien, no se debe imponer nada, todo hemos de proponerlo, porque nadie tiene la verdad absoluta, lo que nos exige una búsqueda incesante de vías justas y humanas, sin obviar los derechos y las responsabilidades que tenemos; ya sea en mayor o en menor medida, cada cual consigo mismo y con los demás, sobre todo a la hora de salvaguardar el bien social. O sea, que nuestra casa común al igual que sus moradores, han de trabajar los aires armónicos, con la mano tendida y extendida siempre hacia sus análogos. Para ello, sin duda, tenemos que hallarnos y comprendernos mutuamente, cuestión cada vez más urgente y decisiva para entrar en diálogo y salir de las contiendas inútiles. El tacto diplomático nos saca de los problemas y nos invita a la resolución conjunta, oyéndonos desde el respeto y la consideración recíproca. En realidad, lo único que debe importarnos son las cargas, no subirnos a los cargos mundanos del pedestal, que es lo que realmente nos atormenta y deshumaniza. Hay que sustituir a don dinero, por el valor de la auténtica palabra que nace del corazón y por la valía que supone hermanarse. Esto también nos demanda un cambio de actitud, de disposición y de apoyo a un orbe sin fronteras ni frentes, para que en todas partes, se respete la dignidad y se intensifique el intercambio de sonrisas y abrazos positivos, tanto en el seno de las naciones como en su proyección exterior. Ciertamente, todo esto nos pide que tengamos mucho coraje, que abandonemos el conformismo y que nos comprometamos en reencontrarnos unos con otros, para querernos. Si cada uno de nosotros trabajásemos ese espíritu noble diplomático, de modo discreto pero constante, observaríamos que se pueden modificar muchas situaciones tristes y otras absurdas realidades, ofreciendo una vida diferente, desde luego más humana y también más llevadera. Nos atormentamos con frecuencia entre sí. De entrada, tenemos necesidad de apiñarnos, de sentirnos en unión y en unidad. Para ello, se requiere un compromiso universal en favor de los más desfavorecidos del sistema, que nos desfigura como ciudadanos de bien, hasta envolvernos los andares en la imperiosa pasividad de las piedras, sin sentimiento alguno. Hemos de reconocer, por consiguiente, que nuestra gran tarea pendiente es la de edificar un mundo nuevo, cada día más fraterno y caritativo, que refleje la compasión hacia el débil y la pasión por no adormecernos. De ahí, la apuesta por salir de la confusión, de la continua falsedad dictatorial, que todo lo tiraniza al antojo del poder, enmascarándolo con un velo de beneficencia interesada. Hemos de despertar, por tanto, diplomáticamente. No son de recibo las violentas represiones contra nadie, como tampoco es compasivo que se recrudezcan las guerras y se maten indefensos sin cesar. En consecuencia, tenemos que plantarnos hábilmente, al menos para reimplantar una nueva esperanza colectiva. El momento nos llama a cultivar otra existencia más serena, menos distante entre semejantes, en hogares donde se injerte el verdadero amor de amar amor, para que pueda custodiarse la raíz de la convivencia con su real consistencia. Seguramente, quizás tengamos que romper la coraza protectora de nuestro egoísmo, si en verdad queremos que la concordia, forme parte de nuestro abecedario viviente. En cualquier caso, la paz debe continuar siendo un objetivo prioritario entre nosotros, ya que es un bien irrenunciable e insustituible. El esfuerzo al que todos estamos llamados, es a colaborar y a cooperar con sentido responsable, mediante el lenguaje del alma, o si quieren de la diplomacia, pero que guarden silencio las armas. Naturalmente, a poco que nos adentremos en nuestros espacios exteriores e interiores, notaremos esa falta de conciencia o esa ausencia de voluntad, por ser gentes de talento verídico y de talante humanitario. Sin embargo, el arte de lo posible, no es un imposible más, está sustentado en la firme y constante convicción de que es viable la renovación, con la revolución de una sana escucha y con la sintonía entre las miradas, más que con broncas mutuas, críticas infructuosas o evidencias de dominación. Que la habilidad diplomática, pues, vuelva a nuestras vidas.

    VÍCTOR CORCOBA HERRERO

    Un 10 a los camareros

    Mientras el inquilino de la Moncloa llora y creer tener a España en vilo, yo me centraré en uno de los trabajos más difíciles del mundo, el de los camareros. No requiere una diplomatura, pero si una formación. Un porcentaje muy alto de esta profesión no salen de academias sino de la necesidad de sobrevivir o de pagarse unos estudios. Son confesores y aguantan lo indecible a los que chisteamos al otro lado de la barra. Deben manejar muy bien el estrés en momentos de máxima ocupación, con niños cruzándose, padres a lo suyo y el encargado metiendo caña. Llevar la bandeja con una sola mano es casi artístico, pero lo hacen tan fácil que esa maestría supera la ley de la gravedad. Platos sucios, comandas que no salen, malhumor entre compañeros y horarios que miran la luna. Como en cualquier profesión hay buenos y menos buenos, pero todos tienen mi respeto y admiración por esa vocación y por soportar a los que no entienden que desempeñan una labor, un trabajo muy digno y un servicio muchas veces de risas forzadas para agradar. Se acerca el verano y las terrazas proliferan. También el número de camareros, jóvenes en su mayoría, que cotizan por primera vez poniendo todo su esfuerzo en sentirse útiles para ser valorados. Por todo ello, mi sobresaliente, mi 10, es hoy para los camareros.

    RAFAEL ORDÓÑEZ MARTÍNEZ

    Pedro Sánchez no reflexiona, amenaza

    El presidente del Gobierno publicó una carta-plebiscito en la que, lejos de hacer una mínima autocrítica sobre el penoso ambiente político al que lleva contribuyendo desde su radical “no es no”, deja en vilo al país sobre si dimitirá o no. Entendiendo su malestar personal, está recogiendo lo que ha ido sembrando: sus ataques viscerales a la oposición, a quien piensa diferente... Incluso a los dirigentes socialistas que le desaconsejaban la bronca continua. Victimista populista, amenaza a la prensa que no le es afín y a los jueces, a la nación de hecho: conmigo o contra mí. ¿No les recuerda lo de la “pérfida derecha-ultraderecha” a la manida conspiración judeo-masónica-bolchevique de Franco? La prensa internacional está alucinando con la carta y habla de “la corrupción de su esposa” (y de la cátedra sin tener la licenciatura). Alguien debe tranquilizar las aguas y hacer que la cordura vuelva. No todo vale. Los ciudadanos no nos lo merecemos. ¿O sí?

    JOSÉ-L. HERRERO / GETXO

    Cartas de los Lectores